Artículos de Opinión | Oriol Alfambra *
| 06-09-2013 |
Este artículo entra en
el extendido debate sobre cuál es el sujeto del cambio social y explica por qué
en una sociedad capitalista dividida en clases sociales hablamos de clase
trabajadora o proletariado. Es recurrente y adecuado el cuestionamiento de la
existencia o desmembración de la clase trabajadora en este período de
interrelación global de la economía a la vez que tienen lugar la disgregación y
la fragmentación de los procesos de producción. Para impulsar la transformación
de la sociedad es clave determinar el sujeto capaz de llevarla a la práctica,
así como una estrategia para conseguirlo.
La atomización de la
gente trabajadora en los fragmentos del proceso de producción ha conducido a
ciertos sectores anticapitalistas a plantear el precarizado metropolitano como
un sujeto nuevo, diferente o subalterno de la clase trabajadora en su sentido
más clásico. Se entiende por precarizado la referencia a aquellas personas de
los grandes centros urbanos con trabajos mal pagados y alta temporalidad, en
sectores emergentes o muy precarizados como por ejemplo estudiantes y jóvenes.
La consecuencia directa de este análisis conlleva invocar la multitud, donde el
movimiento del 15M acontece el paradigmático sujeto de cambio social.
¿Ha desaparecido pues
la clase trabajadora de Marx y Engels? Y no me refiero al estereotipo de mono
azul, macho y heterosexual, sino a aquella gente capaz de enterrar el
capitalismo.
Las personas que
aportan su trabajo para la producción de bienes sociales y la reproducción y
sostenimiento de la vida tienen poder sobre la economía, el poder de pararla o
de hacerla funcionar, esto es un hecho material que se manifiesta cada vez que
hay una huelga, como por ejemplo las recientes en el sector informático. El
trabajo humano, entendido de forma amplia y contemporánea, es el motor de la
economía que hace funcionar la sociedad tal y como la conocemos. Imaginad si no
la web de cualquier banco sin nadie que la actualice, o un supermercado donde
nadie repone los productos, o peor, bebés sin alimentar ni lavar. Podemos
volver a respirar con tranquilidad, la clase trabajadora ha mutado, pero
mantiene intacta su centralidad en la economía productiva y reproductiva y por
lo tanto su potencial para transformar la sociedad transformando las relaciones
de producción.
Las relaciones de
producción nos perfilará mejor el proletariado del siglo XXI, puesto que
seguimos dependiendo del trabajo asalariado para subsistir en esta sociedad,
igual que pasaba dos siglos atrás. Nuestra relación con la producción es
esencialmente un intercambio de horas de nuestra fuerza de trabajo por un
salario. No decidimos sobre el trabajo, sino que vivimos en una situación de
necesidad a expensas de alguien que nos quiera contratar. Esto nos fuerza a
aceptar condiciones laborales precarias, y hoy esta cuestión es más relevante
que nunca dado que hay más de 6 millones de personas paradas al Estado español.
Esta situación de
necesidad nos diferencia de la clase antagónica, los grandes propietarios, que
no sólo no tienen que trabajar porque poseen medios suficientes para vivir sino
que se pueden permitir especular con los productos de nuestro trabajo que se
apropian. Estos productos son bienes de uso social como por ejemplo bloques de
pisos enteros vacíos que los capitalistas sacan del mercado esperando un mejor
momento para venderlos más caros. Por el contrario, nosotros no podemos esperar
para vender nuestra fuerza de trabajo a que suban los salarios, necesitamos
venderla cada día para pagar el piso, el agua, la luz, la comida, y un poco de
ocio. Para hacer la producción posible hace falta que los niños y la gente
mayor esté bien atendida y que los hogares sean aptos para la vida, en
definitiva también es imprescindible para la sociedad capitalista el trabajo
invisibilizado de reproducción y cura de la vida que esclaviza a las mujeres trabajadoras.
Las personas
trabajadoras que vivimos esta relación con la producción y esta situación de
necesidad estamos abocadas a las mismas condiciones materiales, y por lo tanto
compartimos los mismos intereses. Nos interesa una sanidad, educación, guarderías,
transportes públicos y de calidad, porque si no son públicos no nos los podemos
pagar. La colectivización del trabajo requerido para satisfacer nuestras
necesidades es la estrategia que la clase obrera tenemos para subsistir con
dignidad.
Para lograr estos
retos hay que tender hacia la unidad de acción de toda la gente trabajadora, y
conceptos sesgados como el de precarizado metropolitano contribuyen a la
división del movimiento obrero y de sus luchas en un momento donde extender los
conflictos y no aislarlos es clave para avanzar. Por otro lado es cierto que
las cúpulas burócratas de los grandes sindicatos del Estado español no están
fomentando que sean estas organizaciones las que aglutinen a la clase
trabajadora pero son sus bases y el propio movimiento obrero que conectando las
luchas sectoriales que suceden cada día las que pueden utilizar las centrales
sindicales y radicalizarlas tal y como ha sucedido en Grecia con huelgas
generales no oficiales.
De este modo, en las
luchas, es como afloran los sentimientos de clase, como una revelación
verdadera, que elaboran y transmiten conceptos como el del 99%, una
manifestación clara de la conciencia de los explotados y las oprimidas del S.
XXI.
* (@oriocosmic)
es miembro de En lluita / En lucha.
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