El prestigioso historiador José Álvarez Junco escribió en El País
un interesante artículo: Nacionalismo y dinero. Soy de quienes le leen
atentamente y, en la mayoría de los casos, celebra sus escritos. En esta
ocasión, no obstante, tengo un fuerte contraste no tanto con el argumento
central de su exposición sino con una opinión no central, aunque importante,
que a mi entender me distancia del autor.
Soy del parecer que,
precisamente porque la propuesta de Fernández Toxo sobre un gran Pacto de
Estado por el Empleo representaba la expresión más concreta de los intereses
generales, fue ninguneada
En un momento dado, el profesor dice –y dice bien—lo siguiente: «Llamamos
corporativismo a la tendencia de un grupo o sector social a reforzar su
solidaridad interna y defender sus intereses y derechos particulares
anteponiéndolos a los principios de justicia, al interés general y a los
perjuicios que puedan ocasionar a terceros». Ligado a esta definición, Álvarez
Junco añade: «… El corporativismo es también muy del gusto de los
sindicatos…». Vayamos por partes. 1) De momento no se me caen los anillos
en reconocer que hay sindicatos corporativos y que, incluso, en aquellos que no
lo son existen momentos que podemos reconocer como prácticas corporativas; 2)
ahora bien, ¿a qué sindicatos se refiere Álvarez Junco cuando habla de que «el
corporativismo es muy del gusto» de ellos? Comoquiera que mentar la
bicha del corporativismo levanta zarpullidos en la piel –muy sensible de
los sindicalistas-- procuraré distanciarme de toda reacción picajosa, la
que se desprende de considerarse atacado desde fuera, lo que, a decir, verdad
no es el caso de Álvarez Junco.
Analicemos particularizadamente lo que afirma el profesor Álvarez Junco.
«Llamamos corporativismo a la tendencia de un grupo o sector social a reforzar
su solidaridad interna…». ¿Por qué había de ser corporativista que cada grupo
refuerce su solidaridad interna? ¿Es preferible, pues, que cada grupo se esmere
en la desagregación interna, en un todos contra todos? Eso no sería un grupo
social sino una horda.
«… y defender sus intereses y derechos particulares anteponiéndolos a los
principios de justicia, al interés general y a los perjuicios que puedan
ocasionar a terceros». Nótese que Álvarez Junco ha separado esta frase de la
anterior con la conjunción copulativa “y”, lo que nos permite enjuiciarla
como una característica más de la definición de corporativismo. Pues bien, así
las cosas, todo indica que nuestro autor hace una escisión entre «derechos
sociales», que dan soporte «a los intereses y derechos particulares,
anteponiéndolos a los principios de justicia». Entonces, debo levantar la voz
educadamente y recordar que no hay derechos particulares sino simplemente
derechos, reconocidos unos por la Constitución y otros por las leyes. O lo que
es lo mismo, indudablemente sin querer Álvarez Junco deconstruye los derechos
sociales (que él califica de «particulares» colocándolos a un nivel de segunda
división. En ese sentido, la puerta está abierta –sin proponérselo el
profesor-- para avanzar más el razonamiento y tildar a la
arquitectura jurídica “social” de corporativa y, más todavía, de una estructura
de privilegios.
Hablemos de la relación entre sindicalismo e intereses generales. ¿Es una
práctica corporativa y ayuna del interés general la movilización en defensa del
Estado del bienestar? ¿Es una expresión de corporativismo la defensa de lo
público por parte del sindicalismo? ¿Cuándo el sindicalismo propuso la reforma
de las administraciones públicas, hace ya tiempo y fue desoído su proyecto,
«era del gusto del sindicalismo» en clave corporativa? Desde luego que no.
Y hay más: cuando el sindicalismo acepta la moderación salarial está
actuando en clave corporativa? ¿Acaso no lo hace en función de los intereses
generales? Desde luego que sí. Porque es una agresión al poder adquisitivo,
debilita la demanda interna, interfiere la creación de empleo y pone las cosas
más difíciles para la recuperación económica.
La propuesta de Fernández Toxo de un Pacto de Estado por el empleo
fue desoída. Nadie en su sano juicio dirá que era una muestra más «del gusto de
los sindicatos por el corporativismo». Es más, soy del parecer que,
precisamente porque representaba la expresión más concreta de los intereses
generales, fue ninguneada.
Quiero decir enfáticamente que no todo es oro reluciente en las prácticas
del sindicalismo. Tiene insuficiencias y limitaciones. Pero no son de
naturaleza corporativista, aunque –como se ha dicho más arriba-- puede
haber en algunos momentos ese tipo de burgos podridos en algunos sectores. Esperemos,
pues, que el profesor Álvarez Junco los señale, y si son tales haremos bien en
reconocerlo. Y ante esa señalización lo que no podemos hacer es cultivar la
piel picajosa sino corregirlo drásticamente.
Apostilla. Ciertamente el tema que estamos tratando no era el objetivo
central del artículo mencionado. Pero no creo que sea apropiado tratar un tema
de la naturaleza del «corporativismo» del sindicato aprovechando –mal
aprovechando, más bien-- que el río Genil pasa por Santa Fe, capital de la
Vega de Granada.
Fuente: www.nuevatribuna.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario