Las últimas encuestas
del CIS han provocado nuevas declaraciones sobre la buenísima salud de nuestro
sistema político y el peligro del populismo
Afirmar a la vez que
"no hay nada que temer" y que "esto es muy peligroso" no
parece resultar contradictorio a tertulianos, periodistas y políticos
08/08/2014
- 20:23h
Posibilidades de una urna
1. Se publica el CIS y suenan dos tipos de alarmas. Una
es de tipo tranquilizador y afirma muy fuerte que el bipartidismo goza de una
salud excelente. Mi abuelo, un señor de derechas de toda la vida, me dijo una
vez que a uno no le empiezan a hablar de lo bien que está de salud hasta que
empieza a estar francamente jodido. Yo me quedé con esa copla y cada vez que
sale alguien a hablarnos de la fortaleza de roble de nuestro aparato
institucional intuyo que la cosa está muy malita.
La otra alarma es del tipo clásico (o sea alarmista) y
se dedica a advertirnos del peligro inminente de los populismos. Los populismos
son peligrosos, nos dicen, porque encarnan esa forma de discurso (el populista)
que consiste en decirle a la gente lo que está pasando usando las palabras que
usa la gente para explicarse lo que está pasando.
Esta es una cuestión importante porque hay una forma de
explicar el populismo que es esa que dice que hay que tratar a la gente como si
fuera tonta. Y no. Cuando uno nota que su familia y amigos llaman estafa a la
crisis y alguien sale por la tele y llama estafa a la crisis no le está
tratando a usted y su familia como si usted y su familia fueran tontos,
simplemente está hablando el mismo lenguaje que usted y su familia.
Resulta que estas dos afirmaciones, "todo va
bien" y "todo está en peligro" emanan de las mismas bocas, se
imprimen con la misma tinta en la misma columna y se digitalizan en el mismo
post del mismo blog.
2. Hablar el mismo lenguaje es importante en un momento
en que, como vemos, hay quien dice lo mismo y lo contrario e intenta llamar a
eso ejercicio de coherencia. Pedro Sánchez, por ejemplo, dice que hay que
situar al PSOE a la izquierda y a la vez dice que si fuera necesario pactaría
con el PP. Artur Mas dice que España ens roba, pero si quien "ens
roba" es Jordi Pujol, el asunto se convierte en privado por arte de
magia al 3%, que es el porcentaje al que Sherlock Holmes se metía la heroína
para olvidarse de que era demasiado listo para llamar a las cosas por su nombre
y no por el nombre contrario.
Hubo un tiempo en que decir lo mismo y lo contrario era
algo aceptable. Si no, no se entiende que expresiones como "guerra
humanitaria" se dijeran con tantísima alegría y paz de espíritu. Hoy, sin
embargo, decir que elegir a través de voto directo en clave presidencialista a
los alcaldes en las próximas elecciones municipales es un ejercicio de
regeneración democrática se ve raro. Si alguien llama a ese apaño, apaño, o
pucherazo o jeta de cemento, corre el riesgo de caer del lado del populismo.
Regeneración democrática es la forma educada de llamar
a la guerra humanitaria que vivimos aquí, en casa, desde que las constituciones
intocables empezaron a tocarse para satisfacer a los mercados financieros en
vez de a la gente a las que sirven. Es otra inversión de términos muy populista
esa que dice que los instrumentos de la democracia (constituciones, partidos,
asociaciones, medios de comunicación) deben servir a las personas y no al
revés.
Así que el discurso se tambalea. Los datos, por
desgracia, no terminar de mentir tan bien como solían mentir hasta ahora.
3. Max Aub decía en su biografía novelada sobre Buñuel
que en España las revoluciones nunca se habían hecho por el talento de los
revolucionarios, sino por la miserable estupidez de las oligarquías
(oligarquías decía Max Aub, que casi seguro era populista también, populista
culto, pero populista). Decía que si hubieran hecho tan solo una de las
reformas agrarias que el campo español venía pidiendo a dolor, sudor y sangre
(por este orden) desde finales del siglo XIX no habría existido jamás
movimiento obrero tan potente en España, ni anarquismo para el caso, ni ismos
en general.
Quizás si alguien hubiera escuchado lo que las calles,
plazas y redes ponían encima de la mesa desde (al menos) mayo de 2011 ahora no
estaría el bipartidismo esplendoroso de buenísima salud. Pero apenas tres meses
después de esa "revuelta cívica", que es como el PSOE llamaba sin
reírse a lo que sucedió el 15M, lo que Zapatero hizo fue reformar la
Constitución.
Quizás si Rajoy hubiera entendido que aprobar la ILP de
la PAH no era una cesión intolerable sino la forma de evitarle males mayores a
un sistema cuya capacidad para el habla presentaba problemas de pronunciación
severos, ahora no estaría el CIS haciendo carambolas.
Pero el ejercicio de la escucha y el ejercicio del
poder son dos ejercicios que, históricamente, no han ido de la mano. Ni a
derecha ni a izquierda. Allí arriba hay demasiado ruido para escuchar algo de
lo que sucede aquí abajo.
4. Las elecciones son el arte de la opinión pública en
momentos de estabilidad institucional y son el ejercicio de la organización
política en contextos de inestabilidad. El bipartidismo cree que afronta un
problema de opinión pública, pero tiene un problema de organización política. Y
ahora viene el sustaco: los "populismos" están infinitamente mejor
organizados para esa pelea. Han entendido el cambio de paradigma que suponen
las redes y lo han entendido en dos claves: una de representación y otra de
organización.
Las más de 70.000 personas afiliadas (por hablar un
momento en ese lenguaje que arriba se estila) a Podemos en apenas unos días o
las 30.000 que apoyan en Guanyem en su candidatura municipal no son datos
numéricos. No son la expresión de una opinión que se mide cuantitativamente,
sino la expresión numérica de una fuerza social que se activa una a una,
persona a persona.
Esa es la forma de la organización social en el siglo
XXI y solo estáis empezando a ver los primeros retazos de sus formas de
articulación política. No habéis sabido verlo porque teníais el control
absoluto de los aparatos de producción de realidad y no os habéis dado cuenta
de que la realidad ya no estaba allí.
Y ahora... Bueno. Solo os queda esa forma de lenguaje
que dice que algo y su contrario son la misma cosa: la mentira. Así podéis
decir sin temor a preocuparos que el bipartidismo nunca había estado mejor
corriendo tan grave peligro
Fuente: www.eldiario.es
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