Las bandas
reclutadas gobierno de Felipe González en directo
Lunes, 3 de junio de 2013
Por Begoña Piña /Memoria Historica
1986. El 8 de febrero, tres hombres,
portugueses, establecieron contacto en Bayona con un gendarme, que les llevó al
bar Batzoki, al que acudían refugiados vascos. Allí, los tres individuos
hirieron a cinco personas, entre ellas una niña.
Cinco días después, dos de aquellos hombres entraron en el bar La Consolation,
en San Juan de Luz, e hirieron gravemente al etarra Juan Ramón Basañez.
Fueron dos de los atentados cometidos por los GAL, en ambos estuvo presente
Paulo Figueiredo Fontes, de nombre completo José Paulo Rodrigues Sobral de
Figueiredo, un mercenario luso que poco antes de morir contó ante una
cámara las atrocidades cometidas a lo largo de su vida. Tierra de nadie, de la
joven directora Salomé Lamas, es la película documental donde se recoge
el pavoroso testimonio de este asesino profesional.
"Me gustaba matar"
"Me gustaba matar"
Un
hombre de aspecto normal, una silla, un fondo negro, una discreta luz. Ni a
favor ni en contra, nada juega en esta película a reforzar la verdad del
personaje o la de la directora, lo neutro es norma y, a pesar de ella, nada
aquí puede ser indiferente al público. No puede serlo el relato de un tipo que
dice "me gustaba matar" con el mismo sosiego con el que diría
cualquier banalidad. No es posible el desinterés ante la media sonrisa de un
hombre cuando recuerda en voz alta cómo a veces acudía a pasearse por los
pasillos de algún hospital porque necesitaba sentir el olor de la sangre ("la
sangre y la pólvora son como la coca y la heroína"). No hay desinterés
de nadie ante la estremecedora descripción de pedazos de cuerpos volando por
los aires después de lanzar una granada.
"Le dije a Paulo que quería contar la historia de su vida y el
accedió. Éste puede ser un filme de violencia, pero en lo más profundo se trata
de momentos de la experiencia humana", afirma la directora, que llegó
a contactar con este mercenario a través de su tío Miguel Lamas, un
sociólogo que había trabajado con personas que vivían en la calle, donde
conoció a Figueiredo. Éste, sintiéndose profundamente airado contra la
sociedad, abandonó todo y comenzó una vida de vagabundo. Quiso contar su
historia a Lamas y éste se la narró a su sobrina. Finalmente, consintió
en contar de nuevo su vida ante una cámara. "Te voy a usar para contar
mi vida", le dijo a la realizadora.
De Angola a las cárceles españolas
Así "Tierra de nadie"
comienza con los recuerdos de Paulo Figueiredo en Angola y Mozambique,
cuando era soldado de un comando de élite portugués. "Me gustaba el
ejército, me gustaba matar, me gustaba ver sangre". De regreso a su
país, trabajó como guardaespaldas, un oficio que describe con absoluto
desprecio y que abandonó para viajar a Latinoamérica, concretamente a
El Salvador. Allí, la CIA contactó con él y su grupo. Asesino a
sueldo entonces, siguió haciendo el mismo trabajo después en Francia y España
para los GAL. "En los GAL - dice - no éramos guerrilla.
Éramos asesinos, y punto".
60.000 euros de hoy era lo que cobraba entonces en pesetas por cada asesinato
que cometía. Era el precio que Figueiredo ponía a las vidas de personas
que, según su propia ética, no merecían vivir. "A grandes males,
grandes remedios", repite en varias ocasiones, intentando así explicar
su moral de mercenario. La justificación a una vida de crímenes que finalizó en
las cárceles españolas, donde cumplió condena por el atentado del bar
Batzoki de 1986.
Identidad y veracidad
Identidad y veracidad
Quince años de prisión que son, para este asesino, el tiempo de una traición. Figueiredo
asegura que él y su grupo entraron en contacto con los GAL con el
consentimiento del ejército portugués y del gobierno español. "Crea
incomodidad y su discurso nos hace cuestionar la hipocresía que coexiste con la
democracia", dice la directora, quien añade: "Su profundo
resentimiento se basa en su fidelidad a un discurso anticuado. Nadie sale bien
parado, ni el gobierno portugués ni los movimientos de liberación. No sólo
consentían el asesinato si no que lo legitimaban. Los nacionalismos, de derecha
o de izquierda, comunismo y fascismo tiene la misma lógica. Los mercenarios son
producto del sistema económico y político. Paulo intenta sugerir que
somos todos culpables".
Un intento que no prospera y que la directora no respalda, aunque en su juego
cinematográfico quiera crear incertidumbres de identidad y veracidad para su
propia historia. Salomé Lamas simplemente deja a su personaje que cuente
su historia. Y muchas de las cosas que Paulo Figueiredo describe en esta
película no se corresponden exactamente con los hechos reales.
Su confesión contiene ciertas contradicciones, recuerdos alterados, y el
espectador solo tiene su palabra, la palabra de un mercenario. Sin embargo y a
pesar de los esfuerzos de la propia Salomé Lamas por reforzar las dudas
que se crean alrededor de su personaje, el escalofrío que éste provoca es
auténtico. Sus relatos sacuden emocionalmente mucho antes de haberse plantado
la semilla de esa duda. La perplejidad gana la partida a la desconfianza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario