Carmen Negrín, nieta del presidente
del Gobierno de la República, cede los 150.000 documentos originales
conservados durante siete décadas para su consulta pública
Juan Negrín, presidente del Gobierno
de la República, durante una visita al frente del Ebro en 1938. / Archivo
Fundación Juan Negrín
Las guerras
duran menos que sus secretos. Es probable que algunos embrollos de la española
se clarifiquen en 2014, cuando se cumplen 75 de su final, gracias a la apertura
al público de un archivo básico, cuya mera supervivencia resulta novelesca.
Miles de documentos oficiales, que el último presidente del Gobierno
republicano, el socialista Juan Negrín, trasladó en varias fases a
Francia, podrán consultarse a partir de febrero gracias a la decisión de Carmen Negrín, nieta del político, de ceder el fondo al Cabildo de
Gran Canaria para abrirlo a la investigación. Después de dos guerras (la
española y la mundial), numerosas diferencias familiares e incluso un raro
episodio de asalto, el legado de Negrín ha retornado desde Francia en un
carguero, que depositó las históricas cajas en un muelle de Las Palmas llamado
Primo de Rivera.
Y se diría
que provocación con provocación se paga. El lugar elegido por el Cabildo de
Gran Canaria para depositar los documentos es la antigua caja de reclutas de
Las Palmas, un edificio que en 1936 estuvo al servicio de militares rebeldes y
ahora honrará la figura de una de las bestias negras del franquismo. Ayer,
Carmen Negrín, impulsora de la recuperación de la figura de su abuelo, cedió a
la institución canaria alrededor de 150.000 documentos originales relativos a
los años de guerra (en su mayoría) y de exilio. Para mayor seguridad, una copia
será depositada en los Archivos Nacionales de Francia y otra ya está en manos
del Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca. Pero será la Fundación Juan Negrín, una entidad privada sin ánimo de lucro fundada en
Las Palmas por un grupo de admiradores de Negrín en 1992, la responsable del
uso y custodia del legado, que se prevé abrir al público en febrero, cuando se
inaugure el rehabilitado edificio militar.
La memoria
de Negrín vuelve así a la isla donde nació en 1892, en una adinerada saga
burguesa, que le costeó estudios de Medicina en Alemania allanándole el camino
hacia lo que parecía su destino: una preeminente carrera científica (Negrín
formó a Severo Ochoa y Grande Covián en Madrid) que le truncaron las guerras
del siglo XX. A pesar de sus simpatías conservadoras y religiosas su familia
pagó un alto precio por el protagonismo político de Juan Negrín, que debió
bregar con la encarcelación de su padre por el único delito del parentesco y la
confiscación de buena parte del patrimonio. Aunque el político falleció sin
dejar instrucciones explícitas sobre el depósito de su archivo, su nieta cree
que responde a sus deseos: “Cuando se llevó los documentos fue con la idea de
que la República regresaría y los papeles se devolverían al Estado”.
Un carné de Negrín / ARCHIVO
FUNDACIÓN JUAN NEGRÍN
A ella, que
vivió entre los tres y los nueve años con su abuelo y su pareja, Feliciana
López de Dom Pablo, ni se le ha pasado por la cabeza comerciar con el legado.
“No es algo que se deba vender. Tiene mucho valor y no tiene precio”, subraya.
Los historiadores coinciden. Tal vez se trate de la colección documental más
valiosa del exilio. “Es un archivo crucial. Negrín consiguió sacar fuera y casi
mantener intacto (las pérdidas fueron menores, creo) el material de Presidencia
del Gobierno, el Ministerio de Hacienda y el Ministerio de Defensa. Hay joyas
estupendas”, opina Enrique Moradiellos, biógrafo del socialista.
Entre ellas,
la génesis de sus memorias, que tituló Contribución a la historia de la
guerra de España (guerra mundial en España), documentación oficial
sobre el oro trasladado a Moscú y vendido para comprar armas. La colección
alumbrará sombras sobre su ruptura con Indalecio Prieto, que había sido su
mentor político, sobre la pérdida del tesoro del Vita, sobre sus
relaciones con la URSS, que alimentaron el principal sambenito que acompaña su
figura. También sobre su pensamiento político, más propio de un estadista que
de un entregado estalinista. “Frente al rechazo de otros refugiados, él
defendía que España entrase en el Plan Marshall”, afirma el historiador canario
Sergio Millares, que también llama la atención sobre su respeto a la libertad
religiosa. “Después de una etapa caótica, logra imponer cierto orden y da
instrucciones para normalizar la vida religiosa”.
