Fernando Hernández Sánchez
Publicado en 2013/12/17
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LA ESTACIÓN DE FINLANDIA / Tras el
abandono la lucha armada contra la dictadura a comienzos de los años 50, solo
algunos sectores minoritarios de la izquierda en el exilio apostaron por el
mantenimiento de una oposición intransigente y radicalmente opuesta al abandono
del ideal republicano y a cualquier pacto con los sectores conservadores
desgajados del régimen. La influencia de las luchas anticoloniales y de la
revolución cubana, unida al deseo de hacer algo efectivo por la caída de
Franco, llevaron a un grupo de luchadores veteranos a fundar organizaciones
efímeras, como la Unión de Combatientes Españoles, en 1959, o
el Movimiento por la IIIª República y por la reconstitución del
Ejército Republicano, en 1963, últimos intentos de sumar la
experiencia guerrillera de postguerra y las tendencias emergentes de la nueva
izquierda revolucionaria.
Del fin de la guerrilla al resurgir
de los grupos armados (1953-1959).
Cuando en 1951 el Partido
Comunista de España (PCE) constató el fracaso de la táctica
guerrillera contra la dictadura, las formas de oposición armada entraron en un
periodo de decadencia. El PCE fue, prácticamente, la única fuerza política que
mantuvo durante tanto tiempo el pulso violento al franquismo: El Partido
Socialista Obrero Español (PSOE) había evacuado a sus últimos
militantes, refugiados en las montañas astur-leonesas, en octubre de 1948;
el Partido Nacionalista Vasco (PNV), que llegó a reclutar un
batallón entrenado por los aliados, y creado una organización de antiguos
gudaris –la Eusko Naia-, disolvió ambas estructuras en torno a
1947; las acciones imputables a los anarquistas, por último, quedaron reducidas
a golpes individuales en escenarios urbanos, ejecutados al margen de las
directrices confederales, y decrecientes a medida que sus responsables iban
cayendo en manos de la policía[1]. A comienzos de la década
de los 50 se estaba cerrando el ciclo de la resistencia armada de postguerra,
cuyo objetivo había sido la restitución de la legalidad republicana de 1936[2].
La derrota afectó tanto a la
“vanguardia militar” guerrillera como al conjunto de las organizaciones de
izquierda, que quedaron prácticamente desarticuladas e inermes durante la mayor
parte del decenio[3]. El peso aplastante de la
represión y la consolidación del régimen franquista, en el contexto de la
guerra fría, llevaron a la oposición interior y a la del exilio a la aceptación
fatalista de la idea de una previsible larga perdurabilidad del franquismo, y a
la necesidad de redefinir sus estrategias a fin de acordar una alternativa
consensuada en el marco de una solución pacífica. El PCE apostó por la
infiltración en los sindicatos verticales y, tras adoptar una nueva línea
basada en la “reconciliación nacional”, centró su actividad clandestina en el
desencadenamiento de una “Huelga Nacional Pacífica” (HNP), cuyo objetivo sería
provocar el colapso de la dictadura. La convocatoria de la “HNP” se llevó a
cabo el 18 de junio de 1959, y se saldó con un rotundo fracaso[4]. El PSOE, por su parte,
frecuentó los contactos con monárquicos, liberales y democristianos para negociar
la instauración de un régimen constitucional homologable por las potencias
occidentales. El más célebre de estos encuentros se escenificó en la reunión de
Munich de 5 de junio de 1962, convocada por el Movimiento Europeo.
Solo algunos sectores residuales de
la izquierda del exilio, marginados o expulsados de sus organizaciones
originarias –la Unión Socialista Española (USE) del ex
ministro de Estado Julio Álvarez del Vayo, y el Movimiento de Acción
Socialista (MAS) del antiguo dirigente del Partido Socialista
Unificado de Cataluña(PSUC) José del Barrio Navarro[5]- apostaron por el
mantenimiento de una oposición intransigente, esencialmente republicana y
virulentamente opuesta a pactos con los monárquicos y otros sectores desgajados
del franquismo. Sus portavoces denunciaban lo que consideraban la traición del
socialismo mayoritario, el abandono de la vía revolucionaria por el PCE, la
grave pasividad del gobierno republicano en el exilio -al que consideraban poco
más que una reliquia decorativa- y, en general, la indolencia de una oposición dividida
que abandonaba la lucha en el interior mientras depositaba su confianza, una
vez más, en una incierta presión diplomática para conseguir el cambio de
régimen en España. Manifestaban, asimismo, el cansancio acumulado por una
sucesión ininterrumpida de experiencias fallidas para la coordinación de las
fuerzas del exilio: desde la época de la Alianza Nacional de Fuerzas
Democráticas (ANFD), las plataformas unitarias habían adolecido de una
serie de fracturas, debilidades y enfrentamientos sectarios que habían
terminado por tornarlas inoperantes[6]. Del Barrio transmitía esa
irritación en una crónica para el boletín Acción Socialista, órgano
del movimiento homónimo que dirigía en Francia: “[En París, el 26 de
enero de 1961] se reunieron los partidos del exilio llamados “tradicionales”.
