Artículos de
Opinión | Mireia Herrera * | 02-08-2013 |
El porqué de
una Renta Garantizada de Ciudadanía no reside únicamente en argumentos como la
solidaridad o la necesidad de asistencia económica de los sectores sociales más
vulnerables. La pobreza, por mucho que se insista con argucias premeditadas, no
es algo que se genera y se reproduce de forma intrínseca en una clase social.
La pobreza es lo que generan las clases dominantes para construir y perpetuar
sus privilegios. De tal modo, que la gente pobre, no es pobre, sino que ha sido
empobrecida y las personas vulnerables, vulneradas.
A estas
alturas, negar las heridas que ha generado el capitalismo salvaje y el trato
vejatorio en forma de tortura cotidiana que día tras día sufrimos la sociedad,
no puede ser más que el argumento de un imbécil.
Dejando de
lado cualquier acepción del término dirigida propiamente al insulto, el origen
etimológico de imbécil ilustra la clase que nos oprime.
Procedente
del latín, el vocablo, se forma con el prefijo in: en / con (necesidad de) y
con el sufijo baculum: bastón. Así pues, partiendo de una interpretación
metafórica y actualizada; imbécil es aquel que se apropia ilícitamente de un
recurso para seguir caminando, porque sin éste, sin duda, caería.
La coyuntura
actual ha dañado de manera brutal nuestras vidas. El paro, la precariedad
laboral, los recortes en los servicios públicos y la constante privatización de
los mismos, junto con el abandono de los sectores más castigados por la
pobreza, nos han situado en un estado de ahogo permanente con el que se
pretende imposibilitar las capacidades de resistencia contra un modelo injusto
y segregacionista. Es evidente que a pesar del trato que recibimos, los
imbéciles no somos nosotros porque lo que nos falta es lo que nos han quitado.
No somos
imbéciles porque no hemos caído en la trampa burda que pretende el
enfrentamiento entre nosotros mediante una escasez simulada. No somos imbéciles
porque estamos aprendiendo a luchar de manera unificada. No somos imbéciles
porque caminamos con firmeza sobre un terreno cada vez más duro y abrupto.
En este
sentido, la ILP por una Renta Garantizada de Ciudadanía, supone asegurar la
protección de aquellas personas que han sido más afectadas por la expropiación
sistemática de los derechos sociales, una renta que permita a las personas,
desarrollarse autónoma y dignamente. Supone, además del desempeño del artículo
24.3 del Estatuto de Autonomía de Catalunya, un primer paso para que el dinero
público revierta verdaderamente en la sociedad y no en iniciativas privadas.
Esta renta además se desvincula de la obligación de realizar actividades de
inserción social o laboral, porque los derechos inherentes no son negociables.
La cifra de
personas desocupadas sigue aumentado mes tras mes. Cada vez a más gente se le
acaban las prestaciones que le permitían pagar los gastos y la vivienda. Una
sociedad deprimida económicamente y sin muchas experiencias de victoria en las
luchas lo tendrá cada vez más complicado para plantar cara a los ataques del
neoliberalismo.
El coste en
horas de trabajo y dedicación anímica que supone mantener una familia en la
miseria complica enormemente tanto desarrollar una conciencia crítica como
hacer activismo político. Los 664 euros mensuales que se estipulan en esta ILP
como renta mínima garantizada es la cantidad que la Generalitat establece como
umbral de la pobreza. Servirán para abastecer a las personas, también para que
puedan impulsar y participar en las mobilizaciones contra la crisis de estos
próximos años.
Esta ILP
también puede convertise en una herramienta política para desenmascarar las
políticas neoliberales que CiU —con el respaldo de ERC— intenta esconder tras
el proceso sobiranista que trata de liderar. Si el Parlament frenara esta ley,
quedaría bien claro su antagonismo con las clases populares.
Desde una
perspectiva combativa y de revuelta, es imprescindible preservar la gente más
debilitada, para que, entre otros muchos motivos, se pueda empoderar y
posicionar sin trabas ante las circunstancias que afectan a la mayor parte de
la población. Así pues, prometemos resistir, pero lo tenemos que poder hacer
todos y todas en igualdad de condiciones. La Renta Garantizada de Ciudadanía es
sólo un primer paso de muchos otros que han de venir y que ojalá la superen en
términos de justicia e igualdad. Un paso más para la hegemonía de los imbéciles
cambie de bando.
* Mireia
Herrera es sindicalista de la IAC
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