17 religiosos vascos
suman sus testimonios al proceso judicial que sigue su curso desde Argentina.
Todos pasaron por la cárcel de sacerdotes de Zamora, y sufrieron torturas por
oponerse al régimen militar.
55555PATRICIA
CAMPELO Madrid 21/10/2013 07:35 Actualizado: 21/10/2013 08:47
En el pueblo de
Larrabetzu. Visita de los curas gallegos - de izda a dcha: Anxo Ferreiro (autor
del libro nuevo sobre la cárcel de Zamora), Gabika, Couces (gallego), Naberan,
Zulaika, KalzadaPatricia Campelo
Durante
la Guerra Civil y la dictadura, un sector de la Iglesia salió en defensa de la
ciudadanía más vulnerable y denunció públicamente los abusos del régimen
militar.
En
el País Vasco fue particularmente dura la represión hacia los denominados
‘curas obreros'. 16 fueron condenados a muerte y fusilados, 278 encarcelados y
1.300 trasladados a diócesis lejanas, según ha documentado el periodista -que
también fue sacerdote represaliado- Juan Mari Arregi.
Incluso
se destinó una prisión única para ellos, la cárcel concordataria, en Zamora.
Allí fue privado de libertad hasta en tres ocasiones -entre 1968 y 1970- Juan
Mari Zulaika por su activismo como cura obrero en Eibar. Ahora, Zulaika, de 71
años, junto con 16 sacerdotes vascos más forma parte de la querella
argentina contras los crímenes franquistas que sigue su curso desde un juzgado
de Buenos Aires.
Durante
un año, el exclérigo se reunió con sus compañeros, les explicó el proceso
judicial que estaba investigando estos delitos y decidieron sumarse como
grupo denominado ‘los curas de la cárcel de Zamora'. Tras recopilar la
documentación necesaria: copia de los expedientes, sumarios y sentencias,
redactó los testimonios de los 17 y llevó la querella a firmar ante notario.
Zulaika,
que sufrió torturas y prisión por airear sus ideas sindicalistas y de apoyo al
pueblo vasco, cree que no llegará a ver en prisión a Rodolfo Martín Villa,
para quien se solicita que se emita una orden de detención, pero su intención
es "completar la historia de España y del País Vasco". "No somos
ingenuos, y yo soy bastante escéptico, pero tengo la esperanza de que todo esto
melle un poco la impunidad", reconoce a Público. "Por un lado
está la exigencia a la esquerra abertzale para que pida perdón y condene su
historia, pero se olvidan que hay otra parte de crímenes que no reconocen, y
niegan así el conflicto político.
La
impunidad policial de ahora viene de los crímenes de la guerra, de la dictadura
y también de la transición, ya que no hubo una ruptura con el franquismo",
opina Zulaika. "Admitimos que ETA cometió crímenes abominables, pero no
olvidemos el resto de la historia que explica por qué surge [la organización]
en el año 60; estábamos en una dictadura", apostilla.
Este
ex religioso de Guipúzkoa afrontó un juicio militar en el cuartel de Loyola
(San Sebastián) y los antecedentes penales le acompañaron hasta 1977. La cárcel
no minoró su activismo, y llevó la causa hasta el congreso de la Iglesia
Contestataria de Holanda. "Ellos luchaban por la supresión del celibato
clerical; nosotros, por los derechos más elementales", ha plasmado en el
texto de la querella.
Zulaika sufrió torturas y prisión por airear sus ideas
sindicalistas y apoyo al pueblo vasco
Para
otro cura firmante de la querella, compañero de Zulaika en Eibar, su camino
se torció tras protestar porque el superior del convento de Bermeo no le
permitía dar euskera en el colegio. Felipe Izagirre fue castigado por sus
quejas con un traslado a Granada como capellán castrense. "En los sermones
que daba allí iba metiendo cuñas sobre la justicia social", recuerda en
conversaciones con Público.
Tal
era el temor que le tenían a Izagirre, que le pidieron ver sus discursos antes
de dar la misa, "pero yo me negué", defiende. En una disertación en la
catedral, ante la cúpula militar y eclesiástica, habló de la justicia social
hacia las familias pobres de los soldados de Andalucía, y reivindicó la
separación entre Iglesia y franqusimo, solicitando que no se tocara en misa el
himno nacional. "A los pocos días me llamó el vicario castrense y me mandó
un mes a Baza; cuando regresé, me comunicaron mi expulsión", detalla.
