LA EDUCACIÓN
MILITAR, SEGÚN GROUCHO
Artículos de Opinión | Juan Antonio Aguilera Mochón * |
17-10-2013 |
En
los últimos años, en paralelo a campañas propagandísticas para ofrecer una
buena imagen y captar nuevos miembros, no han dejado de aumentar las
iniciativas docentes del Ejército español a todos los niveles, desde el
infantil hasta el universitario. El organismo militar más involucrado en la
tarea es el Mando de Adiestramiento y Doctrina (MADOC), con sede en Granada.
Con
las universidades, el Ejército ha establecido diversas colaboraciones (Convenios,
Proyectos, Cursos, tesis, etc.), e incluso se ha creado un “Centro mixto” entre
el MADOC y la Universidad. Para introducirse mejor en los centros escolares, el
MADOC ha iniciado convenios con Ayuntamientos, que les permiten ofrecer a los
niños charlas y otras actividades, que hay que sumar a las que ya venían
realizando las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Además, el Ejército ofrece desde
hace años premios a Centros, niños y profesores de toda España que ensalcen su
labor. En estas actividades se quiere mostrar, cómo no, una cara amable,
divertida, aventurera y pacífica de las Fuerzas Armadas.
Estoy
convencido de que, de ocurrir todo esto en el franquismo o en los primeros años
de la transición, las protestas se habrían multiplicado, pero hoy el silencio,
cuando no el aplauso, es casi general. Sin embargo, creo que hay motivos para
la alarma.
Aunque
no hay nada que facilite más las guerras que la existencia de los ejércitos, no
voy a entrar en la vieja polémica sobre su necesidad. Sólo quiero señalar que históricamente
la “defensa” y la “paz” se han utilizado como coartadas para el ataque y la
guerra, y que hay bastante acuerdo sobre la urgencia de un desarme de gran
alcance. Esta urgencia se acrecienta por el descomunal coste económico de los
ejércitos, incluso dejando de lado los enormes daños directos que ocasionan en
las guerras. Un gasto militar mundial de 1,34 billones de euros en 2012; en
2013, el gasto militar de España se estima en cerca de 16.500 millones de
euros: dejo al lector la tarea de averiguar lo que podría hacerse por el bien
de la humanidad o de España con sólo la mitad de ese dinero. Las reiteradas
denuncias de que países tan democráticos como España vengan vendiendo armas a
otros en los que se están produciendo graves violaciones de derechos humanos,
llevaron a que el 2 de abril de 2013 las Naciones Unidas aprobaran, por
abrumadora mayoría, un Tratado sobre el Comercio de Armas que regule ese
colosal comercio criminal. Sólo falta que se firme y cumpla ampliamente, pero,
aun así, sólo reduciría los casos más sangrantes: seguirá existiendo un
comercio legal propiciador de guerras legales que ocasionarán muchos miles de
muertos no menos legales.
Es
esencial que los niños sepan todo esto, y que reflexionen sobre ello, en
beneficio del futuro control de las actividades militares por una sociedad
civil racional, no fanatizada. Sin embargo, en la tradición del control social,
lo que viene ocurriendo es justo lo contrario: es el pensamiento militarista el
que se impone a la sociedad. En las democracias, como nos enseñó Chomsky, la
imposición se ha cambiado por persuasión, por propaganda. Y ahí podríamos
entender las acciones del MADOC, al que sólo le ha faltado ocultar sus
intenciones en su propio nombre: a los centros de enseñanza, donde debe prevalecer
la inteligencia y el pensamiento, llevarles “doctrina”, bajo “mando”, debería
provocar el rechazo inmediato; en ese contexto, incluso la palabra
“adiestramiento” parece referirse a la segunda acepción de “adiestrar” en el
diccionario de la RAE: “amaestrar, domar” (a un animal). Es fundamental que en
los centros escolares se promocione, no ninguna “doctrina”, sino el pensamiento
crítico. Contra lo que se pretende en la educación emancipadora, en el corazón
del militarismo encontramos la obediencia ciega a la autoridad como un valor
supremo de su régimen interno. Es la antítesis de la libertad de conciencia:
mientras esta humaniza, aquella cosifica.
Otra
característica de lo militar es el gusto por la fuerza bruta, por las armas. En
la educación debe promoverse el rechazo del abuso basado en la fuerza como
método para resolver conflictos. (No confundir todo esto con la necesidad de
normas de convivencia, de disciplina escolar). Sin embargo, si acceden al
material para niños de la web del Ejército, entrando en “Tropa menuda” verán
juegos en los que se les hacen preguntas tan pacíficas como estas: “Cuál
es el alcance de un misil Hawk?”, “¿cuántos tubos tiene el Cañón Antiaéreo
35/90?”. También se ofrece “realizar fuego con carros de combate”. Pero tal vez
no todo sea negativo: uno de los premios para niños concedido recientemente por
el Ejército fue para un trabajo de alumnos de sexto de primaria con el título
“Las chicas también son guerreras”, en lo que parece un intento de superar el
tradicional machismo militar. ¿Habrá pronto un “Los gays también quieren
guerra”?
Por
fin, lo militar se nutre de la distinción nítida (con la ayuda de banderas,
himnos…) entre “ellos-malos” y “nosotros-buenos”. Distinción que, huelga
decirlo, a menudo se hace de modo simétrico entre bandos (como las “patrias”)
con grandes intereses –frecuentemente económicos– enfrentados, por encima de
toda justicia y racionalidad. ¿Les parece muy educativo? Seguramente por
razones como estas decía Groucho Marx que “Inteligencia militar es una contradicción
de términos” y que “La justicia militar es a la justicia lo que la
música militar es a la música”. Me parece que estas frases pueden adaptarse
perfectamente, e incluso con más razón, al “pacifismo militar” y a la
“educación militar”.
*
Europa Laica

No hay comentarios:
Publicar un comentario