domingo, 5 de octubre de 2014

CINCO AÑOS QUE CAMBIARON ESPAÑA: DEL 1001 A LOS ABOGADOS DE ATOCHA

nuevatribuna.es | Javier López | Secretario Confederal de Formación de CCOO
03 Octubre 2014 - 12:17 h.
Hay momentos en la historia de cada país en los que se hace buena la cita de Gramci, Crisis es cuando lo viejo ha muerto y lo nuevo no ha nacido aún. Un concepto que tiene relación con el término utilizado por Walter Benjamin en sus Tesis sobre la filosofía de la historia (jetztzeit) para definir un tiempo-ahora, lleno de energía, que se separa del devenir de la historia y en el que se concentran las posibilidades de dar un salto hacia el futuro. Uno de esos momentos se produjo en nuestro país entre el 24 de junio de 1972 y el 24 de Enero de 1977.
Hemos realizado, a lo largo de los últimos meses, una serie de encuentros, cursos, jornadas formativas, por toda la geografía nacional, para recuperar la memoria y mostrarla también a quienes no vivieron esos tiempos, ese momento, ese tiempo-ahora de nuestra historia. Hemos podido comprobar el desconocimiento, el olvido, que se ha adueñado de muchos de nosotras y de nosotros. El agradecimiento de quienes han tenido la oportunidad de hablar con las personas que protagonizaron esa historia. He utilizado para este artículo alguno de los materiales utilizados por mi amigo Paco Naranjo en esas sesiones.
El 24 de Junio de 1972, fueron detenidos, en el convento de los monjes oblatos de Pozuelo de Alarcón, algunas de las personas que formaban parte de la Coordinadora Nacional de las CCOO. El 24 de Enero de 1977, son asesinados en un acto terrorista protagonizado por la ultraderecha española, los Abogados de Atocha. En los años que transcurren entre ambas fechas se produce la pugna entre la muerte y la vida, lo viejo que se resiste a morir y lo nuevo que aún no ha tomado las riendas del futuro.
Quienes hoy juzgan duramente la transición española, tanto como los que la ensalzan como modelo universal, pierden de vista que cada explosión, cada acontecimiento, que se produce en estos momentos decisivos, abre las puertas del futuro, e impide que quedemos atrapados en un eterno retorno de lo viejo.
Para llegar al 24 de Junio de 1972, la clase trabajadora española (esa clase a la que ahora muchos niegan la existencia), debió recorrer un largo camino que arranca de las ruinas de la II República, la derrota tras una larga Guerra Civil. El triunfo del golpe de Estado de 1936 supone la prohibición de los partidos políticos y la disolución de los sindicatos. Cientos de miles de personas son depuradas, torturadas, encarceladas, fusiladas. Todos los trabajadores se ven encuadrados en los Sindicatos Verticales, dirigidos por falangistas y por patronos y donde los trabajadores son mera comparsa.
Durante muchos años, cualquier actividad encaminada a reivindicar la libertad política o sindical, es objeto de encausamiento ante los tribunales militares. Cualquier intento de reconstruir estructuras políticas o sindicales, es objeto de duras penas de cárcel, cuando no penas de muerte.
Se cuentan con los dedos de la mano algunas movilizaciones en este negro periodo. La huelga de 40.000 metalúrgicos en Vizcaya, en 1947. El boicot a los tranvías de Barcelona, acompañado de alguna huelga y de manifestaciones, en contra de las subidas abusivas de los transportes. La huelga de metalúrgicos en el País Vasco, en 1953.
Son los procesos de industrialización y desarrollo, los que originan altas concentraciones de trabajadores en las empresas y en los barrios, creando las condiciones para su organización en Comisiones de Obreros, espontáneas, que aparecen y desaparecen, hasta que van tomando cuerpo y se van organizando sectorial, e intersectorialmente, gracias a un trabajo organizativo, en el que juega un gran papel el Partido Comunista, pero en el que participan gentes venidas del cristianismo, el socialismo, el anarquismo y hasta del falangismo.