Los convocó la CNT reunificada, la que les proponía la formación de un Frente
Antifascista dedicado a organizar y realizar la lucha por la liberación de
España (…) Pana perdida. Una sucesión de oradores opinaron a lo largo de muchas
horas durante varias sesiones (…) [En nombre del PSOE, Rodolfo Llopis] pintó el
cuadro más sombrío que imaginarse pueda. Nada se puede hacer. Que nadie piense
en la posibilidad de desarrollar la lucha revolucionaria en España. Es una
locura. No hay otra política posible que (…) la del PSOE (…) Hay que irla
propiciando y esperar a que cristalice. Los grupos de derecha de España la ven
cada día con mejores ojos. Lo mismo pasa con los extranjeros occidentales,
socialdemócratas y democratacristianos, y no digamos con los norteamericanos,
desde los sindicalistas hasta la nueva administración Kennedy. ¿El exilio
antifascista?: Cero. ¿Otros amigos en el extranjero capaces de ayudar a
incrementar la lucha del pueblo en España? Ni hablar; no existen. Y si
existieran, peor. Nada, nada. Mansedumbre y buenas maneras. Paciencia y
pacifismo…”[7]
Alentaba en estos grupos un ánimo
expectante, la sensación de estar a la espera de alguien que hiciera
algo para superar el punto muerto en que se encontraba una oposición
inerme e incapaz de realizar un esfuerzo eficaz para derribar a Franco. Es esta
expectación la que conduciría a José del Barrio a saludar, en 1959, el
llamamiento del general Alberto Bayo a una “intensificación de la lucha por la
liberación de [los pueblos de España]”, a la reconstitución del ejército
republicano y a la implantación de la IIIª República[8].
La Unión de Combatientes Españoles
(UCE).
El 1 de abril de 1959, con motivo
del vigésimo aniversario del fin de la guerra civil, el general Alberto Bayo
lanzó en Caracas un manifiesto llamando a la lucha para evitar que el dominio
opresor de Franco y la Falange se prolongara por más tiempo. Bayo, cuya hazaña
más célebre había sido el intento de reconquista de Mallorca durante los
primeros compases de la guerra, se exilió en México al final de la contienda y,
posteriormente, en Cuba. En este último país actuó como instructor militar
del Movimiento 26 de Julio de Fidel Castro, y allí se impregnó
de las tesis insurreccionales que el Che Guevara formuló en su voluntarista
concepción de la guerra de guerrillas: la posibilidad de que un movimiento
popular armado fuera capaz de derrotar a un ejército regular, y la convicción
de que la propia actuación de la insurgencia podía acelerar la maduración de
las condiciones para una revolución, aunque estas no existieran previamente[9].
En medio de una ola de entusiasmo
por el triunfo de la revolución cubana y por la caída del gobierno autoritario
del general Pérez Jiménez en Venezuela, Bayo fundó en La Habana la Unión
de Combatientes Españoles (UCE), en julio de 1959. Su programa definía
a la UCE como un movimiento, no como un partido, abierto a integrantes
procedentes de otras organizaciones preexistentes que se mostrasen dispuestos a
apoyar un “programa de Unidad y Acción”, antítesis de la división imperante
entre las organizaciones del exilio y opuesto al “quietismo” de las
instituciones que encarnaban la legitimidad republicana, de las que exigía un
paso decidido hacia la beligerancia contra Franco. Para lograr sus objetivos,
la UCE contemplaba la creación de una doble estructura, civil y armada,
compuesta por “delegaciones de Acción y Ayuda” al movimiento tanto en el
interior de la Península como en el exilio, y por unas “fuerzas armadas de
liberación” de las que Bayo se autoproclamaba comandante supremo[10]. Intentando presentar su
movimiento como un proyecto de alcance e integración nacionales cuyos únicos
enemigos eran Franco y la Falange, Bayo se dirigía también a los militares,
apelando a su patriotismo para colaborar en el derribo de la dictadura.
El manifiesto de Bayo apenas tuvo
eco más allá del apoyo que le prestaron grupos disconformes con la pasividad de
los principales sectores de la oposición antifranquista. La UCE acusó
recibo de un supuesto mensaje de adhesión remitido por la CNT de Asturias, y
logró integrar en su órbita a un conglomerado de grupos heterogéneos radicados
en Latinoamérica, Francia y el norte de África, muchos de los cuales a duras
penas encubrían su carácter prácticamente unipersonal. Entre ellos se
encontraba la Unión Cívica Española, liderada por José del Barrio,
que agrupaba a disidentes comunistas – el Movimiento de Acción
Socialista (MAS)-, socialistas independientes y miembros del
POUM. En Cuba, la UCE recibió ofertas de apoyo por parte del denominado Movimiento
de Liberación Español (MLE) encabezado por un tal Manuel Rojas,
en estrecho contacto con el por entonces comandante revolucionario Eloy
Gutiérrez Menoyo. Este, a su vez, tenía en mente la creación de un Ejército
de Liberación Español -él era hijo de un militante del PSOE
exiliado en Cuba-, que no pasó del estadio de efectuar declaraciones genéricas
sobre la posibilidad de recabar armas y realizar colectas de fondos a través de
la venta de unos “bonos de la Liberación”[11]. Los lazos internacionales
de la UCE se extendían también al movimiento patriótico portugués
liderado por el general Humberto Delgado. La colaboración entre ambas
organizaciones llegó al extremo de concebir, durante una reunión en Venezuela,
el fantástico proyecto de efectuar de forma simultánea y combinada una acción
aeronaval combinada en Canarias y Guinea, por parte española, y en Angola y
Portugal, por parte lusa[12].
