Artículos de Opinión | Jorge Alcázar González * | 11-09-2013 |
Este fin de semana me han embargado dos sentimientos encontrados pero muy
nacionales: la vergüenza y la alegría. Durante este último mes, en España hemos
asistido a la venta verbenera del evento que supone organizar unos Juegos
Olímpicos, de lo maravilloso que sería para el país que Madrid fuera la sede
para el año 2020, y de lo bien avalada y considerada que ésta se encontraba
entre los miembros del COI. Como decía, me dio vergüenza asistir al lamentable
espectáculo que nuestros periodistas españoles, sean de medios deportivos o
generales, han dado durante los días previos a la ceremonia de votación,
vendiendo las beldades de un evento que dista una eternidad del espíritu
deportivo que debe presidirlo, cuando hoy, después de haber sido aniquiladas
las opciones de la candidatura madrileña, sólo escucho discursos entorno al
caciquismo, la corrupción y la miseria que impregnan al espíritu olímpico,
representado por el COI y sus miembros. Me da vergüenza que me traten como un
analfabeto integral que se deja poner una banderita en la mano para que la ondee
a la voz de ordeno y mando. Parece que aquellos miembros tan alabados y bien
tratados que visitaron Madrid hace algunos meses, hoy se han tornado malévolos
y tiranos. Parece que de la noche a la mañana han obtenido los títulos de
marqueses, condes, duques o emires, y que antes no formaban parte de esa costra
tan dañina y a extinguir que conforman las élites dirigentes internacionales.
Sólo ahora se percibe su tufo pestilente. Mas por esta causa y conociendo el
paño de nuestra clase periodística, aquella que sólo se dedica a adular al
perro que le da de comer, estoy acostumbrado a avergonzarme, pues a base de
costumbre…
Alegría sin embargo fue lo que me causó la palabra, ¡qué digo!, el
incalificable discurso, que la señora alcaldesa de Madrid, Doña Ana Botella,
brindó a todos los reyezuelos del COI y al resto “del mundo civilizado”. Sin
miedo al ridículo y mostrando la valentía que en ella es distinguible, la
ínclita señora se despachó a gusto en la lengua de Shakespeare, haciendo gala
de un vocabulario, de una dicción, que ni en los mejores colegios e institutos
de pago se exhibe. Su educación privada brilló en todo su esplendor, dando a la
par una clara muestra de lo que el modelo educativo del partido que representa
persigue para con los súbditos del reino de España. Ahondando más en la
cuestión, se me vino a la mente la inmensa alegría que las decenas de miles de
españoles que pululan por el extranjero –bueno, fuera de España, no vaya a ser
que alguno se enfade al decir que Alemania o Inglaterra es el extranjero-
tuvieron que sentir en sus carnes huidas al observar el bello espectáculo que
la regidora regaló. A éstos les enseñó el camino del éxito y cómo, con tesón,
valentía y alguna otra cosilla más que no querrá desvelar, como todo buen
cocinero, el manejo del idioma y del auditorio, de la situación y del contexto,
así como el triunfo y el reconocimiento internacional, se conquistan y
adquieren. Mi propio hermano, desde Canadá, me llamó para contarme lo
emocionado que estaba al ver a lo mejorcito de España representando tan bien al
país que tanto quiere y tantas cosas le ha dado. Lástima que no todos tengamos
las mismas aptitudes y muchos tengan que emigrar, dada la competencia y la
incapacidad propia, pues ahí está la prueba. Me acordé entonces de los tiempos
pasados: de “Pepe vente pa’ Alemania” y cosas así, y de todos estos
“españolitos/as por el mundo” que, con menor suerte que la señora Botella,
deben ganarse el pan que se le niega en este bendito país, allende las
fronteras patrias, desarrollando, y espero que por su bien, destrezas
lingüísticas parecidas siquiera a las de ésta insigne y casta dama española.
A todo esto y a la vez que me embargaban los dos sentimientos que antes he
comentado, me dio por pensar que, después de irse los más de trescientos mil
españoles que hasta la fecha llevamos, añadiendo los que tienen ya la maleta
preparada en la puerta de la casa familiar y previendo los que los seguirán,
¿quién va a quedar en España? Fue tras este planteamiento cuando llegué
definitivamente al estado en que me hallo: la catatonia. Si hemos tenido que
tragar con la legitimidad que la tan venerada Transición dio a las castas
franquistas, si durante estos más de treinta años de pantomima hemos tenido que
soportar que lo más casposo, progre, corrupto y caciquil heredado del
franquismo, tome las riendas del país llevándonos al ostracismo exterior a
algunos y al interior al resto, a la vez que ellos consolidan sus propiedades y
barrigas, si tengo que aguantar aguiluchos, apellidos de relumbrón pretérito, estirpes
de dirigentes, frases en blanco y negro y demás, se me viene encima que los
retoños de éstos tengan todo el campo allanado para perpetuar la saga. ¿Quién
va a quedar en la piel de toro? Pues claro, serán los vástagos de las Botellas
y compañía quienes mañana, con su buen hacer, nos digan de nuevo lo que hacemos
y no hacemos bien, los que se lo “lleven calentito” de nuevo, y venga la rueda
a girar con sus cangilones viejos, pues a fuerza de costumbre, les es difícil
desprenderse del cargo, las responsabilidades y las carteras, Estos chicos
están preparados, pues bien aprendido tienen la coletilla de “en época de
crisis tiempo de oportunidades” y a buena escuela pertenecen.
Aunque decepcionado y alegre y en mi estado catatónico, empezaron a
cuadrarme algunas cosillas, y así estoy hoy, que me debato entre acabar estas
palabras o dejar de perder el tiempo, prepararme un “buen inglés” – al bottle
style -, venderle la moto a algún guiri, entretener al populacho con
alharacas y meter la mano por aquí y por allí y por todos mis compañeros. No me
extraña que los corruptos del COI huyan de esta turba de íberos desalmados,
pues a buen entendedor … Lastima que no sea tan listo, inteligente y preparado
como nuestros próceres, por lo que tendré que seguir dedicándome a otra cosa.
Veremos a ver qué sale.
* Miembro del Colectivo Prometeo y del FCSM

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