lunes, 3 de noviembre de 2014

DEL "FELIPISMO" AL "PABLISMO"



Cuando la chaqueta de Felipe González se trastoca en la coleta de Pablo Iglesias

Lunes, 3 de noviembre de 2014
      Extractado del artículo "Del felipismo al pablismo, o de la perpetuación del engaño electoralista del reformismo", por Francisco Campos López 
         “Lo de hoy es una demostración de algo que pone nerviosos a muchos. Hoy empieza a nacer una organización política que está aquí para ganar y para formar gobierno”. Estas palabras fueron pronunciadas por Pablo Iglesias en la asamblea constituyente de “Podemos” como partido. Un partido del cual Iglesias señaló más adelante su característica fundamental, la que lo distingue de otros proyectos: “la diferencia fundamental es que sabemos cómo ganar”. Y posteriormente aclaró cuál sería la estrategia para lograrlo: “Queremos ocupar la centralidad del tablero porque existe una mayoría que apuesta por la decencia”. Todo ello con el propósito de “cambiar el país”. Ese “país”, claro está, como para cualquier españolismo, es España.  
       Además de obviamente españolista, estamos ante un proyecto declaradamente electoralista, puesto que su razón de ser es “ganar” (se sobrentiende que elecciones), y cuyo fin manifestado es el gobernar el Estado (“formar gobierno”), lo que creen que lograrán (“sabemos cómo ganar”) a través de “ocupar la centralidad del tablero” (el espacio del centro político) con una propuesta interclasista (para “la mayoría” que “apuesta por la decencia”). Tras esta asamblea, “Podemos” termina de quitarse la máscara revelándose, no como alternativa al Sistema, sino como mera alternativa de poder dentro del Sistema. Como relevo generacional en la “casta”. 
         Un proyecto político de estas características no tiene nada de novedoso, aunque pretenda venderse así. Más allá de diferencias superficiales en formas, palabras y gestos, es idéntico al que representó el PSOE durante la llamada “transición” y que presento y logró llevarle al poder en 1982.  Pablo Iglesias nos ofrece, con distinto envoltorio y denominación, el mismo producto de marketing político prefabricado en los laboratorios intelectuales del Sistema que hace treinta y dos años ya le vendió a las clases populares Felipe González. En lo fundamental, Pablo Iglesias y “Podemos” transmiten el mismo discurso de regeneración y honradez de aquel PSOE (“cien años de honradez” era su lema). El mismo proyecto de gobierno de “mayoría social” y la misma propuesta de “cambio” (“Por el cambio” fue el lema de campaña del PSOE en 1982)  
          Al igual que el actual “Podemos”, aquel PSOE también era una organización de jóvenes totalmente desconocidos e ilusionadores que abarrotaban estadios y estaban constantemente presentes en los medios, y que pretendía representar la esperanza de lo diferente y lo nuevo frente a lo viejo, al que se le adjudicaba la responsabilidad del pasado y el presente. Si ahora lo viejo es el PP o el PSOE, entonces eran los abiertamente franquistas y los comunistas. Si ahora se nos vende a la derecha como origen de nuestros males y se nos propone el: ¡todos contra el PP!, entonces también el problema era la derecha y se propugnaba el: ¡todos contra la UCD!
        Aquel PSOE también era un partido de aluvión en militancia, que paso en meses de decenas a miles. Y lo fue también gracias a la amplia campaña propagandística que le ofrecieron los medios de comunicación “progresistas” de entonces. Un partido que, en realidad, no tenía más relación con el PSOE histórico que sus siglas. Aunque se hizo ver el Congreso de Suresnes como una renovación, en realidad se trato de una especie de “golpe de Estado” interno, impulsado por una Internacional Socialista al servicio de los intereses estadounidenses, que acabó con el propio PSOE, modificando hasta hacerla irreconocible su ideología pretextando “renovación” (“hay que ser socialistas antes que marxistas” llegaría a proclamar González), y apartando del poder organizativo a sus dirigentes tradicionales, poniendo en su lugar a jóvenes arribistas y ambiciosos, dispuestos a ser unos files lacayos del imperialismo y los futuros constructores de un continuismo neofranquista al servicio del Capital, del que ellos serían sus gobernantes. 
            Aquellos jóvenes también eran informales y rompedores, entonces simbolizado por la famosa chaqueta de pana de González como ahora por la no menos emblemática coleta de Iglesias, y utilizaban un lenguaje que huía de antiguos conceptos, supuestamente para así hacerse más cercanos y comprensibles a amplias capas sociales. Por ejemplo entonces Alfonso Guerra no hablaba de la clase obrera sino de “los descamisados”, como ahora Pablo Iglesias lo hace de “los de abajo”. También entonces se despotricaba contra los ricos, en ese sentido los mítines de Alfonso Guerra eran antológicos, para después proponer recetas que no rebasaban los límites de tolerancia marcados por la plutocracia. En “Podemos” resulta ejemplificadora la diferencia entre el discurso “radical” contra la deuda y la disponibilidad programática a pagarla 
         Aquella otra “nueva izquierda”, así era calificada por los medios, no solo logró instituirse como fuerza hegemónica de la izquierda en las primeras elecciones a las que se presento, las de 1977, sino que cinco años después se hicieron con el poder. Y todos sabemos lo que ocurrió tras su triunfo. El “cambio” que promovieron tanto a nivel local como “autonómico” o estatal es el origen de la Andalucía dependiente actual.
           Gracias a ellos, junto a la contribución del PCE y después de IU, el régimen neofranquista y neocolonialista ha conseguido asentarse y perdurar a lo largo de más de tres décadas en nuestra tierra. Gracias a ellos, con la inestimable colaboración de los sindicatos “mayoritarios”, el pueblo trabajador andaluz sufrió los más graves atentados a sus derechos y estabilidad laboral conocidos hasta entonces. Infinitamente superiores a los que antes ya les había producido la derecha, entonces la UCD. Baste recordar al respecto las sangrantes “reconversiones industriales” o el invento de los “contratos basura”, justificados con aquello de “Mejor un mal trabajo que no tener trabajo” que decía González. 
         Hoy los hijos nacidos en aquel “felipismo” incurren en los mismos errores en el que ya cayeron sus padres, y las nuevas generaciones compran la misma estampita trucada que las anteriores, en este timo institucionalizado del tocomocho de la “España constitucional”. Y lo hace porque la supuesta “generación más preparada de nuestra historia” adolece de las mismas carencias que las que le precedieron. Más allá de sus conocimientos técnicos, están inmersos en el mismo mar de alienación social, identitaria y de clase que sus ancestros. Y no es de extrañar, puesto que tanto esta generación, como anteriormente la “felipista”, y aún antes la “madura” de la “transición”, no son más que sendas víctimas y consecuencias del franquismo sociológico. Del mismo condicionamiento social inoculado a las clases populares durante la Dictadura y que ha sido mantenido, e incluso aumentado y perfeccionado, por el régimen neofranquista actual.




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