El golpe de Estado se impuso en Canarias
sin necesidad de trincheras, frentes y batallas. A pesar de ello, se apunta que
entre 2.000 y 3.000 personas fueron asesinadas entre 1936 y 1939 y que 6.000
canarios pasaron por las cárceles y los campos de concentración
ALEJANDRO
TORRÚS Madrid 20/10/2013 08:21 Actualizado: 20/10/2013 11:20
1.Jose Carlos Schwartz | 2.El obispo de la diócesis
canaria Pildaín con las autoridades militares inaugurando el internado de San
Antonio en Las Palmas. Cedida por Sergio Millares | 3.Falangistas por las
calles de Las Palmas durante la Guerra Civil | 4. Foto José Deni |5. Sección
Femenina de Falange desfilando por una localidad canaria | 6.Excavación en los
'pozos del olvido de Arucas' donde aparecieron 24 cadáveres. FOTOS CEDIDAS POR
SERGIO MILLARES
En las Islas
Canarias no hubo Guerra Civil. Al menos no existió lo que tradicionalmente se
entiende por guerra: trincheras, frentes y batallas. Los golpistas ocuparon el
poder con relativa facilidad aunque no sin resistencia de parte de las clases
medias y populares. Sin embargo, la no existencia de un campo de batalla no
influyó para que la represión fuera enorme. El investigador Ramiro Rivas, autor
de la obra Tenerife 1936, calcula que en el archipiélago fueron
asesinadas más de 3.000 personas, que 5.000 canarios pasaron por las
cárceles y los campos de concentración y que 4.000 ciudadanos de las Islas se
vieron obligados al exilio.
"Los
rebeldes, ante la no existencia de una Guerra Civil, ejecutaron un plan de
exterminio ideológico del contrario"
"La no
existencia de una Guerra Civil y la enorme represión que hubo en Canarias es la
demostración más palpable de las intenciones de los rebeldes: sembrar el
terror, eliminar físicamente al adversario político y erradicar cualquier
atisbo de resistencia. Se trata de un plan de exterminio del contrario
ideológico", explica a Público el historiador Sergio
Millares.
Las Islas
Canarias tuvieron una función muy importante para el bando franquista a lo
largo de la Guerra. Desde el archipiélago se mandaron cerca de 60.000 soldados,
dinero, oro, divisas y el petróleo refinado de la factoría Cepsa en la capital
tinerfeña, "producto no sólo fundamental sino imprescindible para la
maquinaria militar en una guerra moderna como fue la contienda del 36",
explica Rivas.
Las Islas
eran demasiado importantes para el bando franquista. Había que machacar a la
resistencia y a aquellos que democráticamente habían vencido en las elecciones
de febrero del 36. "Se trata de represión en frío y ejercida desde el
primer momento. Por un lado querían evitar que los republicanos se levantaran
contra los rebeldes. Tenía, pues, un carácter preventivo. Por otra parte, los
republicanos aquí eran numerosos. Habían vencido en las elecciones y el bando
rebelde trata de acabar con él de raíz", señala Millares.
Este
artículo recopila tres historias diferentes sucedidas en tres islas del
archipiélago. Son tres casos personales que muestran hasta qué punto llegó la
represión y se extendió el sin sentido. En las Islas Canarias no hubo una
Guerra Civil como tal, pero los rebeldes ejecutaron un plan de represión cuyas
consecuencias aún se pueden
observar. Un número imposible de determinar
de ciudadanos republicanos siguen desaparecidos. Algunos están localizados,
otros están sin localizar y otros muchos nunca serán encontrados, ya que se
sospecha que fueron lanzados al mar.
José Sosa y los pozos del olvido de Arucas. Gran Canaria.
La misma
mañana del 18 de julio José Sosa, tesorero de la agrupación socialista de
Arucas, fue detenido en la puerta de su casa. Pasó por diversas comisarías
y campos de concentración. Su mujer estaba embarazada de una niña, Pino Sosa,
que en enero de 2014 cumplirá 77 años. El 15 de enero, tras varios meses como
prisionero, José fue puesto en libertad y regresó a su casa. Diez días después,
nacería su hija Pino. Pero la situación volvería a dar un giro radical.
El 19 de
marzo las autoridades del bando franquista regresaron a casa de José. Eran las
seis de la mañana. Nunca más nadie lo volvería a ver con vida. La
desaparición de José no sería la única. En aquella semana de marzo, 88
ciudadanos de Arucas, Gáldar y Agaete desaparecieron para siempre. La tradición
oral señala que aquellos ciudadanos fueron asesinados y enterrados en los pozos
del Llano de las Brujas (Arucas).
"Mi
madre llevaba a menudo margaritas silvestres a escondidas a uno de los pozos,
donde pensaba que estaba enterrado según lo que escuchaba en el pueblo",
narra Pino Sosa a Público. Este pozo fue excavado con fondos del
Gobierno de Canarias hace unos años. En él, de tres metros de diámetro y 50 de
profundidad, encontraron los restos óseos de 24 personas, pero no los de
José. "Hay tres pozos y espero que puedan seguir investigando y
aparezca en alguno de ellos", confiesa Pino, que a sus 77 años siguen
luchando por encontrar los restos de su padre, del que sólo pudo disfrutar
durante tres meses de su vida.
"La
lucha por encontrarlo comenzó cuando murió Franco. Antes, durante la dictadura,
no podíamos movernos. Estábamos marcados por ser rojos. De hecho, mi madre
jamás me hablaba de mi padre. Cuando cumplí los 20 años, le pregunté por él
y me contestó que ya había pasado mucho tiempo y que era mejor que dejara el
tema", apunta Pino, que asegura que su última intención es abrir heridas.
