Honrar a nuestra historia exige ahora
cambios decisivos que debemos consensuar
Pere Navarro 10 DIC 2013 - 00:00 CET
Hace cinco
años, en estas mismas páginas, Albert Solé se refería orgullosa y cariñosamente
a la Constitución como su hermana, no en balde comparten padre:
Jordi Solé Tura. El cineasta, hijo de uno de los mejores ministros de Cultura
de nuestra democracia, recordaba en su artículo Respetad a mi hermana
(EL PAÍS, 6 de diciembre de 2008) que lo importante de esta Constitución no es
tanto el texto como la música, la atmósfera de entendimiento y superación de
las diferencias que desprende el conjunto.
La
encrucijada social, económica, política y territorial en la que España se
encuentra hoy podría, sin duda, superarse con ese mismo espíritu, el que hace
35 años puso de manifiesto que nuestros dirigentes políticos estaban a la
altura de lo que la ciudadanía demandaba. Los catalanes, y el conjunto de los
españoles, nos exigen un proyecto capaz de abordar simultáneamente dos
problemas: resolver las disfunciones acumuladas tras 30 años de desarrollo del
Estado de las Autonomías y encauzar el malestar de amplios sectores de la
sociedad catalana sobre la relación de Cataluña con el resto de España.
Uno de los
elementos para cimentar esa nueva arquitectura institucional del Estado es la
declaración Un nuevo pacto territorial. La España de todos y el
documento Hacia una estructura federal del Estado, aprobados por el
consejo territorial del PSOE el pasado mes de julio en Granada, fruto de un
esfuerzo transparente de reflexión y diálogo para ofrecer a la sociedad
española y al resto de fuerzas políticas.
Las actuales
disfunciones del Estado de las Autonomías han sido descritas de forma amplia y
recurrente y sobre ellas existe un gran consenso: un sistema de reparto de
competencias confuso y conflictivo, la ausencia de una verdadera Cámara
Territorial, un modelo de financiación inacabado e insatisfactorio, la
necesidad de garantizar en todo el territorio del Estado la protección de los
derechos sociales básicos en condiciones de igualdad, la conveniencia de
avanzar en la cohesión de los territorios y en la convergencia regional, la
insuficiente colaboración institucional entre comunidades autónomas y Estado, y
la conveniencia de continuar adecuando las Administraciones públicas a la
estructura territorial autonómica y de mejorar su eficiencia y eficacia.
Es necesario resolver las disfunciones acumuladas en
30 años de desarrollo autonómico y encauzar el malestar de amplios sectores de
Cataluña
Estas
disfunciones son de sobra conocidas y suscitan una pregunta incómoda: ¿por qué
no se abordan con determinación, prontitud y consenso? ¿Qué nos impide dar
respuesta a problemas que redundan en sobrecostes, ineficiencias y perjuicios a
la ciudadanía? La propuesta que dibujamos en Granada ofrece caminos de solución
y muestra nuestra disposición al diálogo para afrontar inmediatamente unos
problemas que no admiten demora.
Pero no
fueron solo estos problemas los que suscitaron nuestra reflexión. Los
documentos aprobados en Granada por los socialistas tenían también un objetivo
claro: proporcionar un cauce para responder al malestar de amplios sectores de
la sociedad catalana que se sienten injustamente tratados, escasamente
comprendidos e insuficientemente respetados. Es cierto que el terreno de los
sentimientos es especialmente resbaladizo y a menudo difícil de atender, pero
no es menos cierto que la política tiene como función precisamente la de
abordar de forma racional y consensuada estas cuestiones.
Sea cual sea
el juicio que nos merezca la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el
Estatuto de Autonomía de Cataluña, debemos reconocer que dicha sentencia alteró
un pacto entre las instituciones catalanas y españolas que fue posteriormente
ratificado en referéndum por los ciudadanos y ciudadanas de Cataluña. No hay
precedentes en nuestra aún joven democracia de una anomalía como esta. Debemos
además ser capaces de dar una respuesta a los amplios sectores de la sociedad
catalana insatisfechos por el sistema de financiación vigente y por las
dificultades del modelo autonómico actual para integrar singularidades
culturales, simbólicas y nacionales.
Los
socialistas deseamos que la ciudadanía perciba un paisaje libre de escenarios
de ruptura, vamos a actuar para corregir la desconexión gradual en el terreno
de los afectos y los intereses compartidos. Por estos motivos decidimos formular
una propuesta ambiciosa de reforma constitucional. Precisamente nosotros, que
hemos defendido siempre la Constitución y el Estado autónomo, planteamos
actualizarlo y perfeccionarlo en una perspectiva federal, porque el federalismo
debe ser el modelo definitivo de nuestra organización territorial, como en
otros muchos grandes Estados del mundo. El federalismo nos ofrece pautas, tanto
para resolver las actuales disfunciones del Estado de las Autonomías, como para
reconocer, respetar e integrar las diversas aspiraciones nacionales que
conviven en España.
Los
socialistas reiteramos nuestras propuestas para renovar el pacto
constitucional, al tiempo que reclamamos transparencia y participación en una
negociación de la que depende nuestro futuro común.
Concluía
hace cinco años Albert Solé que los países, como los individuos, tienen que
saber distinguir y honrar los giros decisivos de su historia. Lamentablemente,
los presidentes Rajoy y Mas no identifican que el presente es uno de los
momentos en los que honrar a nuestra historia exige cambios decisivos que
debemos acordar entre todos.
Pere Navarro i Morera es primer secretario del PSC.
Fuente: www.elpais.com

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