La única actividad real de la UCE
fue la difusión de propaganda antifranquista a través de tres estaciones
emisoras de onda corta radicadas en Venezuela, que emitían con el indicativo de
“Radio Claridad 2”. Pero a pesar de sus manifestaciones autocomplacientes, la
UCE apenas tuvo incidencia en el interior de España, y se la consideró
desmantelada en febrero de 1960. Como tantos otros grupos, se deshizo
entre acusaciones mutuas de provocación e infiltración policial. A los pocos
meses de su fundación, el 2 de octubre, se produjo la escisión del Directorio
Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL), que ejecutó algunas
acciones de cierta envergadura, como la colocación de artefactos explosivos en
estaciones, dejando un saldo de dos muertos propios “por accidente”, un
ejecutado a garrote vil y varios encarcelados[13]. Sin embargo, la acción
propagandística más espectacular consistió en el secuestro del trasatlántico
“Santa María” (rebautizado “Santa Liberdade”) por un comando integrado por
activistas portugueses y españoles que pretendían denunciar ante el mundo las
dictaduras de Salazar y Franco. El “Santa Liberdade”, con más de mil pasajeros
a bordo, en su mayoría gallegos, realizaba la travesía entre La Guaira
(Venezuela) y Vigo cuando fue tomado el 22 de enero de 1961 por un comando
mixto de antifascistas portugueses y gallegos, bajo las órdenes de Xosé Velo,
Xurxo Fernández de Soutomaior, y Henrique Galvão. La armada norteamericana, por
orden del presidente Kennedy, localizó el barco y acabó conduciéndolo hasta las
costas de Brasil, dejando libres a los asaltantes[14]. Bayo, por su parte,
abandonó sus proyectos personalistas y, durante un viaje a la Unión Soviética
en el que se entrevistó con Dolores Ibárruri, acabó solicitando su ingreso en
el PCE[15].
La formación del “Movimiento por la
IIIª República y por la reconstitución del Ejército Republicano” (MPTR).
A pesar del fracaso de la UCE, José
del Barrio se propuso que no decayera el llamamiento a la acción. Para Del
Barrio, la operación del DRIL ponía en evidencia que era posible pasar con
éxito de la retórica a la práctica. Desde ese momento, cualquier forma de
renuncia al objetivo de derribar al franquismo, violentamente si era preciso,
constituía una traición a los ideales republicanos que decía encarnar el
gobierno en el exilio. Si Bayo había intentado aún ofrecerse como cabeza de una
fuerza militar al gabinete residente en México, para Del Barrio, el gobierno se
había convertido en una “Junta antirrevolucionaria [presidida] por un
Gentilhombre de Cámara del rey Alfonso XIII [el general Emilio Herrera
Linares]”, cuyas contradicciones habían llegado “al punto de adoptar una
línea conducente a ‘convencer a Franco para que abandone voluntariamente el
poder…’; en escribirle (Herrera a Franco) ‘de caballero cristiano a caballero
cristiano’, proponiéndole negociar de tú a tú y ‘con un crucifijo por medio’… y
a hasta dejar dicho (…) por unos y otros de sus colaboradores, llamados nada
menos que ministros ‘republicanos’, que el titulado Gobierno de la República
está dispuesto a aceptar…¡hasta la Monarquía en España!” [16].
El objetivo, a partir de ahora, ya
no iba a ser una cada vez más improbable reinstauración de la IIª República,
sino la implantación de una IIIª, sustentada sobre una izquierda de amplio
espectro, desde comunistas, como Del Barrio o López Tovar, a socialistas como
Ángel Galarza, y próximos al anarquismo como Juan Perea Capulino, cuyo
denominador común era la postulación de un socialismo federativo y no alineado[17].
José del Barrio y Juan Perea
Capulino, a los que unía desde la guerra una vieja relación de colaboración[18], fueron los principales
impulsores del grupo. Mientras Del Barrio avivaba desde París la llama
mortecina del Movimiento de Acción Socialista, Perea se encargó
personalmente de contactar en Toulouse con ex militantes de los partidos de
izquierda. El antiguo responsable de la operación guerrillera del valle de Arán
en 1944, Vicente López Tovar, refiere en sus memorias: “En 1963 se
presenta en mi laboratorio [de fotografía] un señor que dice conocerme,
estuvimos hablando de España y de la política a seguir para combatir ese
régimen, yo le manifesté claramente nuestra posición. Somos un grupo de
comunistas y la sola situación para nosotros es combatir el revisionismo con la
victoria de la lucha armada. Entonces me manifestó ser el General Perea, Jefe
del Ejército del Este. Yo poco contacto tuve con él en España, y me prometió
una próxima visita, con el fin de participar a la constitución de la lucha por
la III República (…) A continuación se presenta Del Barrio, que era
miembro del Comité Central del Partido Socialista Unificado de Cataluña,
y nos plantea la organización de la III República en Francia, y yo ya estaba de
acuerdo [con los] demás camaradas para hacerles saber, que el día que
encontrásemos un verdadero Partido Marxista Leninista, seguiríamos sus
consignas, ellos lo aceptaron así”[19].
El instrumento elegido para llevar a
cabo sus objetivos habría de ser un ejército republicano reconstituido, para el
que se buscaba el reclutamiento de antiguos jefes militares de la guerra. De
hecho, el movimiento organizó un escalafón, repartió grados y credenciales[20] y emitió, en nombre
de la autoridad del gobierno de la IIIª República Española, una orden de
movilización general que, repleta de galicismos y erratas, resulta
improbable que circulara fuera de Francia y de los estrechos círculos de
iniciados. En la práctica, más allá de su escasa operatividad, el “ejército
republicano reconstituido” se convirtió en la organización principal,
sustituyendo a la organización política de la que había emanado cuando en 1966
esta se autoerigió en “Consejo de Gobierno de la IIIª República Española”, con
sede en Argel[21]. De dicho Consejo de
Gobierno formaban parte José del Barrio, como Vicepresidente para asuntos
militares, y López Tovar, como segundo Jefe del Estado Mayor General.
El contexto era favorable al
surgimiento de las iniciativas que planteaban el recurso a la violencia
revolucionaria: las guerras de emancipación en África y Asia se encontraban en
su apogeo, y la revolución cubana se había consolidado como modelo para
el movimiento anti-imperialista. De ahí la retórica que impregnaría los
primeros textos del Movimiento por la IIIª República: “Es necesario hablar el
único lenguaje que el imperialismo puede comprender: el lenguaje que usó
Sandino en Nicaragua, Fidel Castro en la Sierra Maestra, los indochinos en
Dien-Bien-Fu y el FLN en Argel” [22].
A ello habría que añadir que la
escisión del movimiento comunista internacional entre el modelo prosoviético y
el prochino, tras el XX Congreso del PCUS, se encontraba en su apogeo a
comienzos de los años 60, aportando una revalorización de la táctica
insurreccional por parte de la interpretación maoísta del marxismo-leninismo.
En la lucha por la hegemonía dentro del movimiento comunista internacional,
China no escatimó esfuerzos para fomentar el surgimiento de grupos partidarios
de sus tesis. Cuenta López Tovar en sus memorias: “Empezamos a sentir los aires
de China, y un camarada nos propuso mandarnos propaganda, lo aceptamos sin ningún
compromiso. Aquello fue un diluvio de revistas y periódicos, algo extravagante,
nos dimos pronto cuenta de que aquello no nos servía para nada, y sobre todo
cuando pudimos leer en una revista que la cosecha era buena gracias al
pensamiento de Mao Tse Tung (…) Siguieron durante algún tiempo
enviándonos propaganda a tal extremo que llegamos a pensar que estaban locos,
cientos de revistas y de periódicos a tal extremo que los dejábamos en la calle
en paquetes enteros”[23].
Con mayor o menor eco, la propaganda
maoísta y el ejemplo de los movimientos de liberación tercermundistas incidían
sobre un sector, el de la izquierda comunista, que acogía en su dividido seno a
antiguos disidentes del PCE –militantes históricos en muchos casos, con un
amplio historial de lucha durante la guerra civil y la resistencia antinazi-,
grupúsculos del exilio escindidos tras el XX Congreso del PCUS, y activistas
jóvenes del interior[24]. Sería la conjunción de la
frustración generada por lo que juzgaban como inanidad de la oposición
antifranquista y el voluntarismo de una generación de veteranos luchadores que se
veía envejecer sin ver realizada su aspiración de derribar la dictadura lo que
les llevaría de nuevo “al monte”.
Organización y acciones
del MPTR.
La táctica a seguir por el
reconstituido ejército republicano fue motivo de una de las primeras reuniones
del denominado Estado Mayor del Movimiento por la IIIª República, celebrada en
Toulouse en 1962, en la que se analizaron críticamente las actuaciones
militares durante y después de la guerra civil. Uno de los asistentes –Jesús de
Cos, alias “Comandante Pablo”, que había pertenecido a la Brigada Ceferino
Machado de la guerrilla que actuó en los Picos de Europa hasta su retirada a
Francia en 1947- relata: “Llegamos a la conclusión de que con la táctica y
medios empleados para combatir a un enemigo bien pertrechado y organizado jamás
un pueblo puede obtener una victoria empleando métodos de guerras clásicas
frentistas y sí llevando a cabo una guerra popular de guerrillas, para lo cual
tuvimos un ejemplo y un precedente con la organización del XIV Regimiento
en la retaguardia del enemigo durante los tres años de guerra y en la
organización de la Resistencia en Francia”[25].
Los presentes se consideraban
suficientemente autorizados para opinar, ya que prácticamente todos ellos
habían sido responsables de grandes unidades durante el conflicto: Perea, como
coronel del Ejército del Este; Del Barrio, comandante de la columna “Carlos
Marx” desde las primeras jornadas de julio del 36 y posteriormente teniente
coronel del XVIII Cuerpo de Ejército; Tovar, que había comandado la 42 y la 46
División del Ejército de Maniobra durante la batalla del Ebro, llegó a alcanzar
el grado de teniente coronel de las Fuerzas Francesas del Interior (FFI) por su
trabajo en la resistencia antinazi.
Los debates no se limitaban a lo
exclusivamente militar. La controversia acerca de la pérdida de la guerra
constituía aún entonces un lugar común en el discurso de la izquierda desgajada
de los dos grandes troncos partidarios, cuyos orígenes se remontaban al mismo
comienzo del exilio. Según Jesús de Cos, “las discusiones, en lo que yo presencié,
se basaban en las exacerbadas críticas que se hacían sobre la claudicación de
la dirección del PC que ya estaba tratando de pactar en aquella época con
franquistas y neofranquistas y denunciando nuestras iniciativas, porque
preconizábamos la lucha armada, única opción que veíamos para derribar la
dictadura. Quien más énfasis puso en estas discusiones fue el General Perea, en
base a las experiencias vividas por él en España “[26]. La exigencia de
responsabilidades políticas a la dirección del PCE, en particular, era una de
las viejas tesis de Del Barrio, que desde 1953 venía exigiendo la convocatoria
de un Congreso de reunificación de todos los comunistas en cuyo marco se
llevara a cabo una comisión de investigación para dilucidar el comportamiento
de cada uno de los dirigentes de 1939[27].
Desde el punto de vista operativo se
crearon dos regiones de actuación, denominadas en clave “F” y “S”, designando
como responsable de ésta última –que correspondía a la zona fronteriza- a López
Tovar, con la misión principal de establecer bases de entrenamiento. Se trataba
de reactivar la vieja red de enlaces de la época del maquis, con la intención
de filtrar militantes desde Francia en lugar de reclutarlos en el interior[28]. En palabras del
“Comandante Pablo”, “la primera tarea que se nos encomendó a cada responsable
de región fue la de captar adeptos que estuviesen dispuestos a luchar por la
reconquista de la República, para cuya ingente labor deberíamos reconstituir el
embrión del futuro ejército republicano, pero empleando otros métodos de lucha
(preconizados por Perea, del Barrio, Tovar, el coronel Redondo y treinta y
tantos responsables que nos reunimos en Toulouse) (…)A mí se me encomendó
la tarea de abrir los pasos de la frontera. Hice un viaje de ocho días
desde Hendaya a Port Bou con Tovar y José Cólera para contactar con los viejos
enlaces del PC y sí que tuvimos éxitos. Más tarde los pondríamos al servicio
del recién constituido PC (m-l) y del FRAP” [29]
A este respecto Tovar señala ya un
elemento de debilidad en el desarrollo del movimiento: la incapacidad para
reclutar adherentes jóvenes, por lo que se dependía de las “viejas glorias” de
la época de la Resistencia y de la guerra civil, “cosa bastante difícil, porque
los refugiados empezamos a tener las piernas cansadas, guerra de España y en
Francia, y la nueva generación no se ocupa seriamente de lo que ocurre en
España”.
El Movimiento por la IIIª República
no participaba del vínculo generacional que caracterizaba a las otras
organizaciones de la izquierda radical, la mayoría de cuyos militantes no
habían nacido durante la guerra civil[30]. La IIIª República, por el
contrario, estaba integrada por hombres que no solo la habían vivido, sino que
habían ocupado puestos relevantes durante ella y en la inmediata guerra
mundial. En este sentido, se puede considerar al Movimiento por la IIIª
República como un producto de la revalorización de la lucha armada por parte de
la nueva izquierda en los años 60, aplicada a un epifenómeno de la lucha
guerrillera agotada en los 50.
Los grupos de la IIIª República se
propusieron operar por zonas estancas, para evitar las caídas. Jesús de
Cos comandó la correspondiente a los Pirineos Atlánticos. Tanto su casa de
Burdeos como la pequeña empresa de construcción con la que se ganaba la vida
fueron profusamente empleadas como base de transmisión, estafeta y puesto de
cobertura a las operaciones en el interior. A pesar de este despliegue de
voluntarismo, las acciones montadas fueron escasas: “Supe –confiesa De
Cos- que en Madrid y en Levante se hicieron algunas operaciones porque así me
lo notificaron varios autores de las operaciones que pasaron por mi casa, pero
no creo que fueron de mucha envergadura, aparte de difundir manifiestos. No
tengo noticias de otras acciones”.
Tovar confirma que, dentro de una
tónica de muy baja intensidad, la zona más activa fue la de Burdeos y Hendaya,
donde “a pesar de la poca fe que poníamos en ello, pues no lo veíamos claro,
llegamos a formar algunos grupos para salir directamente hacia España (…) con
material nuestro que teníamos escondido de la Resistencia”. El propio Tovar
tuvo que encargarse personalmente de servir de correo en alguna ocasión, aún
sabiendo que tenía encima la vigilancia de la Dirección de Seguridad
Territorial (DST) francesa[31]: “Una vez que el asunto
corría prisa y no teniendo a nadie disponible, me encontré en Burdeos con una
maletilla, con 50 detonadores y 50 cartuchos de plastic, y no encontré a
nadie en la cita. Estuve recorriendo algunos cafés con esa mercancía hasta que
encontré a los interesados, si se le ocurre a la policía el controlarme, la que
se hubiese armado”.
La coordinación tampoco debía ser
eficaz, y las escasas acciones podían frustrarse por la deficiente red de
contactos. El número de militantes nos es desconocido. Se apunta una cifra
de 2.000 miembros entre el exilio y el interior, pero es seguro que se
trata de un dato sobrevalorado: Tovar reconoce en algún momento que los
que se reunían con él en Toulouse eran unos treinta. [32]
La plana mayor de la IIIª República
tenía noticias de la existencia de otros grupos que habían optado por el
activismo armado en España –en 1964 Álvarez del Vayo había fundado el Frente
Español de Liberación Nacional (FELN)-, pero nunca mantuvo contacto con ellos.
La operación más audaz planificada por el movimiento fue, sin embargo, un
trabajo por encargo: el intento de secuestro del líder nazi belga León
Degrelle. Degrelle, fundador del Partido Rexista, se exilió en la España de
Franco en 1944 huyendo del proceso que tenía pendiente en su país. Se
instaló en un paraje perdido de Sierra Morena, la finca “La Carlina”, a
veinte kilómetros del pueblo más cercano, Constantina, en la provincia de
Sevilla. Desde allí montó una industria metalúrgica, efectuó operaciones de
importación de algodón de Australia y, por último, se hizo empresario de la
construcción, dándose la circunstancia de que edificó cincuenta chalets para
familias de militares norteamericanos de la base de Morón de la Frontera.
Cuenta Jesús de Cos que en los años 60, los servicios secretos israelíes, tras
la captura, juicio y ejecución de Adolf Eichmann, pretendieron llevar a cabo
una operación similar contra Degrelle. Para ello, ofrecieron armas y dinero a
la IIIª República, que debería encargarse de localizar a Degrelle,
secuestrarlo, transportarlo hasta territorio francés, y entregarlo a los
agentes israelíes. Jesús de Cos fue encargado de constituir un grupo que sería
dirigido por un responsable enviado desde Argelia, un tal José Luis Espinosa
(“Juan”). De Cos diseñó un operativo en el que un miembro del grupo se
destacaría hasta Sevilla para vigilar los movimientos de Degrelle y establecer
una pauta de actuación, mientras que el resto del comando esperaría la ocasión
para actuar desde un piso franco de San Sebastián, donde tenían previsto
encerrar a Degrelle antes de pasar a Francia con seguridad. La operación
fracasó porque una confidencia puso sobre aviso a Degrelle, que escapó, y la
policía capturó al comando en San Sebastián[33]
Debilidad, crisis y desaparición del
MPTR.
La responsabilidad de la fallida
captura de Degrelle fue atribuida a la presencia de agentes policiales
infiltrados en el movimiento. De Cos apunta, concretamente, al propio
responsable de la operación, Espinosa, que escapó sorprendentemente de la
redada en Guipúzcoa. Todavía tendría tiempo de trabajar en el interior del Frente
Revolucionario Antifascista y Patriótico (FRAP) antes de que se destapara su
relación con la policía española con motivo del atentado que en abril de 1978
llevó a cabo, junto con dos cómplices, contra el líder del Movimiento para la
Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario (MPAIAC), Antonio
Cubillo –ex militante, por cierto, de la IIIª República[34]-. Tovar ya había advertido
a José del Barrio y a Rafael Pérez Martín (“Coronel Arroyo”, jefe del
contraespionaje de la IIIª República), de la presencia en el propio Estado
Mayor de elementos sospechosos: <<Del Barrio manifestó que ya lo sabía,
pero lo soportaba para controlarlo; esto creó como consecuencia un barullo
indescriptible y el final de la reunión (…) A continuación –concluye Tovar- yo
presenté mi dimisión al movimiento de la IIIª República>>.
A la facilidad para ser penetrado
por provocadores franquistas y a los impedimentos opuestos por la policía
francesa había que sumar la absoluta penuria de medios a la que debía
enfrentarse el movimiento: “Pronto nos dimos cuenta que esto no marchaba,
aquí en Francia no recibimos la más pequeña ayuda para podernos organizar,
viajar, etc, etc, papeles no nos faltaban, pero detrás no había nada
consistente. Estos dirigentes se dedicaron a viajar, China, Yugoslavia, países
africanos, etc. Etc, seguramente en busca de reconocimientos oficiales, pero lo
principal que era en España, no respondía como debía (…) Como los de Argelia no
mandaban nada y todo el mundo pedía, pensábamos que nosotros nos quedábamos con
ello, una vez casi salimos a tiros, la verdad es que nunca recibimos la más
pequeña cantidad de dinero”[35].
En septiembre de 1967 se produjo el
fallecimiento del general Perea, dos años después del derrocamiento en Argelia
de Ahmed Ben Bella, y un año antes del asesinato en Guinea de Atanasio Ndongo,
los principales valedores de la IIIª República. Falto de un liderazgo que Del
Barrio no pudo o no quiso asumir, y de todo apoyo tanto en el exterior como en
el interior, el Movimiento por la IIIª República se derrumbó. Tovar lo enjuició
póstumamente con una mezcla de fatalidad y pragmatismo: “Este movimiento no
podía tener éxito, pues le faltaba el apoyo del pueblo, nosotros seguimos esto
porque nos permitía tener contactos, y al mismo tiempo organizarnos como
partido”.
En esta perenne búsqueda de aquel
alguien que hiciese algo, varios de los integrantes de la IIIª República –
Tovar, De Cos, “Arroyo”…- acabarían por ser atraídos a la órbita de una nueva
organización, el PCE (m-l), o de su frente de masas, el FRAP[36]. Sin embargo, cuando en
1974 el FRAP postulase el salto a la lucha armada, algunos de los más veteranos
dirigentes guerrilleros dejarían de acompañarle en un camino que, habiendo sido
durante mucho tiempo el de su vida, consideraban ya para entonces
definitivamente cancelado.
Dirigentes del MPTR (De izquierda a
derecha: Antonio Cubillo, Juan Perea y José del Barrio, junto con el dirigente
ecuatoguineano Atanasio N´dongo).
[1] SERRANO,
Secundino: Maquis. Historia de la guerrilla antifranquista. Madrid,
Ediciones Temas de Hoy, 2001, pp. 145 y 334. Los últimos 29 guerrilleros
socialistas asturianos huyeron desde el puerto de Luanco en un barco de pesca
francés, en el que llegaron hasta el puerto de San Juan de Luz, adonde llegaron
el 22 de octubre de 1948. Sobre las organizaciones del PNV, DOMÍNGUEZ
IRIBARREN, Florencio: “La violencia nacionalista de ETA”, en JULIÁ, S. (ed.):Violencia
política en la España del siglo XX, Madrid, Taurus, 2000, p. 329.
[2] MORENO GÓMEZ,
Francisco: “Huidos, maquis y guerrilla: Una década de rebeldía contra la
dictadura”, en Ayer, nº 43, 2001.
[3] HEINE, Harmut: La
oposición política al franquismo, Barcelona, Grijalbo, 1983,
pp. 472-474.