Después de aquello, a Izagirre le dieron a elegir entre marcharse a América o a
Valladolid. "No podía irme lejos, estaba muy comprometido con todo lo
social", reconoce. Sus siguientes pasos los dio como cura obrero en
Eibar, junto a Zulaika. "Las peores torturas, las que recibí en San
Sebastián", apunta. Allí fue detenido acusado de difundir propaganda
contra los malos tratos policiales. El comisario que le interrogó trató de
arrancarle confesiones a golpes. La hermana de Izagirre denunció los hechos y
en el juicio -sin la presencia del interesado- se concluyó que esos golpes
respondían a "medidas de seguridad".
Sobre
la querella argentina, Izagirre guarda cautela. "No le veo mucho
recorrido, pero sirve para indagar, pedir justicia y hacer memoria",
considera. "Es importante hacer una crónica liberada sobre todo lo que
pasó", concluye.
El primer inquilino de
la cárcel de Zamora
Una
homilía en noviembre de 1964 desencadenó el calvario de Alberto
Gabikagogeaskoa. "En las cárceles de Euskal Herria se tortura con
frecuencia", proclamó desde el púlpito. Fue su manera de protestar ante
las detenciones y golpes que recibieron unos vecinos de Areatza por retirar el
retrato de Franco y la bandera franquista de la escuela. Le impusieron una
multa de 10.000 pesetas y tuvo que someterse a un juicio del Tribunal de Orden
Público (TOP), que le condenó a seis meses y un día en junio de 1968. El
acuerdo entre el Vaticano y el gobierno de la dictadura no permitía el ingreso
de curas en las cárceles convencionales, por lo que la primera prisión de
Gabikagogeaskoa fue el convento de Dueñas, en Palencia, donde permaneció un mes
y medio. "A diario me venía a ver mucha gente de los alrededores que
simpatizaban con nuestras ideas", relata a Público.
Gabikagogeaskoa
se sumó a la huelga de hambre del Obispado de Bilbao, una acción que le reportó
el mayor tiempo de cárcel: siete años en la prisión de Zamora. Como reacción
ante las multitudinarias visitas, fue trasladado a un lugar que, a partir de
ese momento, comenzó a funcionar como prisión exclusiva para curas. "Me
llevaron a Zamora y estaba solo; inauguré la cárcel. Al día siguiente llegaron
Juan Mari [Zulaika] y Felipe [Izagirre]". Allí pasó otro mes y medio.
Además de la huelga, habían lanzado un manifiesto contra la tortura
y los estados de excepción
"Justo
al salir, me encontré con el encierro del seminario de Deiro -en el que
participaron 70 sacerdotes-. Enviamos un documento al Vaticano, y nos
suspendieron a divinis", ha testimoniado en la querella. Al año siguiente,
Gabikagogeaskoa se sumó a la huelga de hambre del Obispado de Bilbao, una
acción que le reportó el mayor tiempo de cárcel: siete años en la prisión de
Zamora. El consejo de guerra que juzgó a los cinco responsables de esta huelga
se celebró a puerta cerrada y pidió penas de diez y doce años de reclusión. Les
acusaron de "bandidaje y terrorismo". Ahora, Gabikagogeaskoa, de 76
años, trata de ser optimista ante la querella argentina, pero reconoce lo
"difícil" del proceso. "El gobierno actual es post
franquista", subraya.
Josu
Naberan, otro de los cinco curas vizcaínos que impulsaron de la huelga de
hambre en el Obispado de Bilbao, afrontó en Burgos junto con Gabikagogeaskoa el
juicio militar sumarísimo 66/69. Además de la huelga, habían lanzado un
manifiesto contra la tortura y los estados de excepción. "Denunciamos al
estado como terrorista. Les sentó muy mal el término venido de unos sacerdotes",
declara Naberan.
‘El paseíllo' y ‘el
quirófano': torturas policiales
El
testimonio del sacerdote Martín Orbe detalla los tipos de torturas que
padecieron en las comisarías de policía. "Las hay de muchos tipos:
primero, fuertes golpes en cualquier parte del cuerpo", detalla. Otra,
"reclinar las piernas, doblar todo el cuerpo hacia adelante con las dos
muñecas sujetas detrás de las rodillas y obligados a caminar a toda velocidad
hasta que revienta el preso". Estas torturas eran conocidas, según recuerda
Orbe, como ‘el gusano' y ‘el paseíllo'.