Una de las primeras Comisiones Obreras que surge, en estos años, es la de la mina de La Camocha, en Asturias, que surge al calor de una huelga minera. Pero hay que esperar a los años 60 para que el movimiento de las Comisiones Obreras se generalice, protagonizando en el año 1962 huelgas en las cuencas mineras de Asturias y León, Jaén, Córdoba, Teruel, Puertollano. O en fábricas de Murcia, Valencia, Cádiz, Cartagena, Riotinto, Vigo, Ferrol, Zaragoza, Barcelona, o Madrid, entre otras.
Es en 1963 cuando se crea la primera Comisión Obrera Provincial, en Vizcaya. En 1964, una reunión de más de 600 enlaces sindicales y jurados de empresa de la metalurgia madrileña protagonizan una Asamblea, que da origen a las CCOO de Madrid y en una asamblea de 300 delegados, celebrada en Barcelona, se constituye la Comisión Obrera Central de Barcelona.
Las Comisiones Obreras han ido ganando en vigor y capacidad de organización y movilización, hasta el punto de que en 1966, CCOO gana las elecciones sindicales, lo cual supone un duro golpe para el Sindicato Vertical y contribuye a consolidad las CCOO, como movimiento organizado. Ese mismo año nace la Inter, que coordina las Comisiones de Rama y, en Barcelona, se crea la CONC (Comisión Obrera Nacional de Cataluña) y se consolidan Comisiones Obreras en Sevilla, País Valenciano, Asturias, Zaragoza y otros lugares del Estado.
El triunfo electoral, dentro del propio sindicato franquista y la Reunión General de las CCOO, en junio de 1967, en Madrid, colman la paciencia del régimen, que había tolerado hasta entonces, de mala gana, las CCOO. En Noviembre del 67, el Tribunal Supremo las declara subversivas e ilícitas. Se inicia así, una persecución sistemática que lleva a la cárcel a los dirigentes de las CCOO. Más de 9.000. sindicalistas son procesados y condenados entre 1963 y 1977 por los Tribunales franquistas de Orden Público. El Régimen no duda en declarar sucesivos estados de excepción a lo largo de esos años.
El 10 de Marzo de 1972, en el Ferrol, durante las movilizaciones y huelgas en los astilleros, los disparos de la policía acaban con dos muertos y decenas de heridos. Inmediatamente después, el 24 de junio, se produce la detención de la dirección de CCOO, que, tras año y medio de cárcel, encausados en el proceso 1001.
Volvamos, pues, a ese 20 de diciembre de 1973, cuando a primera hora de la mañana, va a dar comienzo el juicio contra los dirigentes de la Coordinadora Estatal de las CCOO, los Diez de Carabanchel. Allí están Marcelino Camacho, Nicolás Sartorius, Eduardo Saborido, Francisco Acosta, Luis Fernández Castilla, Francisco García Salve, Juan Muñiz Zapico, Fernando Soto, Miguel Angel Zamora y Pedro Santisteban. Esperan que la Fiscalía reduzca la petición de condenas, extremadamente dura.
Sin embargo, se produce, en ese momento, de forma planificada por los terroristas de ETA, el atentado contra el Almirante Carrero Blanco, Presidente del Gobierno. Ante el estado de inseguridad creado, las amenazas de los numerosos miembros de la ultraderecha presentes en la sala y en las inmediaciones del tribunal, son muchos los abogados defensores, adscritos a todas las corrientes ideológicas, que solicitan el aplazamiento de la vista. El Presidente del Tribunal, José Francisco Mateu, clama ante los presentes, No sólo no suspendo el juicio, sino que si por mí fuera los fusilaba a todos.