[4] MORÁN, Gregorio: Miseria
y grandeza del Partido Comunista de España, 1939-1985. Barcelona, Planeta,
1986, p. 353. Para el clima de convocatoria de la “HNP” y el debate que su
fracaso motivó posteriormente en el PCE, SEMPRÚN, Jorge: Autobiografía
de Federico Sánchez. Barcelona, Planeta, 1977.
[5] Julio ÁLVAREZ DEL VAYO
llevó a cabo en el exilio varias iniciativas destinadas a unir a los socialistas
de izquierda, antiguos seguidores de Negrín y opositores a Indalecio Prieto.
Fundó la Unión Socialista Española y, tras buscar
infructuosamente apoyos en Yugoslavia y Cuba, acabó por integrarse en el Frente
Revolucionario Antifascista y Patriótico (FRAP) -organización “de
masas” vinculada al PCE (m-l)-, que presidió hasta su muerte en 1975. José del
BARRIO NAVARRO fue expulsado del PSUC en 1943, por su crítica del papel jugado
por la URSS en la Segunda Guerra Mundial. Fundó varias organizaciones comunistas
disidentes, entre las que destacaron los Círculos de Acción Socialista.
Colaboró estrechamente con el exdirigente del PCE Jesús Hernández Tomás en la
formación de un partido pro-yugoslavo.
[6] Tras el enésimo
enfrentamiento entre los comunistas y el resto del antifranquismo, se intentaron
proyectos unitarios en 1951, con motivo de la Conferencia por la Paz de Zagreb
–fracasado por tener lugar durante el periodo álgido del cisma titista-, y en
1953, con la creación de un denominado Movimiento Republicano Antifascista de
Liberación Hispana –con una indeterminada nómina de organizaciones signatarias
que hace sospechar su prácticamente nula representatividad-. Fondo
personal de José del Barrio, 3(2) b I (1), Centro de Estudios Históricos
(CEHI). Para el Congreso de Zagreb, HERNÁNDEZ SÁNCHEZ, Fernando: “El hombre de
Belgrado: Jesús Hernández y el movimiento comunista en los años 50”, Actas
del I Congreso de historia del PCE, Madrid, Fundación de Investigaciones
Marxistas, 2004.
[7] Acción Socialista,
año IX, 2ª época, nº 55, París, marzo, 1961.
[8] “Mensaje del general
Alberto Bayo a todos los españoles”, Acción Socialista, año VII, 2ª
época, nº 45, 14 de abril, 1959.
[9] MONREAL, Manuel: Bayo,
España y la Libertad. Editorial Revolucionaria Bayo Libros, La Habana,
1961, pp. 90-91.
[10] MONREAL, op, cit. p.
97 y 101. El intercambio epistolar entre Bayo, Martínez Barrios y Gordón Ordás,
en pp. 110-127.
[11] “El llamado Manuel
Rojas y cuyo nombre auténtico es Abderramán Muley, delegado de la UCE en Cuba
(…) había ejercido cierta influencia en el animo de algunos compañeros, con la
promesa del comandante Gutiérrez Menoyo (…) en facilitar mil equipos de guerra
completos. También alardeaba de su organización clandestina de jóvenes
estudiantes en Madrid, dispuestos a actuar y otro grupo de cien jóvenes
españoles en Cuba, fogueados en la Revolución y conocedores de toda clase de
armas, estaban dispuestos a actuar. Todo esto era falso. Nada existía”.
MONREAL, op, cit. p. 132
[12] MONREAL, pp.
115 y 131.
[13] MONREAL, p. 162
[14] RAMONET, Ignacio:
“Santa Liberdade”. La Voz de Galicia, 16 de junio de 2004.
[15] MONREAL, p. 207.
[16] Acción Socialista,
año IX, 2ª época, nº 55, París, marzo (1961), p. 2.
[17] No en vano Del Barrio
había apoyado las posiciones de la Yugoslavia de Tito desde los tiempos de la
ruptura del régimen socialista balcánico con la Kominform, en 1948. HERNÁNDEZ
SÁNCHEZ, Fernando: op. cit., p. 15-20.
[18] Del Barrio había
sostenido en los meses finales de la guerra una agria polémica con su propio partido,
el PSUC, a costa de sus planes y los de Perea de mantener una cabeza de frente
en el Pirineo leridano, a fin de ofrecer un territorio liberado al gobierno de
la República por si acababa produciéndose una intervención de las democracias
en contra de Franco. La dirección del PSUC rechazó el proyecto y lo bautizó
como la “república Perea-Del Barrio o la república de los aventureros”.Fondo
personal José del Barrio, 2 (1) 0 (20), CEHI.
[19] LÓPEZ TOVAR, Vicente:
Biografía de Vicente López Tovar, coronel de los guerrilleros españoles en
Francia. Manuscrito inédito, mecanografiado, Toulouse, 1986, p. 203.
[20]“El 2 de febrero de 1963
recibo la Tarjeta Militar de identidad al grado de Coronel de Infantería del
futuro Gobierno de la III República”. LÓPEZ TOVAR, Vicente: op. cit., p.
203.
[21] La sede se eligió
contando con los apoyos del gobierno argelino, del partido único, el
Frente de Liberación Nacional, y muy especialmente del presidente Ahmed Ben
Bella. La IIIª República recibió también el sostén del
dirigente anticolonialista ecuatoguineano Atanasio Ndongo. LÓPEZ TOVAR,
Vicente: op. cit., p. 209.
