Hay que recordar las lecciones de la historia como barrera
infranqueable ante las amenazas totalitarias
JOSÉ RAMÓN
Villanueva| 18 de junio de 2014
Desde la victoria soviética en la batalla de
Stalingrado (febrero 1943) y el posterior desembarco aliado en Normandía el 6
de junio de 1944, el histórico día D, nadie tenía dudas sobre que en la II
Guerra Mundial el fascismo sería derrotado, como tampoco se tenían sobre que la
bestia nazi caería matando hasta el final.
Tras el desembarco, en la Francia ocupada, la
Resistencia multiplicó sus acciones de hostigamiento contra las tropas nazis,
especialmente en la región de Lemousin. Las represalias de las fuerzas
hitlerianas fueron, como siempre, crueles e implacables. Si 9 de junio la
división blindada de las Waffen SS "Das Reich" ahorcó en Tulle a 99
de sus vecinos, al día siguiente, esta unidad de élite nazi, que había
destacado en el frente ruso por haber llevado a cabo tareas de exterminio de
población civil, se ensañó con Oradour-sur-Glane, un pueblo cercano a Limoges.
Nadie podía presagiar la tragedia que allí tuvo lugar la tarde del 10 de junio
de 1944, hace ahora 70 años. Tras rodear el pueblo, la población fue reunida en
la Plaza del Mercado. Posteriormente, se separó a los hombres, que fueron
asesinados en 6 lugares distintos del pueblo, mientras que a las mujeres y los
niños se les encerró en la iglesia, la cual fue seguidamente incendiada. El
balance de la represalia fue estremecedor: aquel fatídico día fueron asesinados
en Oradour 642 personas, de ellas, 240 eran mujeres y 213 niños. Entre las víctimas,
hubo 21 refugiados republicanos españoles y sus hijos, entre ellos la familia
Gil Espinosa, originaria de Alcañiz, pues allí encontraron la muerte los
padres, una pariente y dos hijas, Franciscay Pilar, gemelas de 14 años, como
nos recordaba recientemente el historiador Juan Manuel Calvo Gascón,
especialista en el exilio y la deportación republicana. Hoy, una placa erigida
en 1945 por el Gobierno de la República Española en el exilio recuerda "A
nuestros Mártires de Oradour", único y sencillo homenaje para con ellos ya
que la democracia española nunca los ha honrado de forma institucional. Tras la
liberación de Francia, el general De Gaulle decidió que Oradour no fuese
reconstruido "para que se convierta en memoria al dolor de Francia durante
la ocupación" .
Ruinas de Oradour
|
Recientemente tuve ocasión de visitar las ruinas de
Oradour. Todo se conserva tal y como quedó aquella trágica tarde: las casas
incendiadas, al igual que los coches que había por sus calles; allí, una vieja
bicicleta, allá, una máquina de coser, las ruinas de la cantina donde se
reunían los republicanos españoles, la escuela de donde fueron sacados los
niños para asesinarlos poco después. Impresionan los lugares del martirio,
especialmente las ruinas de la iglesia, donde perecieron todas las mujeres y
los niños y, donde el elevado calor fundió la puerta metálica del templo.
Impresiona igualmente el recorrido por el magnífico
Centro de la Memoria construido al lado de las ruinas de la villa mártir, una
gran instalación permanente que contextualiza y prepara al visitante para una
visita en la que la historia trágica de Oradour se hermana con la emoción y el
sentimiento que produce el transitar por las calles de lo que fue un hermoso
pueblo de la campiña francesa hasta la llegada de las tropas nazis de las SS mandadas
por el comandante AdolfDiekmann, responsables de tan bárbaro crimen contra una
población civil indefensa, un crimen que sería juzgado por el Tribunal de
Burdeos en 1953 y en el que se condenó a algunos de sus responsables. Y, para
que tomen nota las autoridades políticas y judiciales españolas reacias a
aplicar los principios de la justicia universal, todavía hoy, 70 años después,
están siendo investigados y pendientes de juicio por el tribunal alemán de
Dortmund algunos soldados nazis que participaron en la masacre de Oradour.
En un artículo reciente, Juan Manuel Aragüés destacaba
con acierto la importancia y la presencia de la memoria histórica antifascista
en Francia. Sin embargo, también allí se está extendiendo la negra sombra que
supone el auge de las ideas extremistas de derechas. Lo acabamos de comprobar
con la victoria del Frente Nacional (FN) en los recientes comicios al
Parlamento Europeo, todo un cataclismo electoral para la democracia y las
instituciones galas. Tras el FN subyace una ideología mimética de los fascismos
que asolaron Europa en los años 30 y que condujeron a la II Guerra Mundial. La
amenaza es real y, en estos días, hemos podido asistir a una sucesión de
comentarios xenófobos y antisemitas de mal gusto y peor intención: así,
Jean-Marie Le Pen, el histórico dirigente del FN, el que tiempo atrás calificó
la existencia de cámaras de gas como "un detalle insignificante" de
la guerra mundial, el que confiaba en el mortífero virus del Ébora para poner
acabar con la inmigración, ahora ha respondido a las críticas de varios
artistas judíos franceses diciéndoles que habría que hacer "una
hornada" con ellos.
En momentos así resulta obligado el recordar las
lecciones de la historia, como lo fue la tragedia de Oradour para que la memoria
y la conciencia cívica se conviertan en una barrera infranqueable ante las
amenazas totalitarias que están surgiendo en la sociedad europea. Las ruinas de
Oradour nos lo advierten y nos lo recuerdan permanentemente.
Fundación Bernardo Aladrén -
UGT Aragón
Fuente: www.elperiodicodearagon.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario