¿Cambio o ruptura? El pontífice lanza un órdago a los ultraconservadores
convocando un sínodo
El objetivo es debatir sobre divorciados, matrimonios gay,
anticonceptivos, aborto, violencia machista o pobreza
04/10/2014 - 20:41h
El papa Francisco. \ Efe
¿Cambio o ruptura?
¿Revolución o cisma? Francisco se la juega a partir de este domingo, con la
celebración de un inédito Sínodo sobre la Familia, en la que obispos, laicos y
matrimonios debatirán, sin límites, sobre temas que hasta ahora eran
considerados tabú en la Iglesia católica. No ha quedado ningún tema sin tocar:
divorciados vueltos a casar, anticonceptivos, matrimonios gay, parejas
interreligiosas, aborto, relaciones fuera del matrimonio, violencia doméstica,
abusos a menores en el seno de la familia, la inmigración, la globalización,
los distintos tipos de pobreza...
"Hay una puerta
que hasta ahora estuvo cerrada y el Papa quiere que se abra. El Papa quiere que
el pueblo de Dios se exprese y diga lo que piensa", afirma Lorenzo
Baldisseri, secretario general del Sínodo, que por primera vez en la historia
reciente de la Iglesia católica ha contado con la opinión de laicos, mujeres y
matrimonios, y que también se ha encontrado con una dura contestación por parte
de los sectores más radicalmente conservadores, que han llegado a acusar a
Francisco de ser un Papa ilegítimo.
Las puertas abiertas
del Papa pretenden que entre el aire en la Iglesia, que se cree una nueva
conciencia, basada en la misericordia y la apertura, y no en la condena y la
persecución de aquellos que no comulgan al cien por cien con la Tradición, y
que ha provocado la huida de millones de creyentes que no han visto reflejada
su fe en Jesús en la institución vaticana. "No es el Evangelio el que hay
que interpretar según el Código de Derecho Canónico sino el Código según el
Evangelio de la paz y del perdón", señala a este diario el prestigioso
canonista jesuita José María Díaz Moreno.
Y, sin embargo, el
órdago lanzado por Francisco no ha sido bien recibido por buena parte de la
Curia romana. Los mismos cardenales que, desde el comienzo de su pontificado,
han organizado una "silenciosa oposición" a las reformas del Papa,
ahora dan la cara y arremeten directamente contra algunos de los puntos más
polémicos -y que se van a abordar en el Sínodo-, como la atención a los menores
de familias rotas, los matrimonios entre creyentes y no creyentes y,
especialmente, el caso de los divorciados vueltos a casar.
Después de que, por
encargo de Francisco, el cardenal Kasper hablara de la necesidad de buscar
soluciones para permitir que aquellos que han fracasado en su primer matrimonio
puedan tener la oportunidad de rehacer su vida y seguir formando parte de la
Iglesia a todos los niveles, algunos cardenales han abierto la caja de los
truenos. Cinco de ellos, entre los que se cuenta el mismísimo prefecto de
Doctrina de la Fe, cardenal Müller, contraatacaron atacando las tesis de
Kasper, quien abundó -en un discurso que Francisco alabó públicamente- en que
"todo pecado puede ser absuelto, todo pecado puede ser perdonado. También
el divorcio".
Algunos han ido más
allá. Sectores ultraconservadores en Italia o España han llegado a dudar de la
legitimidad de Bergoglio como Papa, aduciendo a una supuesta duplicidad de
votos en una de las elecciones del cónclave y, sobre todo, a una "pérdida
de legitimidad" por sus actuaciones, desde su decisión de abandonar el
Palacio y vivir en Casa Santa Marta hasta su cercanía a los inmigrantes, el
hecho de que lavara los pies en Jueves Santo a mujeres, una de ellas musulmanas
-el rito exigía que sólo fueran hombres, como los doce Apóstoles-, o se
mostrara a favor de una mayor presencia de mujeres en puestos de responsabilidad
en la Iglesia.
Los críticos son los
mismos que atacan al Papa por ser inflexible contra los curas pederastas, por
haber procesado, por primera vez en la historia de la Iglesia, a un arzobispo
que abusó de niños, y quienes cuestionan su capacidad porque se arrodilla ante
los musulmanes y pide construir juntos una sociedad mejor. No ven con buenos
ojos sus palabras al diálogo y por la paz en Siria, Israel, Palestina, Irak,
que le han hecho ser uno de los favoritos a recibir este año el Premio Nobel de
la Paz, algo que jamás consiguió el Papa de Roma. Son los mismos
"lobos" que denunció el Papa Benedicto antes de tener que renunciar.
Francisco también ha
declarado que el celibato sacerdotal "no es un dogma de fe", y que,
por tanto, se puede discutir. Como la acogida a divorciados, o la participación
de todos en el gobierno de la Iglesia. De hecho, la importancia de este Sínodo
-más allá de que se tomen unas u otras decisiones en cuanto a la doctrina- es
la recuperación de la "sinodalidad" como modo de gobierno. Francisco
no es un papa que gobierne a golpe de preceptos -podría hacerlo, y declararse
"infalible"-, sino que se ha dotado de un grupo de nueve cardenales
que le asesora y ha convocado este Sínodo, en el que participan cardenales,
obispos, laicos -y hasta 14 matrimonios-. No podemos soñar con que la Iglesia
se convierta en una institución democrática pero sí que al menos escuche y
tenga en cuenta la opinión de todos.
Ahora, del 5 al 19 de
octubre, el Vaticano abre un período de reflexión y debate, con el objetivo de
actualizar su doctrina sobre temas que afectan, y mucho, a millones de fieles
en todo el mundo. Y que podrían servir para hacer de la Iglesia católica una
institución más accesible, menos oscura y en consonancia con un mundo en
cambio. O también para provocar un cisma, si los ultraconservadores continúan
poniendo palos en la rueda del carro que, con dificultades, quiere seguir
conduciendo Francisco.
Fuente: www.eldiario.es
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