Artículos de Opinión | EnConstrucción | 11-09-2013
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En la pasada IX Asamblea Regional de IU-CM se aprobó una
enmienda con el siguiente texto que define la posición política de la
organización:
“Tampoco podemos olvidar la candidatura de Madrid a
albergar los Juegos Olímpicos de 2020, que insiste en la estrategia de
organización de macroeventos llevada a cabo en nuestro país durante los años
del boom inmobiliario. Bajo un envoltorio de buenas palabras y valores
solidarios, este tipo de eventos ha servido para esconder grandes operaciones
urbanísticas y financieras con importantes beneficios para los poderes
económicos e inmensas deudas para las administraciones públicas. En la delicada
situación actual, consideramos que este proyecto agravaría la crisis económica
del sector público madrileño, supondría un nuevo foco de corrupción y
enriquecimiento para la oligarquía constructora y financiera madrileña y sería
una vuelta de tuerca más en la conversión de Madrid en una ciudad-espectáculo,
un parque temático enfocado al turismo y los negocios, en el que se degrada
cada día más la calidad de vida de los vecinos y los trabajadores madrileños
sacudidos por la crisis económica. Es por ello por lo que este proyecto, como
el de Eurovegas, merecen nuestro más enérgico rechazo.”
IUCM acertaba al señalar que precisamente la celebración de
estos Juegos Olímpicos habría contribuido a agravar aún más la situación
económica y social del país y de la sociedad madrileña. Es evidente que en el
COI no pesa en absoluto qué beneficia o perjudica a la sociedad madrileña, pues
ese club de aristócratas y poderosos no vela más que por intereses propios en
la selección de candidaturas. Pero lo cierto es que la decisión evita un gran
perjuicio político, económico y ambiental a Madrid y por tanto nadie que
comparta la posición de IUCM puede no alegrarse de la decisión del COI.
Más allá del disparate protagonizado por el entonces alcalde
Alberto Ruiz Gallardón de insistir en la candidatura olímpica, los doce años de
intentos no sólo han sido una concreción de la política económica que nos ha
traído a la sociedad madrileña y española al desastre pero que permitía el
intercambio de concesiones a constructores por sobres a una élite política
corrupta, sino también un indicador de la pobre calidad de nuestra democracia,
pues en todo momento se ha eludido un debate razonado en la esfera pública
sobre las ventajas y los inconvenientes de los Juegos, y se ha impedido a la
ciudadanía el acceso a la información transparente sobre los gastos que ha
implicado e iba a implicar. De estos los gastos ejecutados habrá que pedir
rendición de cuentas y asunción de responsabilidades.
Los Juegos Olímpicos de Madrid no eran un proyecto para el
deporte madrileño pues se hacían simultáneamente al desmantelamiento de nuestro
deporte de base. Tampoco eran un proyecto de política social ni de empleo, pues
las contradictorias previsiones laborales de la candidatura se centraban en
puestos de trabajo precarios fundamentalmente en la construcción de esas infraestructuras
que nos decían que ya estaban hechas.
Con un señuelo ilusionante para una parte de la sociedad
madrileña y española, Madrid 2020 era una profundización en el modelo de país
del cemento y el sobre, un modelo fracasado que ha condenado al empobrecimiento
a la clase trabajadora y al que sus beneficiarios pretendían resucitar con esta
candidatura. Quienes nos exigen recortes en todos los aspectos vitales de la
sociedad, querían convencernos de los beneficios para todos del gasto público
en grandes infraestructuras olímpicas.
No estamos para celebraciones porque seguimos hundidos por
el saqueo de quienes querían sacar más tajada con la celebración de los Juegos
Olímpicos. Pero quizás el nuevo fracaso de las élites gobernantes permita ver
con claridad que ese camino sólo les beneficia a ellos, que más allá de la
ilusión que hubiera generado en mucha gente honesta los Juegos en Madrid, lo
que de verdad puede ilusionarnos es construir democráticamente un nuevo país
cuyos sueños no estén al servicio de las élites empresariales y políticas
cooptadas. Merecemos otro modelo de país en el que constructores y corruptos no
marquen nuestros grandes proyectos, un modelo de país construido democrática y
participativamente por su pueblo. Entonces tendremos algo que celebrar, algo
que enseñar al mundo.

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