Luis García Montero, poeta y miembro del Consejo político de Izquierda
Abierta.
Las máscaras a veces son muy traicioneras. Más que una
forma de camuflaje, las máscaras pueden convertirse en una pura exposición de
la realidad. Esto es la realidad, una máscara sin capacidad de encubrimiento,
un personaje que habla, habla, es aplaudido, pero no puede dar explicaciones.
No existe para él otra alternativa que la de marcharse, quiera o no reconocer
su turbio comportamiento.
Por eso me parece muy significativo que la
intervención de hoy se haya programado en el gran día de la operación salida.
El 1 de agosto puede concebirse como una oportunidad de enmascaramiento. La
mayor parte del país sale de vacaciones, las carreteras se llenan de coches,
los corazones de maletas y de paseos por la playa. Todo eso es verdad. Pero en
este caso lo que se ha puesto en marcha hoy, por debajo de la máscara, es la
operación salida del propio Rajoy, su viaje al exterior de la política
española.
Lleva el coche muy cargado. No cabe ni un bulto más,
ni un maletín, ni un pasajero. Tiene que buscarle sitio a Bárcenas y su mujer,
a la señora Cospedal y su marido, a la señora Mato y su marido, a Cascos y
Esperanza, a Trillo y Arenas, al expresidente Aznar y a todos los invitados de
la boda de su hija. Aunque el coche es grande y de lujo, no hay sitio para
tanto pasajero. Los chivos expiatorios suelen ser buenos alimentos para la máscara
porque sirven de cortafuegos. Pero en este caso no hay cortafuegos o chivo
expiatorio que no sirvan para alimentar la hoguera en la que se quema Rajoy.
Todos esos nombres desembocan en él. Las famosas polémicas internas del PP sólo
han sido una pelea doméstica. Lo que estaba en juego es quién controlaba el
dinero de las tramas. Se busque por donde se busque, Rajoy está en medio.
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