Se calcula que en todo el mundo hay unos 150 millones de personas con
hepatitis C, todas ellas valoran su vida en más de 50 mil euros. Pero muy pocas
disponen de esa cantidad
En la antigua Unión Soviética circulaba un chiste en el que un
ciudadano le preguntaba a otro: “tu crees que el socialismo es científico”,
a lo que su interlocutor le respondía: “creo que no, porque si fuera
científico primero lo habrían experimentado con ratas”. Sin embargo los
dirigentes comunistas y sus seguidores estaban convencidos de que estaban
haciendo algo científico. El problema es que no lo sabían científicamente.
Tenían fe. Cuando Stalin y sus colaboradores pusieron en marcha su
política agraria en 1932 estaban convencidos de que lo que hacían era
científico. Alguna noticia les tuvo que llegar de la muerte de hambre de
millones de personas. Pero cuando haces algo en nombre de la ciencia ocurre lo
mismo que cuando haces algo en nombre de la religión, y es que, en cierta
medida, te liberas de tu responsabilidad sobre las consecuencias de lo que has
hecho.
La izquierda, en su mayor parte, ha ido abandonando la idea de que sus
posiciones ideológicas tengan un sustento científico. Obviamente eso no
significa que haya renunciado a tomar en consideración todas las aportaciones
de la ciencia a la hora de formular sus políticas. Lo que ha hecho la izquierda
es algo tan racional y científico como aceptar que no hay una respuesta
científica a la pregunta sobre cuál es la mejor forma de organizar la vida
social, porque no somos ni hormigas ni abejas. Así que no podemos endosarle la
responsabilidad del sufrimiento que provocan nuestras políticas a la verdad
científica ni a la verdad revelada, a lo natural o a lo sobrenatural, sino que
asumimos la responsabilidad de las consecuencias de nuestras políticas.
Hoy el socialismo científico ha sido sustituido por el liberalismo
científico. La principal diferencia entre ambos es que en el socialismo
científico creían mayormente los obreros y en el liberalismo científico creen
mayormente los economistas. El problema es que la fe en la ciencia es una
superstición, y de las gordas. No me refiero a la práctica de la ciencia, sino
a la fe en la ciencia. En sus tiempos, para aclararnos, al hablar de la Unión
Soviética se hablaba del comunismo realmente existente. Pues bien, en las
sociedades liberales realmente existentes hay unos señores que han decidido que
el precio científico de la medicina que cura la hepatitis C lo debe
establecer el mercado realmente existente. Según el criterio de que algo vale
tanto como estás dispuesto a pagar. Ya vimos cuánto estábamos dispuestos a
pagar por nuestra vivienda, ahora los liberales realmente existentes quieren
saber cuánto estamos dispuestos a pagar por nuestra vida. Dicen que sólo en
Ucrania en los años 1932 y 1933 murieron de hambre un millón y medio de
personas. Se calcula que en todo el mundo hay unos 150 millones de personas con
hepatitis C, todas ellas valoran su vida en más de 50 mil euros. Pero muy pocas
disponen de esa cantidad. Sé que hay comparaciones odiosas. Y la verdad es que
hay cosas que son odiosas sin tener que compararlas con nada.
Fuente: www.nuevatribuna.es

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