Todos los abogados defensores condenan el asesinato de Carrero Blanco, intentando dejar clara la desvinculación entre la lucha por la libertad y la democracia y cualquier acto de terrorismo o violencia. Tan sólo José María Gil Robles, el que fuera dirigente de la CEDA, las derechas españolasdurante la República, ante la mirada, atónitaprimero y colérica después, del juez Andreu, comienza su defensa diciendo, He conocido un hecho gravísimo que ha ocurrido en el primer día del inicio de este proceso, han matado a un conductor de automóvil. Se refiere al chófer de Carrero Blanco.
Las condenas, lejos de suavizarse, se endurecen y oscilan entre los 20 años y seis meses de Saborido, o los 20 años de Camacho, hasta los 12 de Santisteban, o Acosta. Condenas por el gravísimo delito de asociación ilícita al pertenecer a CCOO, que suman 162 años de cárcel. Y todo ello, pese a tremenda solidaridad internacional que se traduce en manifiestos, firmas, manifestaciones en toda Europa y Estados Unidos, fundamentalmente. Así se las gastan las dictaduras con quienes defienden la libertad sindical.
La caída de la dirección de las CCOO dificulta, sin duda la movilización, y la organización de los trabajadores y trabajadoras, pero todo ello no impide que, a partir de 1973 los conflictos colectivos, los paros, las huelgas, se sucedan en empresas y sectores en la lucha por alcanzar la libertad sindical, el respeto al derecho a la negociación colectiva, el trabajo decente, los derechos laborales y sociales básicos.
El resultado es que CCOO se organiza cada vez mejor, se consolida y vuelve a ganar las últimas elecciones sindicales del vertical, encabezando candidaturas obreras y democráticas, en 1975. Elecciones Sindicales: Ha ganao el equipo colorao, titula en portada la revista Doblón, por aquellos días.
La Dictadura ya no tiene futuro. España está cambiando aceleradamente y reclama un futuro democrático en libertad. Estamos en un momento en el que la concentración de energías dispuestas a dar un salto hacia delante es ya imparable. Sólo falta la muerte del dictador y la misma se produce menos de dos meses después de firmar sus últimas sentencias de muerte, ejecutadas el 27 de septiembre de 1975. No hay otra vía que la Transición hacia la democracia. No hay otra vía que la voladura controlada del Régimen, teniendo en cuenta el incremento de la presión popular y laboral hacia la democracia. Los primeros meses de 1976, se desenvuelven en un escenario de amplias movilizaciones en prácticamente todos los sectores de la producción y los servicios y en todos los lugares de España.
Hubieran querido las CCOO que se abriera paso un proceso democratizador desde la unidad sindical. Pero no piensan lo mismo ni Arias Navarro, ni su sucesor Adolfo Suárez, que apuestan por la dispersión sindical. Mientras el Ministro del Interior, Manuel Fraga, recibe a los representantes de PSOE y UGT, continúan las persecuciones contra las CCOO. Mientras UGT celebra su XXX Congreso en libertad el 15 de Abril de 1976, Marcelino Camacho y otros compañero se encuentran de nuevo en prisión y se prohibe una Asamblea General de CCOO, prevista para el 27, 28 y 29 de junio en Madrid.
Finalmente, el 11 de Julio de 1976, se reúne la Asamblea en Barcelona y, constatada la imposibilidad de crear un sindicato unitario, se decide transformar el movimiento sindical en sindicato, creando la Confederación Sindical de CCOO. En Barcelona se elige una dirección estable, encabezada, como Secretario General, por Marcelino Camacho.
No obstante, esa voluntad unitaria de las CCOO, vuelve a plasmarse en la formación de la Coordinadora de Organizaciones Sindicales (COS), en septiembre de 1976, la cual convoca el paro general del 12 de Noviembre por las libertades. Una COS que pronto se disuelve, tras la salida de la misma de la UGT. Pese a todo, la voluntad de unidad sindical ha marcado siempre el trabajo de las CCOO, a lo largo de toda su existencia.
Se inician años de organización, adoptando estructuras sectoriales y territoriales, constituyendo federaciones y confederaciones o uniones territoriales, hasta la celebración del I Congreso Confederal de CCOO, en junio de 1978.
