Por Bel Carrasco, periodista de EL MUNDO Valencia.
15 de diciembre de 2013
En aquellos años locos y
dorados, cuando éramos felices y comíamos perdices, aunque fuera por encima de
nuestras posibilidades, según dicen algunos, al llegar estas fechas se
desencadenaba la furia febril del regalo. Los transportistas hacían el agosto
en diciembre, portando de aquí para allá cajas y cajones repletos de dádivas y
presentes que a modo de salutación navideña intercambiaban las empresas, instituciones
oficiales y entidades diversas. Un suculento fluir de comestibles y bebestibles,
aliñados de piezas especialmente pensadas para agradar al destinatario, o
provocarle directamente el infarto. Agendas de piel de cebra, plumas de
avestruz, pseudofiguritas de Lladró, relojes con la hora falsa, etcétera.
En aquellos tiempos de
abundancia hasta la señora de la limpieza se llevaba un trozo de turrón a casa,
como la pobre viuda del Plácido, un filme de Berlanga muy apropiado para
combatir el consumismo navideño. Hoy día, si te toca un calendario de mesa
ya puedes darte con un canto en los dientes. Al menos sabrás qué día de la
semana te toca firmar el finiquito y si tiene santoral, cuando cae San
Pancracio para ponerle unas velitas.
El regalo es el halago.
Regala que algo queda. Un regalo ayuda a triunfar. Conscientes del importante
papel de este hábito social y de la necesidad de fomentarlo, un grupo de
cabreados parados de larga duración han montado un empresa on line, que
es lo que ahora mola. Se llama Obsequiosa y su singularidad reside en
darle al tema una vuelta de tuerca, pues si un regalo sirve para expresar
cariño, gratitud, incluso admiración, también puede utilizarse para todo lo
contrario. Manifestar rechazo, desagrado y repulsión.
Los integrantes de
Obsequiosa, que por si las moscas prefieren permanecer en el anonimato, han
hecho una firme apuesta para que todo aquel ciudadano que todavía esté en
condiciones que gastarse unos cuantos eurillos pueda invertirlos en un
desagradable regalo sorpresa, dedicado a su corrupto preferido. "Ya
que la mayoría se van de rositas que al menos pasen un mal rato", dicen
los de Obsequiosa. "Nuestros productos representan una forma más
cómoda y refinada que el escrache. No se pasa frío, ni se tienen problemas con
la Policía."
El catálogo elaborado a
toda prisa pero con muy mala leche incluye de momento estas opciones:
Jamones Dosgustos
De tamaño considerable y
con la apariencia del jamón tradicional, esta apetitosa vianda ha sido sometida
a un sofisticado tratamiento biomolecular de efectos retardados. Al recibir unas
cuantas tajadas comienza a pudrirse y pronto es invadido por cientos de
asquerosos gusanos de color blanco, gordos como dedos pulgares. De ahí el
nombre, Dosgustos. ¡Qué disgusto! A algunos puede que incluso les guste
más que el de pata negra.
Bandejas de frutas
perfumadas
Típica ofrenda frutal
con piña incluida, papaya, mango y demás parafernalia horto-frutícola. El
conjunto entra por los ojos y hace insalivar en abundancia. La sorpresa viene
cuando quitas el envoltorio de celofán y toda la casa se impregna de un
apestoso olor a tigre y orines de gato, que ni el más poderoso desinfectante
del mercado es capaz de eliminar. El hedor se pega a la ropa, al cabello y
hasta la piel de debajo de las uñas. Quien sufre el impacto ya no volverá a
comerse una manzana en toda su vida.
Bombones sonrisitas
Una colección de
bombones de múltiples sabores, con o sin licor incorporado, envueltos
primorosamente en delicados papeles de colores. Nadie puede rehuir su atracción
fatal. Lástima que hayan sido infectados de una bacteria fatídica, la Dentinegri
que provoca a quien los consume caries generalizadas y fulminantes. La
sonrisa es la que se dibuja en la cara del dentista cuando presenta al afectado
los factura de los tropecientos implantes de titanio a más de mil eurakos
la unidad.
Maletines 'Escapada
Final'
Réplica de los
popularizados recientemente por UGT, esas elegantes carteras que parecen hechas
con la piel de la mamá de Bambi. Contienen en su interior un kit
carcelario muy completo, con indumentaria reversible que por un lado es un mono
de color naranja con vistosos autoadhesivos publicitarios, como el de las
famosas cajas fuertes, Devil Huchas. Por el otro lado, un traje de ejecutivo
marca Armani (a mano armada), junto a una corbata de seda con soga incluida.
También un dentífrico para dentaduras de tiburón, una máquina de contar
billetes, colonia anti-piojos y gafas con cristales color de rosa. Por un
módico precio se añade una útil biblioteca de autoayuda con títulos selectos: Cómo
hacer amigos entre rejas, Ponte cachas en el trullo, Cuidadín en
las duchas, Escribe un 'best seller' y Hazte más famoso que Conde.
Como se puede observar
los artífices de Obsequiosa utilizan la célebre táctica del Caballo de Troya,
ideada por el avispado Ulises hace la tira de años. Con el objetivo de que el
negocio prolifere hacen una llamada a los ciudadanos para que aporten
libremente sus ideas sobre cómo diseñar el perfecto regalo inolvidable
destinado al corrupto de turno.
Intérprete intrépido
Hasta aquí todo es
ficción, pero como la realidad supera el arte no quisiera perder la ocasión de
mencionar el increíble caso, real como la vida misma, que supera la más
delirante imaginación. Me refiero al tipo que se coló en el multitudinario
funeral de Mandela para ejercer de intérprete de signos cuando no tenía ni
pajolera idea. Haciendo gala de una impresionante sangre fría, el impostor
permaneció largo tiempo junto a los líderes mundiales haciendo gestos,
visajes y carantoñas que no tenían ningún significado para los sordos que
tras el acto lo desenmascararon, aunque ya había desaparecido del mapa. Es
fuerte la cosa. Si ocurre algo así en España, el tipo ya sería trending
topic en las redes sociales y perseguido como entrevistado estrella
por los canales de televisión. Incluso alguien estaría pensando en hacer una
película para sacar jugo al tema.
Fuente: www.elmundo.es


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