Yo no soy más que una voz –la tuya, la de todos–
la más genuina,
la más general
(León Felipe, La Insignia)
Si la profunda naturaleza fascista del PP
se hace evidente en algo, es en esto: para ellos hay muertos “de bien” –los que
fallecieron defendiendo el golpe de Estado nazi-fascista en el Estado español–
y aquellos subhumanos –comunistas, socialistas, republicanos,
demócratas– que sus antecesores franquistas consiguieron hacer desparecer de la
faz de la Tierra. Los unos merecen honores, reconocimientos, calles y
parabienes; los otros no merecen ni que sus huesos puedan ser rescatados de
pozos, cunetas, simas o fosas comunes.
Haciendo gala de esa conducta vengativa,
los neofascistas hacen cuanto pueden para impedir, a capa y espada, por tierra,
mar y aire, que los malditos “rojos” puedan ser sacados de la ignominia de los
pudrideros en que fueron escondidos para que podamos enterrarlos con dignidad,
para consuelo de sus familiares y dignidad de todos. Les temen más muertos que
vivos, porque son la prueba irrefutable del genocidio. Hay que rematarlos,
borrarlos para siempre, hacer que se olvide su ejemplo luminoso.
Políticos del PP, jueces herederos y
heredados de la dictadura, gerifaltes disfrazados de “demócratas de toda la
vida”, recurren a argucias, a mentiras, a insultos, al “ordeno y mando”, al
“prietas las filas”, a lo que sea.
Y ese “lo que sea” incluye, como ha hecho
estos días Juan José Cardona, alcalde de Las Palmas de Gran Canaria para
vergüenza de todos sus ciudadanos, amenazar veladamente a un padre de familia
con quitarle su trabajo y el sustento de su familia. Al führer municipal
le molestan los familiares de los héroes del pueblo, de los asesinados de San
Lorenzo, de las víctimas de los psicópatas fascistas.
Al señor Cardona le mortifica aún más que
esos familiares tengan opinión propia, como si esto fuera una “democracia”. Y
lo que es peor, que la expresen. Y dado que considera el ayuntamiento de su
propiedad, presupone que un personaje como él no tiene por qué permitir que un
empleaducho de su cortijo tenga opiniones que a él no le
gustan.
Se va a enterar el rojo de mierda este.
Ya lo hemos puteado en el trabajo, pero todavía podemos echarlo a la calle, al
hambre, a la desesperación. Que se joda, que para eso Cardona es el que corta
el bacalao, el machoman municipal.
Resulta que el rojo de mierda es
uno de los articulistas más brillantes y más comprometidos de Canarias. Un
hombre bueno que tiene el “pecado original” de ser familiar directo de uno de
los asesinados por la barbarie fascista. Y que pretende, qué osadía, que sus
muertos, y todos nuestros muertos, descansen en paz y con la dignidad que
merecen.
Y como no han podido acobardarlo, ni
amordazarlo, ni conseguido que le dé un infarto, ahora "dejan caer"
nubes de tormenta sobre el pan de su hija, de su familia; sobre el hambre y la
desesperación en estos tiempos de crisis agónica del capitalismo. Ya se sabe:
al que se atreve a protestar hay que arrojarlo a las tinieblas exteriores,
humillarlo, destruirlo como ser humano. Dar un escarmiento con él porque,
aunque tenga la razón, la "gente de bien" es la que tiene el poder,
todo el poder, y nada más que el poder.
Esos poderosos “don nadie” que por ahora
gobiernan, han entrado en las instituciones demostrando no sólo su crueldad,
sino su incompetencia. Y no hay nada que odien más que a las mujeres y los
hombres del futuro, a quienes luchan, se arriesgan y se comprometen por un
mundo en el que el hombre ya no sea un lobo para el hombre, en el que nuestros
niños no pasen hambre, y los “cardonas” de turno queden relegados al desván de
la Historia.
Porque también en estos tiempos de
represión y de vergüenza –o de sin vergüenza– se atreven a levantar su voz las
mujeres y los hombres libres. Y esa voz se convierte, día a día, en la voz de
todos, la más genuina, la general.
(Dedicado al compañero Francisco
González Tejera, en señal de solidaridad)
Fuente: www.tercerainformacion.es
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