Pero para llegar a ese Congreso, tuvimos que recorrer un nuevo calvario. Probablemente el suceso más duro de la transición democrática, el brutal asesinato terrorista de los Abogados de Atocha, el 24 de enero de 1977. Un asesinato, la póstuma condena de muerte del franquismo sin Franco, que dejó cinco muertos y cuatro heridos muy graves. Tras la masiva manifestación que acompañó el cortejo del silencioso y clamoroso entierro, organizado por CCOO y el PCE, fue ya imposible mantener a ambas organizaciones en la ilegalidad. En la Semana Santa de 1977, el gobierno de Adolfo Suárez legaliza el PCE y el 27 de Abril, se legalizan las CCOO, que en 1978 vuelven a ganar las primeras elecciones sindicales democráticas.
Ahora, hay quienes ponen en cuestión el proceso de Transición democrática, algunos por el desconocimiento que se justifica en una infancia y juventud, durante las cuales nadie les ha contado cosas como las aquí explicadas (y esto ocurre, paradójicamente, hasta en las mejores familias obreras), así como en la necesaria rebeldía de los jóvenes ante un pasado y un presente que están llamados a transformar.
Lo curioso es que similares críticas aniden también entre algunas personas que no tienen la disculpa de la poca edad. Que vivieron aquellos tiempos, pasando por ellos de puntillas, sin grandes costes, ni compromisos y que ahora, con un resentimiento incomprensible, impropio de los años, condenan sin mesura alguna, todo un proceso histórico, en el que vaya usted a saber qué hubieran hecho, si les hubiera dado por hacer algo.
Ahora, cuando para muchos la Transición fue un regalo, una concesión de unos pocos políticos sentados en una mesa, alguien tiene que recordar y contar, que fue la lucha de millones de trabajadores y trabajadoras, sus ansias de libertad y democracia, su capacidad de organización, su defensa de los derechos laborales y sociales de toda la ciudadanía, sus años de cárcel, su muerte violenta. Sus caídas y su capacidad de levantarse y seguir abriendo camino. Alguien tiene que reconocer, a estas CCOO, que fueron (como lo siguen siendo), los costaleros de la democracia en nuestro país.
Ahora es el momento de recordar, para no olvidar, para no repetir errores, las palabras de Anatole France, No perdamos nada del pasado. Sólo teniendo en cuenta el pasado se construye el futuro.
Es la hora de reivindicar los versos de Miquel Martí y Pol, Venimos de lejos y vamos más lejos todavía. Tiempo también de poner en valor y recuperar esa cita, que tanto le gusta utilizar a nuestro Presidente de la Fundación Abogados de Atocha, Alejandro Ruiz-Huerta, cuando en memoria de los Abogados de Atocha, pronuncia las mismas palabras que utilizó Paul Eluard, para hacer un llamamiento a no olvidar el Holocausto, Si el eco de su voz se debilita, pereceremos.
Vivimos tiempos convulsos, pero somos la clase trabajadora organizada. Esa misma clase que algunos dicen que ya no existe y sin embargo, existe y se mueve (eppur si muove, que diría Galileo con respecto al movimiento de la Tierra en torno al Sol). Veremos cambios profundos y otros que parecerán cambios, sin serlo tanto. Veremos cosas que nacen, no todas buenas y otras que mueren, no todas las malas. Y las CCOO seguirán defendiendo a los trabajadores y trabajadoras en sus centros de trabajo. Los derechos laborales y los derechos sociales que no se nos pueden recortar en el presente, ni hurtar para el futuro.
Vamos a esos tiempos con orgullo de clase, con orgullo de nuestro pasado, con conciencia de nuestro presente, con voluntad de que los trabajadores y trabajadoras acudan organizados a las decisiones sobre el futuro. Conscientes de que eso son las CCOO, los trabajadores y trabajadoras cuando se organizan. Como lo hicieron otros antes que nosotros. Como lo harán millones de mujeres y hombres que vendrán después de nosotros.





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