nuevatribuna.es |José Luis López Bulla | 09 Septiembre 2014 - 19:31 h.
A propósito
de la afiliación al sindicalismo vamos a revisitar a Antonio Gramsci.
Nuestro amigo sardo dejó escrito lo siguiente: «El elemento decisivo de toda
situación es la fuerza permanentemente organizada y dispuesta desde hace
tiempo, que se puede hacer avanzar cuando se considera que una situación es
favorable (y sólo es favorable en la medida que esa fuerza existe y está llena
de ardor combativo)». Aclaremos que Gramsci está reflexionando sobre el
análisis de las situaciones y las correlaciones de fuerza en la segunda parte
de sus Notas sobre la política de Maquiavelo. [Publicada en España con el
título Política y sociedad, Ediciones Península, 1977, traducida por Jordi
Solé Tura].
Resumiendo:
para intervenir en los avatares de la correlación de fuerzas el elemento
decisivo es «la fuerza permanentemente organizada». Sacar enseñanzas de esta
lección es, pues, fundamental para toda organización y, desde luego, también
para el sindicalismo. Ahora bien, lo que obviamente no podía añadir nuestro
amigo sardo era de qué manera concreta se consigue esa «fuerza permanentemente
organizada», aunque -a decir verdad- toda su obra (y especialmente los Cuadernos
de la Cárcel) contienen las indicaciones y propuestas necesarias para ello.
Así pues, en nuestro caso y en las condiciones de hoy, nos toca a nosotros
enhebrar esa aguja. Digo especialmente a nosotros porque la vocación del
sindicalismo es ser una organización de masas, no un corpúsculo irrelevante.
En ese
ejercicio de redacción parto de dos premisas elementales: a) el nivel de fuerza
permanentemente organizada que tenemos es necesaria, pero no suficiente para
ser determinantes en los vaivenes de doña Correlación de Fuerzas; b) si esto es
así, la pregunta es: ¿de qué manera se puede ir transformando la condición
necesaria en suficiente? Se trata de una reflexión nunca acabada que debe ir
revisándose a lo largo de todo el trayecto sindical.
¿Por dónde
escudriñar el quid de la cuestión? ¿De qué manera se puede experimentar, a
través del método ensayo y error o, si se prefiere, prueba y error?
En principio, sugiero tres pistas: 1) el cambio del modelo de representación
sindical, 2) la plataforma del convenio colectivo y del conjunto de las
prácticas contractuales, y 3) la valoración y organización de todo lo que
conquista el sindicalismo. Como mínimo, aunque con mucho gusto, si surgen otras
pistas, lo ampliaré.
1.- El
modelo de representación
Reincido
recordando lo que constatamos todos los días: el modelo actual de
representación no sólo no facilita la afiliación –«la fuerza permanentemente
organizada»-- sino que es un mecanismo de freno. Por ello entiendo que
mientras el sindicalismo no encuentre un modelo que pueda representar la
diversidad de los trabajadores de todas las tipologías desde el centro de
trabajo, los que buscan empleo y los pensionistas será muy complicado que se
incremente la cantidad y calidad de la afiliación, esto es, la «fuerza
permanente».
Digo que
será muy complicado, además, en esta fase de transformación del trabajo y de la
aparición de multitud de subjetividades, también como expresión de tales
transformaciones en el centro de trabajo. En resumidas cuentas, el augusto
anciano del comité de empresa, que fue pensado y creado para otras épocas, es
ya un sujeto inválido, lleno de achaques.
¿Por qué,
entonces, se mantiene ese modelo de representación? Entiendo que por estos
motivos: a) por la inercia a un instrumento que nos ha dado tantos beneficios y
b) por la desazón que produce entrar en nuevas experiencias. Por la desazón o,
tal vez, miedo. En esas condiciones no creo que aumente la fuerza permanente de
la afiliación.
2.- La
plataforma del convenio colectivo
Dice Juan
Manuel Tapia, en clave apodíctica, que «la negociación colectiva es la
centralidad del proyecto sindical». Claro que sí. Con la negociación colectiva
se pretende defender los intereses del conjunto asalariado y, por ello, se les
representa, no de manera abstracta sino con la fisicidad de un instrumento
concreto. Y de la utilidad de lo conseguido se desprende la eficacia del
instrumento en cuestión.
Ahora bien,
el «conjunto asalariado» no es un segmento uniforme -¿lo fue alguna vez?-
como nos parecía a los sindicalistas de mi quinta en tiempos del fordismo. De
aquella apreciación sacamos una conclusión práctica: la plataforma
reivindicativa era un elenco homogéneo de reivindicaciones, deficitario de
demandas de grupo. De ahí que defendiéramos una plataforma que no hacía
distingos entre los grupos erarios, entre hombres y mujeres, entre los de «mono
azul» y los de «bata blanca». Perdón por el casticismo: era algo así como café
con leche para todos. Entendíamos, además, que de ir por otra camino
corríamos el riesgo de meternos en la ciénaga corporativista. Pero el corporativismo
no se conjuraba, ni se conjura tampoco hoy, con el café con leche para todos.
Comoquiera
que hemos abordado estas cuestiones en otros momentos no abundo en la
explicación. Tan sólo me falta decir, por ahora, que si «la negociación
colectiva es la centralidad del proyecto sindical» la plataforma reivindicativa
ose corresponde con las diversidades que conforman el conjunto asalariado o
estamos intentando defender y representar a un trabajador que ya no existe en
la realidad efectiva. O, si se prefiere, nuestra representación y tutela es
sólo de carácter paliativo. En estas condiciones no parece probable que se
incremente considerablemente la fuerza permanente que constituye la afiliación.
3.- La
valoración y organización de las conquistas
Desde los
primeros andares del sindicalismo en la legalidad arrastramos un defecto
estructural: la no valoración de las conquistas y, tal vez, por las
características movimientistas de otrora la insuficiencia de organizar nuestras
conquistas. La relación entre ambas parece evidente, y no se me caen los
anillos en afirmar nuevamente que esta ha sido una herencia negativa que los de
mi quinta hemos dejado a las generaciones sucesivas.
Hay dos
ejemplos de estos últimos tiempos que expresan aproximadamente lo que
quiero decir: una, en La utilidad del sindicato en Seat, se relata una
conquista relevante de lo que se quiere decir; la victoria sindical y
iuslaboralista con relación a la huelga de Panrico. ¿Quién lo ha valorado? Que
me lo presenten y rectifico.
Por lo demás,
las conquistas no se organizan solas. Cosa que sabemos, pero que su conclusión
práctica la dejamos para el maestro armero. Con lo que, de esta manera, tampoco
se incrementará la fuerza permanente del sindicalismo. Aclarémonos: una fuerza
permanente y pensante.
Fuente: www.nuevatrivuna.es
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