Viernes de reformas
Las
categorías profesionales a las que el Gobierno golpea por todas partes quedan
fuera
del discurso de Rajoy
El reciente debate televisado por la presidencia de
Francia ha puesto de relieve que, por lo menos en cuanto a educación de los
contendientes, nuestro país se encuentra por delante del vecino. A pesar de la
dureza del debate entre Rajoy y Rubalcaba, nos ahorramos las invectivas propias
de matón de taberna con que Sarkozy pretendió inútilmente intimidar a Hollande,
erosionando de paso su propia imagen, más asentada cuando utilizaba su
superioridad como administrador de las cuentas del Estado. Recibir la
calificación de petit calomniateur invitaba a cambiar insulto por insulto,
llamando al aun presidente grand salaud, por su alineamiento vergonzante con
las tesis ultranacionalistas de Marine Le Pen. Pero Hollande supo evitarlo y
asumir simbólicamente la condición de presidente que su rival mancillaba. Así
ganó, a juicio de la audiencia. No lo hizo, sin embargo, al justificar los
planteamientos innovadores de su proyecto económico, si bien tanto él como
Sarkozy tuvieron el mérito de dejar bien claro que sus programas no dejaban
espacio para la improvisación y respondían a visiones alternativas, pero bien
definidas, de sus propósitos de actuación sobre la sociedad francesa.
Conviene subrayarlo, a la vista de la cascada de
medidas restrictivas que una semana tras otra nos viene aplicando el Gobierno
presidido por Mariano Rajoy. Para empezar, y con independencia de su signo
perfectamente fijado, por la irremediable sensación de incompetencia que
transmite nuestro mandatario, similar en el punto de llegada a la que mostrara
su predecesor, con su mezcla de ciego optimismo y no menos ciega determinación,
pero sobre un fondo diferente. Rajoy nunca va más allá de lo que probablemente
es su mayor virtud: ser un buen conversador de casino. Así que golpe a golpe,
recorte a recorte, la justificación es siempre que no había otro remedio que
hacer lo que hace, aunque no le guste, y que así seguirá en el futuro, con la
amenaza de que cada viernes hará caer sobre el país nuevas “reformas”. No le
pida nadie análisis ni responsabilidades por la demolición, también golpe a
golpe, de sus promesas electorales: el error en el déficit comunicado por el
Gobierno ZP es el bálsamo de Fierabrás que lo explica todo.
Además, ausencia de explicación, ausencia de
análisis, implican opacidad de cara a los destinatarios, tanto dentro como
fuera del país. Para los españoles, no importa, que se manifiesten: no es su
preocupación. Ya les dice que son medidas que a él mismo le disgustan, ¿qué más
pueden pedir? En todo caso, para que el mal sabor de cada pócima sea soportado,
dosifica la comunicación hasta el momento de decisión con lo que la imagen
tópica suele llamar indeterminación galaica. Ejemplo último, el previsible
establecimiento del pago por las autovías, como antes del copago de los
medicamentos. Rajoy aclara en falso que el tema no figura en su agenda, lo cual
sugiere, también en falso, que no llegará a serlo en breve. Toca a los
auxiliares ir preparando el terreno gracias al control de los medios y
exclusivamente con técnicas de marketing. Hacia el exterior la cosa es más
grave, como se ha visto con el caso del saneamiento de la banca, tan estimada
por el Ejecutivo y que supuestamente gozaba de buena salud, a pesar de la
enorme carga del “ladrillo” en sus balances reales. De ahí que al lado de la
dramática situación de nuestra economía cuente en la estimación exterior la
escasa fiabilidad de cuanto proponen y declaran Rajoy y sus ministros
económicos.
Con la misma aparente sencillez de la profecía
Zapatero-Salgado sobre los “brotes verdes”, Rajoy y los suyos han pronosticado
que con la restricción de los costes del trabajo, el desmantelamiento de la
intervención sindical y los despidos generalizados, tanto en el sector privado
como en el público, sin tocar a los happy few, cuando no dándoles
amnistía fiscal —grandes fortunas, su gente, cristianoronaldos que nos
dan gloria—, el relanzamiento económico será cosa segura. Resulta muy
significativo que, a diferencia de Hollande o Sarkozy, las categorías
profesionales a las que el Gobierno golpea por todas partes quedan siempre
fuera del discurso de Rajoy. Daños colaterales. Ya tendrán su resurrección si
todo sale bien, cosa difícil si consideramos que la subida en flecha del paro,
efecto inevitable de las “reformas”, genera no menos inevitablemente la
recesión en espiral.
Por lo demás, todo es coherente en relación con el
sentido de contrarreforma asumido en todos los órdenes —emblema: ley del
aborto— por un Gobierno dispuesto a borrar, asignatura incluida, la ciudadanía
social lograda desde la Transición
Fuente: www.elpais.com
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