Gustavo Vidal Manzanares | Jurista y escritor
nuevatribuna.es | 17 Octubre 2013 - 16:57
h.
Fiel
a su lamentable estirpe, la derecha española se obstina en denigrar la
enseñanza. Su único objetivo se centra en conformar la educación como un vehículo
-y muy potente- de desigualdad entre clases y sectores sociales. Y de negocio,
por supuesto.
Para
asegurarse lo anterior necesitan desprestigiar la enseñanza y, de esta manera,
presentar como necesarias unas medidas que tan solo buscan dificultar el acceso
a los estudios a los segmentos más débiles de la sociedad. Les duele, y mucho,
que aún se conserve una educación universal, pública y de calidad.
Obviamente,
si la educación española fuera mala… EEUU, Inglaterra o Alemania no se
disputarían a los jóvenes licenciados y doctores españoles. Ellos ya tienen sus
titulados, ¿pero cómo iban a contratar profesionales españoles si nuestra
educación fuera mala?
Aprovecho
la presente para salir al paso de un bulo recurrente: el informe PISA nos sitúa
a la cola de Europa en Educación. Esto es falso. Este estudio ubica en los
primeros puestos a Finlandia, Noruega y otros países que han seguido
directrices socialdemócratas en educación. El resto de naciones se encuentra en
el “pelotón”. Y en ese pelotón está España. Y como todo el mundo sabe, las
diferencias de distancia en un pelotón son nimias. De hecho, si la media de
calidad educacional de la UE fuera de 1,80, España mediría 1,80 menos
doce milímetros. Y a eso se refieren algunos, demagógicamente, como “estar a la
cola en educación”. Pues no, no estamos a la cola. Estamos en el pelotón.A su
vez, suele ocultarse que la OCDE elogia a España como el país de
toda la UE que más ha mejorado en materia educativa en los últimos 40
años. Algo lógico, pues España acabó 1975 en la cola de Europa en materia
de gasto social.
Aún
queda por avanzar en comprensión lectora y en ciencias. Con las medidas de Wert
subiendo el IVA a los libros y expulsando de facto a los científicos, dudo
mucho que mejoremos estos aspectos.
Pero
ninguna medida docente, por tanto, en el desgobierno del PP puede entenderse
fuera de estas claves: Educación para ricos, endurecimiento de requisitos y
reducción de la movilidad (Erasmus y Séneca), masificación en las aulas
públicas, deudas a la pública mientras se facilita la gestión de la privada,
impago de becas, endurecimiento de las asignaturas alternativas para favorecer
la asistencia a clase de religión (católica, por supuesto), eliminación de
Educación para la ciudadanía y los Derechos Humanos... todos estos disparates
los implanta e implantará el PP si no se le impide. Pero, a pesar de este
desgobierno, todavía puede disfrutarse de una educación pública de calidad.
Por
lo demás, las pretensiones de esta columna impiden rebatir con datos y en su
totalidad las mentiras del ministro Wert (las reflejo en mi reciente libro: Nosotros, los empleados
públicos…¡denunciamos!) pero la realidad, que no puede resultar más
dura, es que nos enfrentamos a un plan para regresar a la peor educación, la
del pasado. La que impartía a los pobres una formación básica “para ponerse
pronto a trabajar”, mientras que a los hijos de familias pudientes se les
franqueaban los portones de las Universidades.

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