'Público' inaugura una galería de
personajes de la España real. El primer retrato es el de Noelia Moreno,
portavoz de la acampada en Sol, donde se gestó la revolución y una niña llamada
Vega. Está soltera, lleva dos años en paro y aceptaría cualquier trabajo
HENRIQUE
MARIÑOMadrid02/04/2013 07:45 Actualizado: 03/04/2013 17:48
Noelia Moreno y su hija, Vega.
No extraña
que Vega sea un sol, pues fue concebida por obra y gracia del 15-M. El fruto,
como dice su madre, de la emoción que destilaba una revolución contenida,
jubilosa, incruenta. Noelia Moreno alojó en su vientre una semilla
rebelde que ahora medra alrededor de su pierna. "Está siempre enganchada a
mí, es tan dependiente como revoltosa". La enredadera sonríe como un brote
verde. Encarna el futuro, la esperanza. ¿Pero cómo es Vega? "Una niña muy
inquieta". Como la madre, claro. "Será por eso, será por eso",
se carcajea. Son las cuatro de la tarde y en el bar no hay nadie.
"Es
imposible no hablar de la crisis y menos en un pueblo como Parla". De eso
mismo charlaba hace un minuto con David, el camarero, que se ha comido
la subida del IVA para evitar que repercutiese en el bolsillo de los clientes.
Ni con ésas. "Aquí la gente tiene un bajo poder adquisitivo", explica
esta descendiente de extremeños y andaluces, que como tantos otros se fueron
viniendo para acá al reclamo de una vivienda barata.
Parla, más
que un pueblo, es una ciudad dormitorio de 125.000 habitantes ubicada a 25
minutos en tren de la capital. Cuna política del líder socialista Tomás
Gómez, simboliza la férrea y resistente hebilla del antaño cinturón rojo
del sur de Madrid. Un oasis donde sigue gobernando el PSOE, pues en las pasadas
municipales Alcorcón, Leganés, Getafe y Pinto cayeron en manos del PP, que ya
contaba con Móstoles. La barra, sin embargo, no suelta nada bueno del alcalde.
Está escamada. Y, lo peor de todo, vacía. "Parla siempre ha sido muy
obrera, de ahí que su porcentaje de paro sea altísimo", explica Noelia,
cuyo Ayuntamiento adeudaba hace un año 228 millones de euros a proveedores y registraba
una tasa de desempleo del 26%, casi diez puntos por encima de la media
regional. Aquí, la mano de obra anda de brazos caídos. Ojalá que ella fuese la
excepción que confirma la regla, pero no.
"A mi
hija le espera un futuro muy difícil, pero espero que sea una luchadora, pueda
salir adelante y aprenda que debe pelear por lo que uno cree"
Soltera,
parada y madre. Así desde hace tiempo. Bueno, antes Vega no estaba. Y
tenía pareja. Aunque sin curro lleva —frunce el ceño y echa la cuenta— dos años
ya. "Mi último trabajo fue en un documental, pero he hecho de todo".
No se le caen los anillos: cajera, recepcionista, dependienta... "Desde
envolver regalos en unos grandes almacenes hasta ofertar warrants".
¿Cómo? "Consistía en venderle la moto a pequeños empresarios para que
invirtieran su dinero en un producto bursátil", confiesa Noelia, a quien
cuesta imaginar lidiando con semejantes tejemanejes. "Me prometían
ingresos altos, pero era un trabajo muy agresivo en el que duré poco. Sentía
que estaba engañando a la gente".
Había
estudiado Comunicación Audiovisual y, tras la última producción en la que tomó
parte, se quedó sin empleo. "La cosa andaba muy jodida". Entonces,
vivía en Pamplona y no se imaginaba que, en cuestión de horas, iba a pasar a
ser pasto de los focos. "Cuando vi en la televisión que habían desalojado
a unos manifestantes que intentaban pasar la noche en la Puerta del Sol al
término de una protesta, le dije a mi pareja: Tenemos que
implicarnos. Esto va a estallar y debemos estar allí. Hay que formar parte de
esta historia". El resto ya la conocen ustedes. Algunos incluso habrán
contribuido a tejer el relato o tal vez dejaron una nota a pie de página en la
estimulante crónica de la eclosión del 15-M.
Aquella
primavera de 2011 fueron días de encuentros. La familia periodística volvió a
verse años después en el kilómetro cero, como cuando la parentela se arremolina
en las bodas de oro de los abuelos. Los fotógrafos dormían en castillos de cartón, los plumillas compartían
carpas con los acampados y los cineastas cargaban sus cámaras desde el
kilómetro cero hasta las terrazas que lo circundan. Allí estaba Adriano
Morán, un documentalista que captó su mensaje e intuyó un no sé qué. Al
cabo de unos meses, mientras montaba La Plaza (que versa sobre la gestación del
movimiento), volvió a quedar con Noelia, que se encontraba a punto de dar a
luz.
"Mi
sueño es tener un trabajo y recuperar la independencia económica, porque tuve
que volver a la casa de mis padres"
Nada más
poner un pie en Sol, preguntó a los acampados qué podía hacer y terminó
ejerciendo de portavoz. Cazadora cazada: "La prensa es muy puñetera, siempre
haciéndote una pregunta trampa". Dio el salto de los adoquines a los
platós, donde aguantó estoicamente el chaparrón de improperios de algún tertuliano
pasado de vueltas. "Éramos portavoces sin intención de ser líderes de
nada", rememora frente a la única bebida de un bar despejado, trasunto del
parón en el consumo. "Mi sueño es tener un trabajo y recuperar la
independencia económica, porque he vuelto a depender de mis padres".
