LAS FOTOS DE LAS
QUE HIPÓLITA JAMÁS QUISO HABLAR
Olivia Carballar / Sevilla / 19 oct 2013
Emilio y Benito.
Cuando empezaron a buscar a Emilio, sólo tenían una foto. La foto que
vieron desde siempre, en la cómoda, bajo el espejo, nada más entrar en la casa
de la abuela Hipólita. Con esa imagen en color sepia crecieron Santi y Rafael,
hoy con 37 y 36 años. “Ese es el tío Emilio”. Había una imagen más, impactante,
el rostro de un hombre con mirada fuerte, entrecejo poblado y camisa blanca
levemente abierta. “El tío Benito era muy bueno”. Nada más. Nunca la abuela
Hipólita se atrevió a hablar de ellos. Nunca la oyeron decir que los tíos
Emilio y Benito, sus hermanos, habían sido asesinados.
Con aquella foto, Santi, Rafael y el padre de ambos, Santiago Fernández,
hoy con 64 años, terminaron delante de un agujero, delante de una fosa en la
cuneta en un pueblecito de Sevilla, El Álamo. La exhumaron en 2011, sin
subvenciones, en familia, con la ayuda desinteresada de la ARMH de León y el
apoyo incondicional de personas como Cecilio Gordillo, coordinador del grupo de
trabajo sobre memoria histórica de CGT-A. Este mismo sábado, los restos
encontrados en aquel agujero, los de Emilio, minero, y un compañero que yacía con
él, han sido enterrados junto a la abuela Hipólita en el cementerio de Osuna
(Sevilla). También en familia.
Es el final de un proceso que comenzó con una promesa a Hipólita un
instante después de morir, hace más de diez años. Santiago padre volcó desde entonces
su vida a encontrar los restos de su tío Emilio. El testimonio de un familiar
emigrante -la tía Esperanza- que había regresado de Bruselas al pueblo fue
clave para localizar la fosa. “A esos hombres los mataron, no murieron en
una trinchera, como mucha gente todavía hoy nos intenta hacer creer
diciendo que son cosas que pasan en las guerras. No, no. Mi tío Emilio, que
pertenecía a la CNT, fue a entregarse porque le dijeron que no le pasaría nada
y lo fusilaron. Por motivos políticos”, reflexiona Santi. Su hermano Rafael,
que acudió por primera vez a un acto de memoria histórica en 2004, en el
cementerio de la Almudena de Madrid, “casi sin ganas” porque tuvo que madrugar,
entiende ahora muchas cosas. Entiende por qué cuando él se declaró insumiso, y estuvo
en búsqueda y captura, y fue a la cárcel, su abuela Hipólita sintió tantísimo
miedo.
Santiago Fernández con fotos de sus familiares. // LAURA LEÓN
Santiago padre, con 64 años, no puede ocultar su emoción: “Jamás, jamás.
Mi madre jamás habló de ello. Ni odio, ni rencor, ni venganza, ni reproche.
Ella tenía 18 años cuando asesinaron a su hermano Benito y 20 cuando mataron a
Emilio”. Cada día de los difuntos, ponía unas velitas sobre un recipiente con
aceite delante de las fotos y, 24 horas después, las apagaba. “A veces, la veía
a ella junto a sus hermanas Ricarda y Plácida, la mayor, hablando. Sólo entre
ellas hablaban de eso”, cuenta Santiago padre, que no para de investigar, leer
y escudriñar cualquier documento que llega a sus manos. “La verdad está
oculta. Las cosas son muy diferentes de cómo nos las contaron”, afirma.
Desde que fueron exhumados, los restos de su tío Emilio y su compañero
minero, José María Martín, han permanecido en Astorga (León). Los ácidos del
suelo donde estuvieron tirados como perros más de 70 años han impedido
identificarlos mediante el ADN. Pero tienen la certeza, por las
investigaciones, de que son ellos. “Esto nos ha cambiado la vida”, continúa
Santiago padre. Han enterrado al tío Emilio. Sí. Pero la lucha continúa: “Buscaré
también a mi tío Benito, aunque es más complicado porque la finca donde
supuestamente está enterrado, también en las proximidades de El Álamo, es muy
extensa“. “La República fue un régimen democrático. Ya fueron vencidos,
asesinados, esclavizados… como para tener que seguir callando”, concluye.
Sus hijos Santi y Rafael, la nueva generación que seguirá reivindicando los
valores por los que fueron asesinados sus tíos, comprenden hoy las historias
que escondían aquellas dos fotografías antiguas, a las que la abuela Hipólita,
en silencio, iba sumando la de sus nietos, en color, vestidos de comunión.
Fuente: http://www.andalucesdiario.es/


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