DANILO ALBIN
Bilbao 03/11/2014 23:49 Actualizado: 04/11/2014 10:54
Represión policial en Barcelona durante la dictadura
franquista.
El Jockey
era uno de los restaurantes más distinguidos de Madrid. El 30 de junio de 1978,
la Embajada argentina recurrió a sus servicios para homenajear por todo lo alto
a un reconocido militar español: el teniente general Tomás de Liniers, jefe del
Estado Mayor del ejército. La cena, que costó 178.800 pesetas, acabó
con un brindis por la Argentina de los vuelos de la muerte y la España del rey
Juan Carlos I. Un par de semanas después, De Liniers se plantó en Buenos
Aires para entregar al dictador Jorge Rafael Videla la Gran Cruz del
Mérito Militar. En realidad, su "mérito" no había sido otro que
comandar una carnicería humana que para entonces -verano en España e invierno
en Argentina- ya registraba miles de muertos y desaparecidos.
En un frío
14 de julio, Liniers se acomodó el uniforme, miró a sus camaradas sudamericanos
y trató de explicar su ferviente devoción hacia aquella dictadura. A su
entender, Videla y sus hombres llevaban adelante una "lucha contra el
extremismo" que gozaba de "legitimidad y justicia". Dicho esto,
llegó el turno de las comparaciones. "Argentina y España sufren ataques,
los ataques aviesos del materialismo ateo por unos medios y unos procedimientos
que nada nos van a nosotros, a los pueblos de nuestra raza, que estamos
acostumbrados a luchar siempre cara a cara, hombre a hombre y que, incluso a
los vencidos, una vez vencidos, somos capaces de darles la mano", sostuvo,
e incluso se animó a vaticinar que la historia reconocería la obra de los
militares argentinos "por encima de las críticas actuales".
Su peculiar
forma de entender el terrorismo de estado era compartida por otros altos
militares españoles, quienes veían en Argentina la posible solución a los
problemas que se planteaban en la España de la transición. Así lo revelan
determinados archivos -algunos de ellos aún catalogados como reservados- a los
que ha tenido acceso Público. Entre esos documentos figura un informe elaborado por el
cónsul general de Argentina en Bilbao, Ricardo Corbella, sobre la situación política en el País
Vasco. En esta nota, fechada el 16 de octubre de 1978, el funcionario daba a conocer los
resultados de sus conversaciones con los jefes de la Guardia Civil, del Ejército y de
la Policía Armada.
Según había
podido relevar el cónsul, las fuerzas de seguridad lamentaban la
"ineficacia técnica de la reciente Ley Antiterrorista puesta en práctica
por el Gobierno" y advertían sobre la "sensación en las instituciones
de las FOP (Fuerzas de Orden Público) de que los partidos políticos dan apoyo
indirecto y/o directo" a ETA. Seguido, advertía sobre la
"generalización en los mandos naturales de las FOP de que la solución
final del actual proceso español y vasco en particular debería encuadrarse en
temperamentos similares a los adoptados en Chile y Argentina, a la vez que
prospera la idea que la democracia es la causante de todo el proceso de
referencia".
Alumnos y maestros
Otros
documentos consultados por este periódico confirman que los militares españoles
mantuvieron un estrecho contacto con sus homólogos argentinos en los años
previos al nacimiento del Batallón Vasco Español, la Triple A o el GAL,
algunos de los principales grupos parapoliciales que emplearon la guerra sucia
contra ETA. En mayo de 1978, la Escuela de Guerra Naval encargó a uno de los
marinos argentinos que operaban en España, Jorge Osvaldo Troitiño, la
organización de una especie de taller didáctico sobre
Argentina, de manera
que pudiese explicar -y convencer- a sus camaradas sobre las bondades del
"régimen político" de Videla y su "desarrollo futuro".
Según figura en los
archivos secretos, la
Embajada argentina se encargó de suministrar a Troitiño todo tipo de materiales
didácticos, entre los que se encontraban "algunas de las películas de
cortometraje sobre el país elaboradas para su difusión al exterior" y
distintos "folletos sobre el Proceso de Reorganización Nacional",
nombre habitualmente utilizado por los golpistas para referirse al gobierno
militar. De hecho, los responsables de la Escuela de Guerra Naval española ya
disponían de los "ejemplares 2 y 3 de la revista Argentina y los folletos
números 2 al 5 del Proceso de Reorganización Nacional", tal como
destacaban los diplomáticos en una comunicación enviada a Buenos Aires.
