viernes, 30 de agosto de 2013

TEÓFILA MARTÍNEZ, LA TONTA DEL TWITTER

29.08.2013 – Javier Caraballo
Es la última tonta del Twitter. Tonta oficial y con balcones a la calle, como dicen en Cádiz, la ciudad de la que Teófila Martínez es alcaldesa desde los 90. Fue por una rueda de prensa en la que los periodistas le preguntaron sobre no sé qué polémica de una de las fiestas locales, con amplio despliegue de críticas en las redes sociales, y en esas a la alcaldesa de Cádiz le dio por decir que lo que ella no entendía es que hubiera gente que acude al Ayuntamiento a pedir ayudas para comer, y luego resulta que tiene una cuenta en Twitter.
Lo dijo así: “Tanto Twitter y tanta opinión… Oiga, que aquí lo que más llamativo es para esta alcaldesa es que hay gente que viene a pedir ayudas al Ayuntamiento, para comer, y resulta que tienen una cuenta en el Twitter. Que sepa yo eso cuesta dinero, ¿no?”. Si la polémica de las fiestas locales ya lideraba las redes sociales en Cádiz, la intervención de la alcaldesa voló literalmente por internet y se convirtió pronto en trending topic en Twitter, donde, como se puede imaginar, a la alcaldesa le llovieron las mofas como si le hubieran arrojado un barreño de aceite y plumas, como en la Edad Media; una catarata de burlas que la ponían como la tonta del Twitter.
Burlas, mofas y más risas, un incendio en internet, lo que quieran, pero lo que se ha quedado en segundo plano, como ocurre tantas veces, es que, en el fondo, la alcaldesa de Cádiz tenía razón. El auténtico escándalo es la desvergüenza, tan común en España, de vivir del cuento. Eso que aquí se conoce como picaresca y que, en puridad, no es más que un abuso descarado de aquellos que hacen todo lo posible por apañarse una ayuda del Estado, de la región o del ayuntamiento para no darle nunca más un palo al agua.
Eso que aquí se conoce como picaresca y que, en puridad, no es más que un abuso descarado de aquellos que hacen todo lo posible por apañarse una ayuda del Estado, de la región o del ayuntamiento para no darle nunca más un palo al aguaLa alcaldesa de Cádiz, es evidente, no tuvo su día de gloria en aquella rueda de prensa en la que se hace un lío inexplicable con algo tan elemental como redes sociales, conexiones a internet y teléfonos de última generación, que se supone que es lo que quería decir: que no puede entender que haya gente que pida ayudas sociales para comer y que luego se les vea en el bar de enfrente, enganchado a su móvil, ‘tuiteando’ cualquier ocurrencia. Un móvil con conexión a internet, claro que cuesta dinero mantenerlo; y es incompatible con una persona que no tiene dinero ni para comer.
Por eso, lo curioso es por qué, cuando se dicen estas cosas, nadie parece escandalizarse por el hecho en sí, sino que el trending topic se reserva para la metedura de pata de la alcaldesa. ¿Será porque estamos habituados a esas pillerías? ¿Será porque en España este tipo de comportamientos no son socialmente reprochables? Por eso que se decía antes, la picaresca, y que se refleja en tantos aspectos de la vida laboral. Hasta hace unos años, por ejemplo, la misma provincia de Cádiz figuraba, de forma sorprendente, a la cabeza del absentismo laboral en España. La provincia con más paro era, a la vez, la provincia con más faltas al trabajo. Impresionante.
Había casos tan flagrantes como el de la antigua fábrica de Delphi, que experimentó en sus cinco últimos años de vida un incremento del absentismo laboral del 83 por ciento. Cuando cerró sus puertas, más del 14 por ciento de la plantilla se ausentaba del trabajo. El cierre de la compañía ha sido una de las últimas tragedias industriales de la provincia, y seguro que la marcha de la multinacional se habría producido con esos niveles de absentismo o con los contrarios, porque esa es la inercia implacable de los tiempos, siempre en busca de mercados laborales más baratos, pero si no vemos en esas cifras de antes un escándalo social digno de analizar, es que estamos ciegos.
De todas formas, hablamos de Cádiz, sí, pero serviría cualquier otro ejemplo. Para que nadie caiga en la tentación de volver a agitar las banderas del tópico andaluz, puede repasar, por ejemplo, el último informe sobre el absentismo laboral en España. Ahí se señala, en primer lugar, que, pese a la crisis, pese a las dramáticas cifras de paro, todavía seguimos liderando las estadísticas mundiales de este índice, y, en segundo lugar, que por regiones Asturias, Galicia y País Vasco son las comunidades más absentistas, mientras que Baleares, Canarias y Andalucía, son las menos. El estudio que dio a conocer en junio pasado la empresa de RRHH Adecco destacaba que España todavía está a la cabeza de los países con unas tasas de absentismo laboral más elevadas de los países desarrollados, con una media de 11,4 días de trabajo perdidos por empleado y año. (La tasa de absentismo se define como el porcentaje de las horas no trabajadas respecto a la jornada pactada efectiva, sin contar vacaciones, festivos ni horas perdidas debido a ERTE). Para hacernos una idea, frente a esos 11,4 días de media de absentismo en España, en Estados Unidos, que es el extremo opuesto, se registra una media de 4,9 días por trabajador y año. En Europa, las medias son más aproximadas a la realidad española.
A diario criticamos el despilfarro político, el desmadre de las Administraciones, el descontrol de los presupuestos, el abuso de los asesores, los privilegios de los cargos públicos... A diario criticamos todo eso con razones fundadas, pero también a diario nos olvidamos de mirar alrededor, a la realidad que pasa más desapercibida a nuestro lado. Un tipo que va a pedir una ayuda social porque dice que no tiene para comer y, sin embargo, guarda en su bolsillo un móvil de última generación conectado a internet. A diario olvidamos, en fin, que la regeneración de la clase política comienza con la regeneración de la sociedad.





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