nuevatribuna.es |José
Antonio Torres Mora | Diputado PSOE Málaga |
01 Marzo 2015 - 16:09 h.
Si en lugar de ocho médicos
hubiéramos sido ocho economistas, ahora tendríamos doce o catorce diagnósticos
diferentes y ninguna terapia efectiva
El mundo del hemiciclo del
Congreso de los Diputados es bastante peculiar, por decirlo de alguna
manera. Con el tiempo uno llega a la conclusión de que los diputados no
somos muy distintos de los periodistas, y que unos y otros vamos al
hemiciclo cuando hay algo que nos interesa. Así que, si quieres que
la gente te escuche, tienes que luchar por la audiencia. Ya no vale un buen
discurso, tienes que hacer algo más llamativo. Si el
mismísimo Demóstenes subiera a la tribuna del parlamento
para fijar posición en una «moción consecuencia
de una interpelación urgente sobre el criterio del Gobierno a la hora
de transformar en autovías aquellas carreteras que discurren de manera paralela
a autopistas de peaje, con especial referencia a la N-II y N-232 en sus tramos
aragoneses», probablemente sólo bajaría al hemiciclo a escucharlo su
virtuosa madre.
Peleando por la cuota de
pantalla, durante esta legislatura, he visto al diputado Baldoví hacer
un streptease, estrujar una lata de coca-cola, y enseñar los más diversos
objetos desde la tribuna. Generalmente con notable éxito publicitario,
aunque no sé si político. ¿Pero quién tiene éxito político en esta legislatura
en el Congreso?
Así que mientras el
diputado Baldoví mostraba las letras del abecedario de su crítica
política al presidente Rajoy como a un parvulito,
yo le prestaba atención con un oído y dedicaba el resto de mi
conciencia a tratar de terminar un texto en el ordenador que los
diputados tenemos en el pupitre. Cuando Celia Villalobos, con
voz potente, dijo «¡siéntalo!» temí que Baldoví hubiera subido
al atril, pero no, no era una performance. Al levantar la
mirada vi que Baldoví se sentaba casi desplomándose, y todos nos
quedamos suspensos.
A la llamada de la
presidenta pidiendo un médico, y para que luego digan que no hay nivel en el
Congreso, a la llamada de Villalobos y de su propia vocación
profesional, acudieron al instante la ministra Ana Pastor y
mi compañera del grupo socialista Pilar Grande. Un par de segundos
después llegaban Pepe Martínez Olmos y Gracia Fernández, y no
tardaron en llegar Puerto Gallego y Carmen Montón, todos ellos
médicos y diputados socialistas. En seguida llegó otra diputada, creo que del
PP, que también debía de ser médico. En suma, que cuando llegaron
Pedro, el médico del Congreso y Ana, la enfermera, había
tal embotellamiento médico que temimos por la integridad
del pobre Baldoví. Para aquel entonces ya nos habían
tranquilizado, todo había sido un susto y Joan Baldoví estaba
bien. Gaspar Llamazares, se quedó prudentemente al final de la escalera,
pero cerca de la tribuna por si hacía falta otro médico. Cuando volvía a su
escaño, le pregunté: «¿tú no te has sumado a la partida de rescate?», a lo que
Llamazares me respondió con gracia «mi especialidad es salud pública, y para
intervenir necesito por lo menos una epidemia».
Pedro Saura, nuestro portavoz en Economía me dijo: «si en lugar
de ocho médicos hubiéramos sido ocho economistas, ahora tendríamos doce o
catorce diagnósticos diferentes y ninguna terapia efectiva». En
fin, que yo también prefiero a los médicos y, sobre
todo, que sólo sea un vahído.
Fuente: www.nuevatribuna.es
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