Lydia Falcón
06 de octubre de 2014
Resulta enormemente sorprendente leer encendidos elogios
al nacionalismo catalán formulados por comentaristas de izquierda, que
argumentan que tales teorías pertenecen desde tiempos inmemoriales a la
tradición de lucha revolucionaria. Me deja perpleja saber que los Pujol,
Ferrusola, Mas y compañía pertenecen a la izquierda.
Porque la verdad es que el nacionalismo siempre es de
derechas. Nace en el siglo XVIII de la mano y el pensamiento de la burguesía
que tiene que repartirse las materias primas, la producción industrial y el
mercado, en una Europa convulsa que llevaba siglos de interminables guerras
entre los caudillos, señores feudales, reyezuelos y abades, por apropiarse
de la tierra.
Cuando la burguesía comienza a afianzar su poder difunde,
desde mediados del siglo XIX, la teoría de la soberanía nacional e inventa una
ideología basada en sentimientos patrióticos, que logra excitar en las clases
populares el odio y el resentimiento de agravio contra los pueblos vecinos, y
consigue convencer a muchos trabajadores para que se enfrenten entre sí
mortalmente en la I Guerra Mundial, a fin de hacer más grande el poder colonial
de unas cuantas oligarquías.
Por el contrario, el proletariado, aprendiendo de los
estudios y análisis de Bakunin y de Marx, comienza a organizarse en sindicatos
y partidos que defiendan sus intereses, frente a los de las burguesías que
acaparan todo el poder en Europa y en las colonias. Es el momento en que la
Confederación Nacional del Trabajo, anarquista, tiene más de un millón de
afiliados en España, la mayoría en Cataluña, y afirma que la única patria de
los trabajadores es el sindicato. Este movimiento obrero rechaza rotundamente
seguir las consignas disgregadoras y de enfrentamiento entre los trabajadores
de las diferentes partes de España, negándose incluso a hablar en catalán y
difundiendo el esperanto. Sería bueno que nuestros intelectuales de izquierda
leyeran a Bakunin.
En cuanto en Europa las burguesías vuelven a propiciar el
desencadenamiento de la II Guerra, activan la polémica respecto a las
nacionalidades. Como decía Marx, el nacionalismo es un invento de la burguesía
para dividir a la clase obrera. Tampoco esos ideólogos de izquierda conocen la
crítica que realizó Rosa Luxemburgo del nacionalismo en su fundamental libro La
Cuestión Nacional, que sería bueno que leyeran. El limitadísimo
conocimiento de la historia de Europa por parte de tales intelectuales, e
incluso de muchas voces de la izquierda española, dificulta mucho la
comprensión de lo que ocurre en Cataluña.
Centrándonos en Cataluña la invención de la nacionalidad
catalana surge a finales del siglo XIX de la mano de los representantes de la
burguesía Valentí Almirall y Prat de la Riba con un discurso en el que a partir
de exigir el reconocimiento de las singularidades y particularidades de los
catalanes se proponen un único objetivo: obtener mayores privilegios para los
fabricantes y comerciantes en el reparto de los impuestos estatales y de las
cargas aduaneras. Impulsado por estos próceres en 1885 se presentó al rey
Alfonso XII un Memorial de
greuges, en el que se denunciaban los tratados comerciales y las
propuestas unificadoras del Código Civil,
y en 1886 los empresarios organizaron una campaña contra el convenio comercial
que se iba a firmar con Gran Bretaña. Ambos constituyeron la Lliga
Regionalista, de la que Prat de la Riba fue uno de sus principales líderes. Los
dos son representantes típicos de la burguesía de finales del XIX y principios
del XX que defendían sus beneficios frente a la competencia de los fabricantes
ingleses, franceses y alemanes, exigiéndole al gobierno español cada vez
mayores privilegios.
Son los burgueses los que construyen la teoría de la
identidad propia de Cataluña, puesto que difícilmente los obreros y las obreras
podían dedicarse a tan imaginativas tareas sometidos a la salvaje explotación
de los industriales catalanes, propia de la época del industrialismo, y sobre
todo teniendo en cuenta que el proletariado en Cataluña está compuesto también
con la inmigración masiva de los campesinos y campesinas hambrientos del resto
de España.
Como deberían saber los comentaristas de izquierda —y los
historiadores de toda laya— de esta cuna y no de otra procede el nacionalismo
catalán. A la que se sumaron otros más que elaboraron una ideología para
implantar en el ánimo de los ciudadanos catalanes el sentimiento de pertenencia
a un pueblo “especial” —no exactamente el escogido por Dios como creen los
judíos sionistas, pero en esa misma línea—. Virtudes e identidad, vagos componentes
de un alma distinta a la de los demás españoles, que nadie más que ellos
conoce, pero cuyo precio sí pueden exigir: que los impuestos que pagan al
Estado central se queden en Cataluña, para hacer aún más rica y próspera a su
burguesía, que ya se encargará por sí misma de explotar a sus trabajadores,
catalanes o no. Teorías que en aquel comienzo del siglo XX únicamente atraían a
los intelectuales pequeño-burgueses, ya que la clase obrera estaba más
implicada en la Semana Trágica que en discutir las características del “seny”
catalán, mientras los burgueses se ocupaban de organizar sus empresas para
conseguir extraer la mayor plus valía de los trabajadores y trabajadoras
—especialmente estas que eran mayoría en la industria textil— y en exportar sus
productos, que en dilucidar que fuera eso de la identidad catalana.
Por si cabe alguna duda de los motivos económicos que
llevaban a la burguesía a defender y difundir el nacionalismo es bueno
leer las Memorias de Francesc Cambó, donde escribe: “Diversos motivos
ayudaron a la rápida difusión del catalanismo y la aún más rápida ascensión de
sus dirigentes. La pérdida de las colonias, después de una sucesión de
desastres, provocó un inmenso desprestigio del Estado, de sus órganos
representativos y de los partidos que gobernaban España. El rápido
enriquecimiento de Cataluña, fomentado por el gran número de capitales que se
repatriaban de las perdidas colonias, dio a los catalanes el orgullo de las
riquezas improvisadas, cosa que les hizo propicios a la acción de nuestras
propagandas dirigidas a deprimir el Estado español y a exaltar las virtudes y
merecimientos de la Cataluña pasada, presente y futura”.
El nacionalismo catalán empezó a tener importancia
política con la victoria electoral en 1901 de la Lliga Regionalista,
partido conservador
sin duda, al que siguió Solidaridad
Catalana, fruto de la coalición de varios grupos que en las
elecciones de 1907
obtuvo 41 de los 44 escaños del congreso catalán. Pero poco emocionados debían
estar los obreros con tal partido cuando desencadenaron La Semana Trágica
de Barcelona que ocasionó la
disolución de Solidaridad. Los líderes de la Lliga consiguieron en 1913 la
creación de la Mancomunidad de
Cataluña, una especie de gobierno autónomo que englobaba las 4
diputaciones provinciales y que a partir de 1918 fue el partido más importante de
Cataluña, aunque nunca consiguió la mayoría de los escaños catalanes en las
Cortes Generales españolas. Su evidente adscripción a la derecha le impulsó a
participar en los últimos gobiernos de la Restauración y en 1923 no se opuso a
la dictadura de
Primo de Rivera, que sin embargo disolvió la Mancomunidad. Por su
parte, la mayoría del proletariado apoyaba el anarquismo, representado
por la CNT.
La bandera del nacionalismo la enarbola más tarde
Esquerra Republicana de Catalunya, pero cierto es que tanto Maciá como Companys
no eran independentistas -mucho es exagerar llamarlos de izquierdas, cuando el
ideal de ERC era que cada catalán tuviera “la caseta y el hortet”- y tampoco
bajo la dictadura se definían independentistas los de CIU y todos los de ERC.
Pero precisamente porque no lo eran, no sé a qué viene ahora mostrarse tan
apasionada y febrilmente independista cuando las represiones franquistas han
desaparecido. Afirman que ese cambio se debe a que el Estado español está
controlado por una casta responsable del enorme retraso social de España,
incluyendo Catalunya, y que nunca aceptará la plurinacionalidad de España. Y me
pregunto perpleja, ¿ahora se acaban de enterar? ¿Ha tenido que llegar el año
2010 para que las izquierdas se enteraran de que la derecha española es
reaccionaria y responsable de la miseria de su pueblo? Pero de todo el pueblo
español, no solo el catalán. Y la izquierda catalana, ante esta evidente
explotación, escoge separarse del resto de España, para preservar los bienes y
riquezas de su burguesía —una de las más corruptas del país—, y dejar a los
trabajadores y las trabajadoras de las otras regiones abandonados a su miseria
secular, en vez unirse y luchar juntos por acabar con este régimen monárquico,
capitalista y patriarcal que nos está esquilmando a todos y todas las
ciudadanas.
Que el Partit Socialista Unificat de Catalunya se sumara
a las reivindicaciones nacionalistas en los tiempos de la dictadura no
significa que tales reivindicaciones sean de izquierda. La convocatoria, suicida,
de manifestarnos en los años sesenta el 11 de septiembre para conmemorar el
momento en que hirieron al Conseller Casanovas, que nos imponía el PSUC,
solamente favorecía a los Heribert Barrera y los Pujol, que nunca vi en
aquellas manifestaciones. Los dirigentes del PSUC, como tantos otros que fueron
de izquierdas, padecieron, y hoy padecen con más fuerza, el síndrome de
Estocolmo, como con tanto acierto definía Carlos París. Se les metió en la
cabeza que la lucha contra el franquismo era defender las reclamaciones —muy
tímidas entonces— del nacionalismo catalán, y lamentablemente hoy siguen en la
misma línea.
El resultado está a la vista: el abandono de las luchas
sociales, el sometimiento del movimiento obrero a las condiciones del gobierno
de la Generalitat, y la utilización de las organizaciones culturales y
políticas a la reclamación de la independencia, olvidando el lamentable estado
en que se encuentran la sanidad, la escuela, la Universidad, la justicia, la
asistencia social, las mujeres, catalanas. Este abandono de las luchas de clase
por parte de la izquierda se refleja en los resultados de las sucesivas
elecciones desde finales del siglo XX. Mientras el año 1977 obtuvo el PSUC
500.000 votos, hoy ese partido está desaparecido, y todo el cinturón rojo de
Barcelona que votaba comunista vota CIU.
Y que el PSOE contuviera en sus declaraciones
programáticas durante la dictadura el derecho de autodeterminación de Cataluña
y hoy no lo defienda no significa más que el oportunismo que caracteriza a ese partido.
En primer lugar sería bueno un debate sobre si el PSOE era y es un partido de
izquierdas. Ya hemos sufrido lo que significaba el eslogan “OTAN, de entrada
no”, y los pobres saharauis pueden contarnos donde ha quedado el referéndum de
autodeterminación. De modo que no hace falta que los socialistas nos expliquen
por qué después de escribir aquellas encendidas frases revolucionarias
—en las que se declaraban republicanos e incluso apelaban a la lucha armada—
con que trufaban su programa en la clandestinidad antifranquista, en
cuanto olieron el poder se volvieron monárquicos, otanistas y serviles al
imperio estadounidense. Para nada sirve apelar a aquellas páginas, que sólo
engañaron a los ingenuos, con el fin de hacer declaración de izquierdismo
del nacionalismo catalán.
Lo que es realmente irritante es que los defensores del
referéndum se camuflen bajo la añagaza de que no se trata de pedir la
independencia sino de votar una consulta. En primer lugar, si las izquierdas,
como aseguran, no quieren la independencia sino el federalismo, lo que deben
hacer es defender este y dedicar todos los esfuerzos, tiempo y dinero en
explicarlo a la ciudadanía, tan ayuna de conocimientos políticos, en vez de
darse abrazos y dejarse fotografiar con Artur Mas.
