Julián Sánchez-Vizcaíno | Miembro del Consejo
Político Federal de Izquierda Unida
nuevatribuna.es
| 09 Septiembre 2014 - 17:03 h.
A partir de
la valoración de los resultados de las elecciones del 25M y especialmente a
raíz de la vigorosa irrupción de Podemos en la escena política española, el
debate sobre la naturaleza de los cambios socioelectorales protagoniza la
reflexión con la que los diferentes partidos vienen preparando sus estrategias
para un curso político centrado en las elecciones locales y autonómicas de la
primavera del 2015.
La paradoja
en el caso de Izquierda Unida es que siendo una opción que ha multiplicado por
tres su representación en el Parlamento europeo, circunstancia más favorable
que la de muchas formaciones de la izquierda transformadora de otros Estados de
la Unión, aparece en sus propios análisis y en declaraciones de algunos de sus
dirigentes como parte de los proyectos políticos cuestionados por el
electorado.
IU
está ahí por voluntad de sus militantes, de sus electores y porque representa
una necesidad
El pujante
surgimiento de Podemos se transforma, en las conclusiones a las que parecen
llegar algunos análisis de IU, en una negación de si misma que no solo
fragiliza su propia imagen ante la opinión pública, y desanima a la
organización, sino que expresa el discurso de quienes son incapaces de
reconocer la pluralidad de la izquierda sin sufrir la tentación
“homogeneizadora”.
Esta actitud
ha resultado ser muy influyente tanto en los debates de los órganos de
dirección de IU como en las decisiones tomadas en su consecuencia y ha
facilitado la sedimentación de un estado de opinión que comienza a verse
reflejado ya en algunas encuestas, por el que se abona la tesis de IU como
proyecto fallido. Idea sostenida hace ya tiempo desde varias trincheras y que
ha sobrevolado las distintas etapas y altibajos sufridos por esta organización
política.
Pero IU está
ahí por voluntad de sus militantes, de sus electores y porque representa una
necesidad. Nuestro país necesita a la izquierda real que pretende avanzar
democráticamente hacia una sociedad igualitaria y de personas libres,
desmontando un sistema, el capitalista, que ha demostrado con creces ser letal
para la humanidad. Como se ha señalado, esto significa la “creación constante y
permanente de una conciencia crítica, al tiempo que se defiende lo más
elemental de la vida cotidiana frente a los recortes y a las políticas del
capital, ligando lo concreto con lo estratégico, lo económico y social con el
cambio político de fondo”. En definitiva, la necesidad de una izquierda
democrática, plural y útil, que no claudique en el objetivo de la
transformación social.
Sin embargo,
como se decía más arriba, los bandazos y una improvisación retóricamente disfrazada
de certeza que vienen caracterizando el discurso de IU desde la misma noche
electoral del 25M parecen poner en duda esa necesidad política. La
desorientación y el juego en corto se nos aparecen como los mimbres con los que
se viene imponiendo un “nuevo discurso”.
En este
sentido, las disfunciones de la orientación de IU ante la situación política
actual se han puesto de manifiesto en varios órdenes.
En primer
lugar, en la caracterización de la crisis. Es cierto que se ha producido un
grave quebranto institucional como consecuencia de la existencia de un complejo
tejido de redes delictivas vinculadas a la actividad del Estado. La crisis
política es evidente en relación con los problemas de su organización
territorial. La política entendida como la actuación de los partidos ha sufrido
una merma de credibilidad de profundo alcance. Existe, sin duda, una crisis
moral.
Pero, en
este momento, y dejando aparte el peligro de colapso ecológico planetario, la
de mayor impacto es, fundamentalmente, la crisis económica y social derivada de
la particular “vía” de inserción del capitalismo español en la fase de
financiarización del capitalismo global. Sus efectos son el aumento de la
explotación del trabajo asalariado y el dramático crecimiento de las
circunstancias de pobreza y pobreza extrema que golpean sin piedad a las clases
subalternas.
La
priorización por IU de las cuestiones relacionadas con el cambio institucional
y no afianzar una firme estrategia que ponga en primer plano una política
económica alternativa, el conflicto social, combatir el desmantelamiento de los
servicios públicos, la caída salarial, el paro, y la pobreza, induce a una gran
confusión en la parte de la ciudadanía que confió en IU en las pasadas
elecciones generales y europeas y, en general, crea desorientación en las
clases trabajadoras.
Por otro
lado, IU no haría una buena lectura de los resultados de las europeas si
sostuviera, como parecen querer decir algunos dirigentes, que ha habido una
falta de pulso en la renovación de su mensaje electoral, que debería haberse
inclinado hacia un discurso “atrapalatodo”, para la atracción del descontento
social, sobre la base del ataque a la “casta” política.
Está
demostrado que existe en España un espacio y unos anclajes electorales que le
son propios a IU y que tienen que ver no sólo con un perfil sociológico o de
clase, sino también con un grado de concienciación ideológica y política que
arranca de experiencias y trayectorias personales y vitales que lo diferencian
de otros sectores de votantes.
Para el
electorado de IU esta opción es la que mejor representa la lucha por los
derechos y la interpretación de la crisis, y su decisión de voto consiguiente
no resulta únicamente de valorar factores relativos a la competencia y
honestidad de los políticos, la corrupción, o la ira frente a la pérdida de
posición social o económica, sino que también influyen con gran peso valores de
progreso y transformación social desde una perspectiva de crítica radical,
entendida esta como que la que atiende a la raíz de los problemas.
IU, por lo
tanto, se debe también a esa parte de la ciudadanía que ha venido apoyando una
alternativa de izquierdas. Entre otras razones, además, por honestidad
política.
En último
término, las decisiones orgánicas tomadas por IU han estado poco acertadas. Por
un lado, en los cambios en la dirección política, pero también en la política
de comunicación y en los procedimientos para la articulación de la llamada
“convergencia”.
Es cierto
que IU tiene “mochila”, aciertos y errores, una historia, y problemas
estructurales de articulación. IU ha vivido momentos muy difíciles, con una
organización débil en muchos territorios, y con situaciones en las que solo el
valor de una militancia en general muy sólida y consciente ha hecho posible
superar las dificultades. Afirmar que en IU no existen resistencias a los
cambios y situaciones personales que bloquean una mayor calidad democrática no
respondería a la realidad.
Pero, a la
hora de abordar estos problemas, no parece de recibo que se difumine la opinión
de la afiliación o se suplante ésta por procedimientos que priman el marketing
político. Como tampoco el debate en las asambleas de base puede ser sustituido
por la “agitación” desde medios y redes sociales.
La
utilización patrimonial de los recursos de comunicación por parte de nuevos
dirigentes y su permanente presencia en los medios responde a un erróneo
concepto de recambio generacional que, aunque necesario, no es suficiente si no
viene acompañado de otras condiciones y cualidades indispensables de preparación
política y experiencia vital y profesional.
No es bueno
el planteamiento de “democracia participativa sin participación” que parece
impulsarse por algunos jóvenes y no tan jóvenes deslumbrados por su condición
de personalidades mediáticas. El desarrollo de una política de convergencia y
alianza electoral, o el método para organizar las candidaturas electorales en
la perspectiva de las elecciones locales y autonómicas del 2015, es tarea y
decisión de toda IU.
La
celebración de una “conferencia” orientada preferentemente al encumbramiento de
nuevos liderazgos o a la reiteración de formulaciones retóricas de unidad, no
puede sustituir al debate consciente de un proyecto concreto que la dirección
debe someter a toda la organización. Lo que no excluye sino que reafirma al
tiempo la oportunidad de una reflexión más amplia con todas las organizaciones,
movimientos sociales, sindicales, y otros grupos con los que se comparta visión
del momento y las tareas, y en general con la ciudadanía de izquierdas.
La garantía
de cualquier Convergencia es el acuerdo interno democráticamente adoptado y no
el convencimiento o la motivación de una parte de IU, porque ello resultaría
ineficaz en el objetivo de construir una nueva situación política desde la
izquierda.
Un debate
real confirmaría el apoyo de la mayoría de la organización a la vigencia del
Proyecto de IU. De lo contrario, se estarán dando pasos, quizás no reversibles,
hacia la irrelevancia social e institucional en nuestro país de la genuina
izquierda transformadora. Italia no está tan lejos.
Fuente: www.nuevatrivuna.es
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