"Nosotros no queremos abrir ninguna herida porque nunca se han cerrado. Ni
la Iglesia ni el Estado nos han pedido perdón por robarnos a tantos
familiares", sentencia Pino.
El último alcalde republicano de Santa Cruz de Tenerife
"Ingresado
en prisión el 18 de julio de 1936. A disposición del comandante militar de
Canarias. Puesto en libertad el día 2 de octubre de 1936". Este es el
texto que queda en el expediente del prisionero José Carlos Schwartz, el último
alcalde republicano de Santa Cruz de Tenerife. José Carlos, sin embargo, nunca
volvió a ser visto. Ese día, supuestamente, el alcalde fue fusilado y enterrado
en un lugar que aún hoy se
desconoce.
"El 2
de octubre de 1936, mi abuela, como tantos otros días, fue a la cárcel a llevar
ropa limpia a mi abuelo. Sin embargo, en la cárcel le dijeron que no estaba,
que ya se había ido a casa. Mi abuela regresó a casa, pero allí no estaba",
cuenta a Público Mercedes Pérez Schwartz, nieta de José Carlos. En ese
momento comenzó la búsqueda de la mujer de José Carlos por encontrar a su
marido.
Las primeras
informaciones apuntaron a que podría estar enterrado en las Cañadas del Teide y
la familia se puso a buscar. Sin embargo, cuenta Mercedes, el hermano de José
Carlos recibió pronto un mensaje anónimo. "Si no dejas de investigar,
te pasará lo mismo", rezaba el mensaje que puso punto y final a una
búsqueda que se tuvo que reanudar una vez muerto el dictador.
Sin embargo,
38 años después del fin de la dictadura, la búsqueda de su abuelo continúa generando
problemas. Mercedes es actualmente la presidenta de la Asociación para la Recuperación de la
Memoria Histórica en Tenerife y denuncia la imposibilidad de buscar
no sólo a su abuelo sino a todos los desaparecidos por la falta de fondos.
"Seguimos y seguiremos buscando. Ya no como nieta de represaliado sino
como presidenta de la asociación, pero para eso necesitamos dinero",
sentencia Mercedes.
Juana Casañas, la novia de Manuel, 'el Huido'. El Hierro.
Juana tenía
catorce años. Hacía cinco años que no veía a Manuel, un vecino de su pequeño
municipio en la isla del Hierro. Un día fue a casa de sus vecinas y mientras
esperaba en el salón echando un vistazo a una revista apareció un hombre con
una larga barba y la besó. Juana se asustó mucho. Entró en pánico. "Soy
yo, Manuel", le dijo el hombre. Juana, sin embargo, quería huir de allí.
"No te puedo dejar de ir porque con la cara de pánico que tienes
cualquiera que te vea por la calle va a descubrir que estoy aquí", le dijo
él, que había conseguido ser maestro con sólo veinte años y alcalde
constitucional de la Villa de Firgas en Gran Canaria a los veintidós.
La hija de
un desaparecido: "No queremos abrir ninguna herida porque nunca se han
cerrado"
Manuel, como
tantos otros miles de canarios, había tenido que esconderse para no ser
fusilado. El 16 de julio de 1936 había llegado a su ciudad natal para pasar sus
vacaciones. El 18 de julio, su vida cambiaría para siempre. Desde la localidad
que gobernaba le advirtieron que si regresaba sería asesinado. Cuando besó a
Juana llevaba ya cinco años escondido. De vez en cuando visitaba a su madre
y hermanas y en una de esas visitas se encontró con Juana. Tras el susto
inicial, la madre de Manuel y el propio fugitivo explicaron a Juana la
situación y por qué estaba escondido el que había sido el alcalde más joven
de todo el Estado español, con tan solo 23 años.
"La
madre y él me dijeron que se había enamorado de mi, pero yo tenía sólo 14 años.
Era muy niña", explica a Público Juana. En ese momento, comenzó un
carteo continuo entre Juana y Manuel. El huido escribía todos los días
algunas líneas a Juana, que le eran entregadas a través de las hermanas de
Manuel. Aquellas cartas fueron conquistando poco a poco el corazón de Juana,
reacia en un principio a la relación. "Al final en una de esas cartas
acepté ser su novia, pero ni siquiera mis padres sabían de esta relación",
relata.
"Acepté
ser su novia, pero ni siquiera mis padres sabían de nuestra relación",
recuerda Juana Juana y Manuel siguieron carteándose durante tres largos años. A
veces, muy de vez en cuando, se veían a escondidas en la casa de la madre de
Manuel y el amor, cuenta Juana, fue creciendo. Así, la mujer cumplió 18 años y Manuel
decidió salir de su refugio con la esperanza de iniciar una nueva vida y de
que la represión no acabara con su vida. Manuel fue condenado a un año de
cárcel y Juana continuó esperando. "Una vez me había enamorado nunca más
desaparecería el amor. Estuve enamorada de él todos los días hasta el día en el
que falleció", narra.
Una vez que
Manuel había salido de la cárcel, la pareja decidió emigrar a Las Palmas, donde
abrieron un Bar-Restaurante. "Fue una historia de amor muy bonita, abrimos
un restaurante, tuvimos cuatro hijos y todo fue felicidad", resume Juana.
A cambio, Manuel tuvo que renunciar a su vocación de maestro durante media
vida. Una vez muerto el dictador le fue devuelta su plaza de maestro de escuela.
Manuel ya tenía 61 años. "Cuando recuerdo cómo nos cambió la vida la
Guerra Civil no siento rencor, siento pena. Sí, pena. La sensación de que todo
pudo ser de otra manera y con menos sufrimiento", sentencia Juana.
Fuente: www.publico.es




No hay comentarios:
Publicar un comentario