En segundo y no menos importante, es no engañar a sus
electores y ciudadanos en general. Porque ese plebiscito está espúreamente
publicitado por el gobierno, CIU y Esquerra, con los fondos de la Generalitat,
con el propósito de convencer a los que viven en Cataluña de las ventajas que
obtendrán con su propio Estado, trastocando el objetivo de la consulta al
asegurar que no se trata de optar por la independencia sino de decidir. Ese
será un referéndum como el de la OTAN. Organizado, dirigido e impuesto
por el Govern, con el dinero de nuestros impuestos y los numerosos medios que
tiene a su alcance: televisión, prensa, radio, policía, ayuntamientos de CIU,
esa ANC financiada por él.. Y ahora las brigadas que en número de 8.000
personas se dedican a recorrer casa por casa, intimidando a sus habitantes con
una encuesta tendenciosa, destinada a demostrar que la mayoría de los catalanes
quiere la independencia, y cuya primera pregunta es tan falsaria como afirmar:
“Si Cataluña fuera un Estado tendría entre 8.000 y 16.000 millones de euros
más”. Lo que no aclaran es que Cataluña tendría que pagar 150.000 millones de
lo que le corresponde, el 18%, de la deuda española.
No cabe duda de que Franco fue el que más catalanes
convirtió al independentismo, con sus medidas de abolición del Estatuto y de
persecución del idioma, pero les aseguro que resultaba mucho más agradable y
alentador vivir en Barcelona en esos trágicos años, hermanados todos,
catalanes, castellanos, murcianos y andaluces antifranquistas en aquella
interminable lucha contra la dictadura, que hoy, cuando restaurada esta
democracia burguesa resulta que los que seguimos siendo de izquierda pero no
nos mostramos de acuerdo con ese remedo de referéndum y la reclamación de la
independencia, somos enemigos de la patria, tildados de nacionalistas
españolistas, término que equiparan al de fascistas.
Para informar a los que lo ignoren no está de más
recordar las declaraciones que han venido realizando los prohombres del
nacionalismo catalán, rotundos enemigos de cualquier izquierda -que mala
memoria tienen los articulistas-, para que de una vez se conozca la ralea de
semejante casta. Aquí están algunas de las perlas que vertió Heribert Barrera,
Presidente de ERC, en el libro Què pensa
Heribert Barrera en 2001:
“Veo el futuro un poco negro. Si continúan las corrientes
migratorias actuales, Cataluña desaparecerá”. “[Cuando] el señor Jörg Haider
[líder nazi austriaco, fallecido en 2008] dice que en Austria hay demasiados
extranjeros no está haciendo ninguna proclama racista”. “No pretendo que un
país haya de tener una raza pura; esto es una abstracción. Pero hay una
distribución genética en la población catalana que estadísticamente es
diferente a la de la población subsahariana, por ejemplo. Aunque no sea
políticamente correcto decirlo, hay muchas características de la persona que
vienen determinadas genéticamente, y probablemente la inteligencia es una de
ellas”…“El cociente intelectual de los negros de Estados Unidos es inferior al
de los blancos”…“A mí no me parece fuera de lugar esterilizar a una persona que
es débil mental a causa de un factor genético”…“Tenemos escasez de agua. Si en
lugar de seis millones fuésemos tres, como antes de la guerra, no tendríamos
este problema. Cualquier científico objetivo sabe que el principal problema
ecológico es el exceso de población”…“Una política que signifique instituir una
situación permanente de bilingüismo implica la desaparición de
Cataluña como nación. [...] Por razones de unos derechos morales e
históricos, reivindico que Cataluña sea monolingüe”… “Lo que complica
bastante las cosas es que es más difícil integrar a un latinoamericano que a un
andaluz. El único recurso que tendremos para subsistir [si Cataluña no se
separa del resto de España] es ser un grupo étnico, una minoría nacional
en el territorio de Cataluña”. Con este tipo de declaraciones se entiende que uno
de los primeros políticos que rindió homenaje
a Barrera tras su muerte fuera el líder de la xenófoba Plataforma
per Catalunya, Josep Anglada. Estas declaraciones fueron defendidas en
varias ocasiones por Jordi Pujol y Marta Ferrusola, con semejantes y parecidas
expresiones.
Resulta absolutamente inaceptable que
los partidos y formaciones de izquierda en Cataluña se alineen con semejantes
personajes y sus secuaces, como Artur Mas, que, a mayor abundamiento, han
demostrado que su principal objetivo al detentar el poder es apropiarse de los
bienes de todos para su mejor beneficio.
Fuente: www.publico.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario