Ha sentado mal a la derecha mediática española que los Bardem hayan
salido, pancarta en mano, a la manifa contra todo y contra todos de este
jueves.
Juan Ramón Jiménez le decía siempre a Zenobia que la pureza estética no tiene nada que ver con la pureza moral. O sea, que Juan Ramón considera que Javier Bardem puede compaginar la pureza estética de su arte actoral rodando una película por la mañana, y la pureza moral de su compromiso de izquierdas asistiendo a la manifa de la tarde.
Eso es lo que no entiende la derecha española. Lo de Juan Ramón. La derecha española no entiende a Juan Ramón. Ni siquiera el Platero lo entienden, así que Wert le recortaría el rabo al borrico e iría a ofrendárselo a la Merkel, en plan taurino, para demostrarle a la führeresa que el gobierno está haciendo los mandados de la banca. Los políticos que mejor recortan la cultura son los que no la tienen.
Los escritores, pintores, dramaturgos, actores, cantantes y directores españoles hacían mucha política de izquierdas en el franquismo, y daba gusto verlos detenidos y apaleados por los grises. Una cultura que no es perseguida por la policía no es cultura, es redacción escolar, teatro de la señorita Pepis, versos a la Barbie.
Después vino el felipismo, y González colocó a cada uno de nuestros intelectuales un casco de la OTAN en cuanto los emborrachó en la Bodeguiya, y ahí se terminó la cultura contestataria, porque nunca se ha visto a un policía perseguir a unos señores con un casco de la OTAN, por muy intelectuales que se digan.
Así que la derecha española se acostumbró a que los intelectuales se estuvieran callados y bebidos, escribiendo sus novelillas despolitizadas para no molestar a Felipe, rodando peliculillas que son happy end de principio a fin y tricotando versos de amor posrevolucionario encima de un preservativo sin usar.
Y en esto llegó Bardem. Si Bardem fuera un escritor, a la derecha se la soplaría, porque a un escritor no lo lee nadie en España. Pero Javier es actor, es mono, es alto, es musculado, sabe inglés, le llaman huevos de oro, gasta un pedazo de novia y tiene un Oscar.
La derecha española, que siempre ha sido muy contemporánea de sí misma, acaba de descubrir que esto del cine es lo peligroso. Y le tiene más miedo a Bardem que a las hordas de poetas o a las centurias de filósofos que dinamitan el sistema, pues poetas y filósofos son más blanditos, están mal organizados y riman o piensan por encima de sus posibilidades.
Ayer La Razón daba en portada a los Bardem vociferando tras una pancarta y como dispuestos a asesinar a nuestras madres y violar a nuestras hermanas, en plan miliciano. Les faltó pintarles cuernos con el PhotoShop. Y Periodista Digital se sublevaba en titulares: “Cría actores millonarios… El Bardem más pancartero regresa para gritar contra el PP”.
Eso de criar actores millonarios es muy de la derecha, que piensa que amamanta la cultura con subvenciones y que Bardem no sería millonario sin las limosnas del Ministerio de Cultura. Y esto se afirma muchas veces desde medios de comunicación que reciben ayudas y publicidad estatales sin pudor alguno, que venden el 20% de su tirada a instituciones de ideología afín, y que ahora demandan un plan de rescate para el sector: o sea, pasta procedente de los impuestos de todos los españoles para salvar su chiringo. Como el cine.
Desde la gala de los Goya en la guerra ilegal de Irak, hay como un resquemor de la derecha hacia el cine español, hacia los Bardem en particular, y en cuanto pudieron les arrebataron a los Bardem lo único que les podían arrebatar, y renombraron la calle Pilar Bardem de Sevilla como Avenida Nuestra Señora de las Mercedes. No se percataron de que la tal Mercedes es aun más roja que la Bardem, pues es la patrona de los presos. Aunque quizá estaban pensando en los de la Gürtel.
Como ser cronista rosa de un periódico rojo tiene sus servidumbres, combinación de colores que nunca me perdonarán Vitorio y Lucchino, no me queda más remedio que lamentar la ausencia, en la manifestación contra todo y contra todos del jueves, de nuestra Pe. A mí me faltaba Pe en la manifestación. Sus labios rojos de beso libertario. Su charme. Su vacunita en el hombro. Pe hubiera desatado las más bajas pasiones de nuestros cronistas cavernarios para jolgorio de los lectores. Me imagino los titulares. Grandiosos. Alfonso Ussía con la próstata resucitada. Marhuenda y Anson siguiendo las curvas de Pe sin darse cuenta de que delante hay una pancarta disidente y anarquista. La mujer bandera se convertiría en mujer pancarta, con lo mucho que ama uno más las pancartas que las banderas.
En fin. Que la presencia de Pe sería un respiro para los Bardem, pues se han convertido en el gamusino preferido de la ultra y eso tiene que ser muy fatigoso. Los rojos no tienen nunca derecho a tener cuatro duros. No vaya a ser que financien una bajada del IVA. Un rico no se puede rebelar contra el poder de los ricos. Los rojos no pueden tener éxito internacional, ya que los libros de César Vidal, Federico o Pedro J. tampoco han sido grandes best-sellers en Estados Unidos ni en otras internacionalidades. En resumen: los ricos no deben asistir a las manifestaciones, porque, coño, tíos, estamos defendiendo vuestros intereses, nuestra pasta, desde el PP y como dios manda. ¿Entiendes, Javier? Tú no eres un pringao, ni un perroflauta.
-Sí, coño. Que mañana os voto, pero no llaméis más, que estoy durmiendo.
-Acabáramos. ¿Ves cómo no es tan difícil entrar en razón? ¿Oyes…? ¿Javier? ¿Oyes? Joder, no sé… Mariano… ¿Oyes…? ¿Javirín? ¿Uno dos? ¿Uno dos? Presidente, creo que nos ha colgao…
-El hijoputa… ¡Qué sabrá el gilipollas ese, si solo lee guiones que le dan ya escritos! ¿Te enteras? ¡Se los dan ya escritos! ¡A los titiriteros se los dan ya escritos!
Fuente: publico.es
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