La elección
de este marino no fue casual: Troitiño estaba plenamente identificado con los
crímenes que cometían sus compañeros de armas en territorio argentino. En
agosto de 2004 -26 años después de su intervención en un aula de la Escuela de
Guerra Naval española-, este veterano miembro de la Armada envió un correo
electrónico a Prensa Independiente, un grupo de apoyo a los genocidas
argentinos. En su e-mail, el teniente de fragata volvía a reivindicar la
"guerra revolucionaria" -otro de los eufemismos empleados por los represores
para referirse al terrorismo de estado-, admitía su participación en esos
terribles actos y lanzaba alguna que otra velada amenaza contra todos aquellos
que se atreviesen a juzgarlo.
Su
exposición en la Escuela de Guerra Naval de Madrid apenas era un adelanto de lo
que estaba por venir. Entre 1979 y 1983, el Ejército español envió a varios
agentes a realizar cursos en la Escuela de Inteligencia de Buenos Aires,
dirigida por los represores más sanguinarios de la dictadura. Entre los alumnos
españoles figura Joaquín Rodríguez Solano, un coronel de la Guardia Civil que
se vio involucrado en la trama de la operación Galaxia, el
fallido intento de golpe de estado que planificaron los sectores más ultras del
ejército en noviembre de 1978. Tres años después de ese experimento, Rodríguez
Solano viajó a Argentina para aprender las tácticas de Inteligencia del régimen
de Videla.
Según consta
en los archivos, las relaciones entre civiles y uniformados de uno y otro lado
del Atlántico no acabarían ahí. Durante los peores años de la dictadura, los
generales Jaime Milans del Bosch, Miguel Luengo Tejero y Ramón Cuadra
Medina fueron algunos de los invitados a las comidas organizadas por los
diplomáticos argentinos en distintos restaurantes de Madrid. Los funcionarios
de la embajada también mantuvieron contactos con el Comisario Principal de
Policía de Madrid, Gonzalo Gómez Ruiz, y con el general del ejército de Tierra,
José Gabeiras Montero.
"Así nos va"
El modelo
represivo argentino también despertaba interés en el entorno del presidente Adolfo
Suárez. Así quedó plasmado en un documento secreto redactado
por el embajador argentino, Jorge Washington Ferreira, tras reunirse con el ministro de la
Presidencia del ejecutivo español, José Pedro Pérez Llorca, considerado
como uno de los siete padres de la Constitución. Según este memorándum, el
encuentro tuvo lugar el 21 de enero de 1980, duró 45 minutos y giró "sobre
la situación argentina y española". "El ministro se mostró interesado
por conocer diversos aspectos relacionados con el terrorismo en la
Argentina", destacaba Ferreira en su informe.
El embajador
de Videla aprovechó el interés de su interlocutor para hacer apología de los
crímenes cometidos por la dictadura. "Puntualicé que las FFAA y de
Seguridad habían enfrentado una verdadera guerra, la que, felizmente, había
concluido con la total derrota del enemigo en el campo militar", subrayó
el funcionario. Entonces llegó uno de los momentos más inolvidables de la
reunión: en tono didáctico, Ferreira explicó que "había dos métodos para
enfrentar el terrorismo: el meramente policial, con represión normal y gradual,
y el de guerra total con represión drástica mediante el empleo, incluso, de los
medios militares". El embajador remarcó que Argentina había "optado
por éste último", a lo que Pérez Llorca apostilló: "Nosotros por el
primero, y así nos va".
En otro
momento de la charla, el entonces ministro y ahora presidente del Museo del
Prado se sinceró sobre la postura del gobierno de UCD ante la situación en
Euskadi. "Me dijo que ellos habían hecho la transición en España pero que
habían tenido errores, principalmente con el proceso autonómico, toda vez que
ahora todas las nacionalidades querían equipararse a la vasca y a la catalana y
que ello no era posible. De ahí los esfuerzos del presidente Suárez por
desacelerar el curso autonómico en las demás regiones. El problema vasco,
agregó, es realmente grave". A lo largo de ese año, los grupos
parapoliciales que operaban en Euskadi asesinarían a unas veinte personas.
Fuente: www.publico.es
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