[22] Citado en RUIZ
AYÚCAR, Ángel: El Partido Comunista. 37 años de clandestinidad.
Madrid, Editorial San Martín, 1976, p. 328.
[23] LÓPEZ TOVAR, p.
201.
[24] Cuenta López Tovar
que llegó “a tener un pequeño núcleo que no estaba de acuerdo con la política
de Carrillo [y] Dolores”. El problema era que su formación política era
deficiente y no les servía para superar la admiración reverencial con la
que, aún en la disconformidad, trataban al Partido: “Muchos de ellos eran
políticamente flojos, no llegaban a comprender que los que actualmente dirigían
el Partido eran revisionistas, tenían falta de información, lo único que habían
hecho en su vida era cotizar y decir que sí”. LÓPEZ TOVAR, Vicente: op.cit., p.
197.
[25] Correspondencia con
Jesús de Cos “Comandante Pablo”, marzo de 2004.
[26] Carta al autor de
Jesús de Cos, 27/11/2004.
[27] Del Barrio impulsó
una Comisión Pro Congreso Extraordinario de todos los comunistas cuya misión
sería la de nombrar una Comisión de Responsabilidades “compuesta de
comunistas de reconocido criterio propio, imparcialidad y honorabilidad”, ante
la que tendrían obligación de comparecer todos los miembros del Comité Central
nombrado en 1937 y cuantos otros militantes comunistas hubieran ejercido cargos
de responsabilidad desde entonces hasta la fecha, militen o no militen en
ningún sitio”. AHPCE, Divergencias, 107, 2/10 “Breves comentarios a
la reunión del CC del PCE…”, México, 1956, y ESTRUCH, Joan: El PCE en
la clandestinidad (1939-1956), Madrid, Siglo XXI, 1982, pp.171-173. En
ello coincidía plenamente con Tovar, que hizo un llamamiento en el mismo
sentido en 1956.
[28] Esta táctica
intentaba copiar el modelo de red de apoyo a los grupos armados que tan buenos
resultados había dado a los maquis españoles en Francia, tanto en tiempos de la
resistencia antinazi como en vísperas de la invasión del valle de Arán. Los
“chantiers” –explotaciones forestales de madera y carbón, algunas bajo una
cobertura empresarial ficticia, como la famosa “Entreprise Forestier du Sud
Oest”, conocida por la policía franquista como “Fernández, Valledor y
cía”- habían servido como escondite, depósito de armas y fuente de
financiación para las actividades guerrilleras en los años 40. Ahora, veinte
años más tarde, era bastante difícil que conservaran esa potencialidad.
RODRÍGUEZ, Mikel: Maquis, la guerilla vasca (1938-1962), Navarra,
Txalaparta, 2001, p. 120
[29] Carta al autor de
Jesús de Cos, 27/11/2004.
[30] CASTRO MORAL,
Lorenzo: “La izquierda radical y la tentación de las armas”, en ROCA, J.M.
(ed.): El proyecto radical. Auge y declive de la izquierda
revolucionaria en España (1964-1992), Madrid, Los libros de la catarata,
1994, p. 133.
[31] La DST ya había
intentado expulsar a Tovar de Francia en 1950, tras la ilegalización de la
organización del PCE en el país galo. Le salvaron su condición de antiguo
oficial de las FFI y una recomendación personal de André Malraux. Perea tuvo
menos suerte y vio prohibida su estancia en Francia en abril de 1963. LÓPEZ
TOVAR, op. cit, p. 209. Jesús de Cos fue detenido en dos ocasiones. COS, Jesús
de: Memorias, manuscrito inédito, Cantabria, 1997, sin paginación.
[32] A título meramente
informativo, a Jesús de Cos le adjudicaron la cartilla militar nº 628, con el
grado de comandante.
[33] “Cuando ellos creían
que estaban a punto de ganar la partida, cuando ya las líneas telefónicas de ni
propiedad de Constantina ya habían sido cortadas por los cómplices comunistas y
todos los perros de la vecindad habían sido envenenados para que no hubiera la
menor alerta, cuando mis raptores llegaron a la fase final, ¡catapún!, la
policía española se les echó encima. (…) Una última tentativa de secuestro fue
preparada por barbouzes del general De Gaulle. (…) Los
secuestradores del general no tuvieron más suerte que sus predecesores belgas o
israelíes. Fueron detenidos por la policía española junto a la misma valla de
mi propiedad.” DEGRELLE, León: Leon Degrelle, firma y rubrica,
Madrid, Dyrsa, 1986. Las referencias a su finca y los episodios ocurridos en
ella se encuentra en la dirección web http://mural.uv.es/numarda/degrelle.html
[34] Según Tovar, “Cubillo
(…) empezó su campaña por la liberación de las Islas Canarias [cuando militaba
en la IIIª República], incluso si no me equivoco, la primera proclamación
de independencia la hizo en mi laboratorio”. LÓPEZ TOVAR, op. cit., p. 210.
[35] LÓPEZ TOVAR, op.
cit., p. 210.
[36] “Cuando se desmoronó
el Movimiento por la IIIª República vino a visitarme Paulino García Moya y me
pidió que ingresase en el PC (m-l), recientemente constituido, con todos los
compañeros que yo tenía organizados en el movimiento (…) Llamé al responsable
de Madrid, alias “Antonio”, que creo había sido durante la guerra civil
colaborador de Mundo Obrero o Bandera Roja y
allí se decidió que Paulino debía ir al interior a organizar el Partido”. COS,
op. cit., sin paginación.
Fuente:
http://dedona.wordpress.com/
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