Hasta los
noventa nadie ajeno a la familia tuvo acceso al fondo. Sergio Millares, que
asesora a la Fundación, fue el primero en tocar los documentos que conservaba
Juan Negrín jr, el primogénito del político. Durante un año los fotocopió y
escaneó. En paralelo, Carmen Negrín, que había descubierto que guardaba otra
parte del tesoro documental en el sótano de la casa donde vivía y donde había
muerto su abuelo, invitó a Gabriel Jackson a desempolvar la historia. “Fuimos
los primeros en abril aquellos fajos de papeles envueltos en periódicos del 39.
Yo deshacía nudos, quitaba el polvo, lloré de emoción, fue bonito”, revive en
un avión rumbo a Las Palmas, días antes de formalizar la cesión al Cabildo de
Gran Canaria.
Una miniatura de la Constitución de
1931. / ARCHIVO FUNDACIÓN JUAN NEGRÍN
Tras la
muerte de Juan Negrín jr, Carmen reunificó el archivo y comenzó a facilitar el
acceso a algunos historiadores como Ángel Viñas, Helen Graham o Ricardo
Miralles. Con cuentagotas. La familia Negrín lleva décadas instalada en la
desconfianza, una reacción natural después de la demonización del político
socialista que, cuando murió en París en 1956, pidió que se ocultase el hecho
durante 48 horas temeroso acaso de desatar nuevas polémicas. Negrín tuvo buenos
amigos, pero sobre todo tuvo buenos enemigos. Fuera y dentro de su partido, que
acabaría expulsándolo como un apestado. En 2009 el PSOE devolvió a su nieta el
carné de militante del abuelo.
Así que a
Carmen le ha costado decidir el destino de un archivo con el que ha convivido
casi toda su vida. “Al principio lo que yo quería era responder a todas las
bestialidades que se decían de él y limpiar su imagen. Y pensé que en el
archivo estarían las pruebas, pero al meterme en ello pensé que tenía que ser
algo público y transparente”, expone.
En el pasado
su tío había ofrecido el legado a Gabriel Jackson para la Universidad de
California. “Pedía un precio alto pero no exorbitante en el caso de que uno
pudiera asegurar que los documentos incluían importante y nueva información
sobre el liderazgo político de Juan Negrín en tiempo de guerra. Al mismo tiempo
que me aseguraba que así era, me dijo que no me permitiría ver los documentos y
que ni siquiera me enviaría un listado de títulos o resúmenes. En esas
circunstancias tuve que decirle, con profundo pesar, que no podía pedir a
quienes regentaban la universidad hacer una compra cara, de la cual no podría
dar una descripción completa”, revivía Jackson en un texto escrito para una
exposición dedicada a Negrín en 2005.
La única
directriz sobre su legado que marcó el político se refería al oro de Moscú.
Ordenó, a su muerte, devolver al Estado documentos que luego el régimen encerró
bajo veinte llaves en el Banco de España hasta que Ángel Viñas accedió a ellos
en los setenta y desmontó el gran mito del saqueo del oro por la URSS.
Entre lo
devuelto figuraban el decreto firmado por Azaña y Negrín autorizando al
ministro de Hacienda (Negrín) a trasladar al lugar “que estime más seguro” y
“en el momento que estime más oportuno” las reservas metálicas del Banco de
España, así como varias órdenes de venta de oro al Comisariado del Pueblo de
Finanzas de la URSS, firmadas por Largo Caballero (mientras fue presidente del
Gobierno) y Negrín.
En el archivo depositado ahora en
Canarias existe más documentación sobre aquel episodio, incluida una nota
manuscrita del propio Negrín sobre el asunto en la que explica que la decisión
no se tomó “para complacer a los rusos”. “Ellos fueron los primeros
sorprendidos cuando se les propuso”. Negrín escribe que el primer objetivo
consistía en poner a salvo el oro y el segundo en convertirlo en divisas para
necesidades de la República. La decisión se tomó bajo la presión de una
inminente llegada de las tropas sublevadas a Madrid. “Los últimos envíos se hicieron
estando la línea de ferrocarril (por Aranjuez) bajo el fuego enemigo”. Y no
solo les perturbaban los rebeldes: “Nos mueve la preocupación de que grupos de
incontrolados se hicieran por un golpe de mano con los depósitos del Banco (…)
Cuando las fuerzas mandadas por Durruti fueran a Madrid se supo por
informaciones al parecer fidedignas que intentaban convertirse en 'fuerzas de
protección' del Banco de España. Felizmente ya entonces, y sin que ellos lo
supieran, ya el oro no estaba en Madrid, sino en Cartagena”.
Arsenal histórico
Los fondos
reconstruyen la actividad del Gobierno durante la guerra: informes secretos,
libros de contabilidad, fotos de bombardeos, telegramas, planos y mapas del
frente o listados de prisioneros.
En el exilio, Negrín acrecentó su
fondo con material sobre la ayuda a refugiados, los campos de concentración,
además de cartas con distintas personalidades.
Fuente: www.elpais.com



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