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CADA CERDO LE LLEGA SU SAN MARTÍN Y TAMBIÉN HAY HORCA PARA EL VERDUGO
Debemos de apoyar a los jueces y agotar el espacio jurídico nacional y el
internacional. Yo creo más en los jueces que en la justicia. La justicia
es ciega y a veces se deja conducir por lazarillos fieles discípulos de
aquel que lo fue en Tormes.
Escrito por: Pedro Taracena
Gil el 06 de febrero de 2014
Vivimos tiempos de prerrevolución o
preparatorios de cualquier explosión social pacífica, sin descartar posibles
tintes violentos. Los bandos contendientes están bien definidos por mucho que
el poder y sus adláteres, lacayos y esbirros, traten de sembrar desde sus
trincheras la mentira por doquier. El frente de los tiranos y caudillos
salvadores lo constituyen: el Gobierno, la Iglesia, la Patronal, los Bancos,
los Mercados, la Unión Europea y los Medios de Comunicación. La vanguardia está
pertrechada con los tertulianos afines, muy bien remunerados por su fidelidad a
los caciques.
Las
instituciones del Estado incluyendo los poderes legislativo, ejecutivo y
judicial, están impregnados de corrupción o de fundamentos franquistas o
neofranquistas, si queremos ser más precisos. Los partidos políticos y
sindicatos han perdido toda su legitimidad de representar a los ciudadanos. Sus
perversas conductas de latrocinio y mentira, nos han llevado a coronar la
pirámide de golfos de Europa. Es evidente que los políticos corruptos han sido
votados por ciudadanos que no les ha interesado discernir entre el honrado y el
delincuente. Este estado de cosas justificaría una declaración de estado de
emergencia nacional y tomar medidas drásticas a favor del pueblo, aunque
hubiera que romper con los tiranos, que para ellos no existe la crisis, más
aún, han sacado ganancia de ella. No obstante si observamos los acontecimientos
y sobre todo los logros de las mareas en la calle, es preciso sacar algunas
conclusiones:
El otro bando
enfrentado a los usureros, ladrones y fanáticos es el pueblo llano:
trabajadores, autónomos, estudiantes, desahuciados, pensionistas, dependientes,
científicos, inmigrantes y emigrantes, profesionales de la Educación Pública y
la Salud Pública. Toda la sociedad es víctima de unos pocos que hasta ahora se
han protegido mutuamente. A pesar de esta guerra larvada, y por ahora no
declarada, está la actitud chulesca, provocativa, insultante, déspota y tirana
del Gobierno de España. Gestiona la mayoría absoluta como un poder absolutista;
ignorando que después de dos años de desgobierno y de desarticular el Estado
del Bienestar, está convencido de que conserva el mismo apoyo que obtuvo el 20
de noviembre de 2011. Después de haber incumplido su compromiso electoral,
salvo en lo que supone contentar a la Iglesia, al capital y a los
neofranquistas, solamente piensa en la seguridad y en defenderse del pueblo. El
pueblo es su enemigo.
¿Dónde está
la esperanza? Pues es evidente, como se ha constatado hasta ahora, que la
confianza está en los jueces. Con una salvedad, jueces ajenos a la
contaminación franquista o neofranquista. Libres de la nefasta influencia del
Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional. Los jueces
son los que “pueden escribir recto sobre las líneas torcidas” de las leyes del
Partido Popular: desahucios, despidos, privatizaciones, violencia de la
policía, represión, corrupción, banqueros, políticos y empresarios ladrones, y
del abuso de poder de las administraciones públicas. Está claro que el pueblo
no puede esperar nada de “los defensores del pueblo” y mucho menos del Fiscal
General del Estado.
Debemos de
apoyar a los jueces y agotar el espacio jurídico nacional y el internacional.
Yo creo más en los jueces que en la justicia. La justicia es ciega y a veces se
deja conducir por lazarillos fieles discípulos de aquel que lo fue en Tormes.
Dos refranes ilustran esta batalla que alimenta nuestra victoria: “A cada cerdo
le llega su San Martín” y “También hay horca para el verdugo”
Fuente: http://lacomunidad.elpais.com/
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