"No
había quien lo aguantara", refleja en la querella. "Seguido venía la
tortura del ‘quirófano': echarte sobre una mesa (...) y golpes de todo tipo sin
darte tiempo a saber cuándo, de dónde o cómo serían, en el estómago, con los
puños, con el libro de la guía telefónica". Este tipo de torturas podían
prolongarse varios días seguidos. Orbe cumplió seis años en la cárcel de Zamora
tras sentencia del juicio sumarísimo 30/69.
Motín y huelga de hambre
en la prisión de curas
Xabier
Amuriza fue otro de los protagonistas de la huelga de hambre en Bilbao, y uno
de los últimos en abandonar la cárcel de Zamora. "En los años 75 y 76
quedamos reducidos a media docena de compañeros, lo que hacía más insufrible
nuestra situación", testimonia. Tal vez por ello, según asegura,
decidieron amotinarse y prender fuego a la prisión. "A la otra orilla del
río, nuestro fotógrafo grabó el incendio y se difundió por los medios
extranjeros, que era lo que pretendíamos". Como castigo, les aislaron en
celdas, y comenzaron una nueva huelga de hambre.
"El cuerpo del delito era que encontraron en mi casa unos
ejemplares de la revista infantil Kili-Kili en euskera
Tras
un fugaz traslado a Madrid, en el que pensaron que les conducirían a cárceles
con presos políticos, les llevaron de vuelta a Zamora. "Fue un golpe duro,
aunque nunca pudieron con nuestra moral", reconoce Amuriza en su relato.
Él quedó en libertad tres meses después que su compañero Nicolás Tellería,
"quien moriría al poco de salir por la desatención médica". Los ex
sacerdotes han incluido a Tellería en la querella denunciando que su muerte se
debió a la falta de asistencia médica ante el cáncer que padecía.
En
aquel momento, sus compañeros interpusieron una querella contra la dirección
general de la cárcel y contra la dirección general de Prisiones, pero no
prosperó.
Otro
asiduo a la cárcel de Zamora fue Inmanol Oruemazaga, que entró y salió en tres
ocasiones. La primera fue en respuesta a una multa de 25.000 pesetas, motivada
por tapar las dos banderas nacionales que presidían el altar mayor el día de la
patrona de la Guardia Civil. También afrontó un juicio en el TOP acusado de
"asociación ilícita y propaganda ilegal". "El cuerpo del delito
era que encontraron en mi casa unos ejemplares de la revista infantil Kili-Kili
en euskera", según su testimonio.
En
la línea ideológica de estos sacerdotes figuraba a partes iguales la defensa de
la libertad de los pueblos, la lucha social y la conciencia de clase.
Vicente Couce, condenado a dos años en la cárcel de Zamora por el TOP, recibió
un consejo de su padre el día en que se ordenó sacerdote: "No olvides que
eres mi hijo y también de la clase obrera". Para la dictadura, ésos eran
motivos suficientes para justificar la crueldad de trato. "Utilizaban una
enfermedad grave de mi madre para hacerme cantar; otra vez, fueron a por mi
padre, de 80 años, e intentaron humillarle delante de mí, ‘deshacerlo' aún más
de lo que estaba", atestigua Couce.
Hoy,
la mayor parte del grupo no ejerce el sacerdocio, algunos se casaron y
otros no continuaron tras la jubilación. El activismo, en cambio, lo mantienen
intacto y doce de ellos participa en la asociación Goldatu, de presos y
represaliados vascos de la dictadura. "Si fueron guerreros antes, también
lo son ahora", se enorgullece Juan Mari Zulaika, el más joven del grupo.
**Además
de los nombres que figuran en el reportaje, firman la querella José Mari
Madariaga, Pablo Muñoz, Mikel Zuazabeita, Periko Solabarría, Patxi Bilbao, Jon
Etxabe, Julen Kalzada, Pedro Berrioategortua e Iñaki Aurtenetxe. Sacerdotes de
Galicia, Nicanor Acosta, y de Catalunya, Eduard Fornés y Josep Garrido, no han
formalizado querella pero han sumado su testimonio como apoyo a la presentada
por los 17 curas vascos.
Fuente:
www.publico.es

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