Ésta es la
España que antes elucubraba con viajar al extranjero, con dejar la rutina
laboral para dedicarse a rodar películas, con sacudirse las estrecheces del
apartamento y mudarse a un piso en condiciones. "Trabajo de lo que sea, me
trae sin cuidado siempre que salga algo, porque no voy a rechazar un puesto por
no considerarlo digno de mi formación", reconoce Noelia con franqueza.
Nada es sencillo. Tampoco lo fue ejercer de portavoz de una masa informe,
heterodoxa y con tantos cerebros como una hidra. "Me resultó más difícil
dar la cara que entrevistar a alguien, porque representabas a un colectivo
variado, unido por una protesta común, pero con distintas opiniones. La
situación era muy delicada, máxime si tenemos en cuenta que las elecciones
estaban a la vuelta de la esquina".
El 22 de
mayo de 2011, Izquierda Unida gana un concejal respecto a las anteriores
municipales. Pasa de cinco a seis, uno más que UPyD, que debuta en la
corporación madrileña. También se celebran los comicios autonómicos: arrasa el
PP, se estrena el partido de Rosa Díez e IU sólo consigue dos
parlamentarios extras. "Más que un vuelco, esperaba una ruptura. No
deseaba una alternancia en el poder sino transmitir un mensaje claro: no
estamos de acuerdo y apostamos por partidos minoritarios con ganas de exponer
sus ideas, aunque no dispongan de minutos en los medios para poder
hacerlo".
- O sea, que
votó a Izquierda Anticapitalista.
- No, qué va
[y se ríe]. No voté porque me había empadronado en Pamplona y estaba demasiado
ocupada en Sol.
- Que no
conste en acta como pregunta trampa.
- Mira, no
estoy a favor de la abstención ni del voto en blanco. Creo que tenemos que
votar, pero no a los de siempre. La papeleta debe servir para mandar un recado:
no queremos al PP ni al PSOE y, en muchos casos, tampoco a IU. El 15-M no era
un movimiento de izquierdas. Yo conocí a muchos votantes del PP que se
manifestaron simplemente porque estaban en contra de lo que estaba ocurriendo.
- ¿Qué ha
cambiado desde entonces?
- Todo y
nada. Mi vida personal sí lo ha hecho radicalmente: residía en otra ciudad,
contaba con una vivienda y tenía pareja. Ahora estoy separada, tengo una hija y
volví a casa de mis padres. Lo único que no ha variado es que sigo sin trabajo.
Mi situación económica no es precaria, sino lo siguiente.
- ¿Y la
sociedad española?
- Para mí
fue una experiencia maravillosa, aunque no me ha valido de nada. Supuso un
aprendizaje y me enriqueció conocer a gente afín, aun con ideas políticas
opuestas. Personas con ganas de cambiar la mierda de mundo en el que vivimos.
- Esperaba
más, entonces.
- Que
sirviese de algo, pero sólo ha valido para despertar unas pocas conciencias.
Los que estábamos allí ya la teníamos despierta, sólo estábamos esperando que
pasara aquello para unirnos. Yo lo intenté y, de hecho, lo dejé todo por estar
allí. Mi pareja tuvo que marcharse porque tenía que trabajar en su empresa y me
quedé sola.
La acampada
se levantó el 12 de junio y Noelia se desvinculó del movimiento. "Tuve un
embarazo regulero y lo fui dejando, aunque hoy mantengo relaciones personales
con algunos activistas". Su voz calma vence a duras penas al estruendo del
televisor, que azula sutilmente su tez blanca. En la pantalla comparece Ada Colau, "un ejemplo de integridad y
de compromiso con los demás", pues lucha por evitar los desahucios aunque
no sea una víctima de las hipotecas, reflexiona. "Me solidarizo con ella,
porque mira que la están puteando... Pero ahí sigue, la tía".
- Por
cierto, después de lo vivido, ¿ha valido la pena traer a Vega a este mundo?
- Sí, porque
gracias al 15-M volví a confiar en las personas. Pensaba que no íbamos a ser
capaces de una cosa así. Cuando anochecía, tras veinte horas trabajando, me
metía en el saco y no podía evitar echarme a llorar.
- ¿Y qué
mundo le espera?
- Uno muy
difícil, pero aguardo que sea una luchadora y salga adelante. Quiero ser un
buen ejemplo para ella, que no me vea nunca repantingada en un sofá mientras
siga habiendo problemas en la calle. Y que aprenda que hay que luchar por lo
que uno cree. No sólo por lo que estimas justo para ti misma sino también para
la sociedad.
La justicia
se trasluce en las balanzas de sus ojos, que ahora apuntan al telediario, donde
procesiona la santa compaña del desempleo. A sus 31 años, echa una mano
en la tienda de su hermana, pero sin cobrar, pues el negocio no da. Ropa del
hogar y esas cosas, una tradición heredada de sus padres, que se vinieron con
dos críos a Parla en busca de una vida mejor. Luego nació ella, Noelia, que ha
alumbrado a una hija como un sol que tiene nombre de estrella. Vega, de la
constelación de Lira, la que tanto brilla.

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