Batalla de ideas
Artículos de
Opinión | Luis Bilbao | 16-08-2012 |
“El
socialismo pequeño burgués ha analizado con gran agudeza las contradicciones
del moderno régimen de producción (...) Pero en lo que atañe a sus fórmulas
positivas, este socialismo no tiene más aspiración que restaurar los antiguos
medios de producción y de cambio, y con ellos el régimen tradicional de
propiedad y la sociedad tradicional, cuando no pretende volver a encajar por la
fuerza los modernos medios de producción y de cambio dentro del marco del
régimen de propiedad que hicieron y forzosamente tenían que hacer saltar. En
uno y otro caso peca, a la par, de reaccionario y de utópico” -Manifiesto
Comunista-
Un panorama
sin precedentes se presenta ante organizaciones, cuadros políticos y militantes
que en todo el mundo se ubican en el vagaroso arco de izquierdas.
A diario los
medios de difusión de todo signo informan acerca del empeoramiento del sistema
global, en constante aceleración desde los centros metropolitanos hacia cada
rincón del planeta. Estas páginas han informado y analizado una y otra vez
causas y efectos del creciente malestar mundial. Aquí cabe relegar ese dato clave
para observar su contraparte: el estado del sujeto social y político que, en la
teoría y en la práctica, debe responder a la más grave crisis en la historia
del capitalismo.
La reunión
en Caracas de más de 80 partidos y organizaciones de izquierdas de los cinco
continentes es ocasión propicia para hacerlo. La declaración final, titulada
“Llamamiento: los pueblos del mundo unidos por Venezuela”, ofrece claves de la
dinámica de ese conjunto (ver texto completo enwww.americaxxi.com.ve).
Ante todo,
resalta el hecho de que allí se haya podido encontrar un punto de acción común
para un conjunto tan controvertido de fuerzas y posiciones, y que ese punto
haya sido la reivindicación y defensa de la transición al socialismo en
Venezuela. La realización de una jornada mundial el 24 de julio bajo la
consigna “Día de solidaridad mundial de los pueblos con la Revolución
Bolivariana de Venezuela y el comandante Hugo Chávez” fue un doble paso
adelante para las izquierdas allí presentes: por primera vez un arco tan
extendido asume sin cortapisas un compromiso explícito con esta revolución,
incomprendida hasta no hace mucho y a menudo condenada de soslayo; el
compromiso tomó cuerpo en una jornada unitaria internacional de denuncia a la
escalada de agresiones imperialistas contra Chávez y su gobierno, ensayo
elocuente por su extensión geográfica e ideológico-política.
Un primer
saldo de aquel encuentro en Caracas y la posterior realización de la jornada
solidaria queda a la vista: la revolución bolivariana y socialista en curso en
Venezuela es un punto de aglutinamiento de fuerzas dispersas, en muchos casos
debilitadas y en tantos otros confundidas y desmoralizadas. La posibilidad de
un reagrupamiento mundial antimperialista y anticapitalista plantea por sí
misma la potencial reconfiguración drástica del panorama político planetario y
el cambio en las relaciones de fuerzas globales.
Incógnitas
Muchas
dificultades prácticas e incógnitas teóricas reclaman respuesta para que ese
cambio potencial se consume. Ante todo, la asunción plena de la realidad
mundial.
Dos fuerzas
poderosas avanzan hacia un cruce de caminos donde el choque será inevitable.
Una, la crisis intrínseca, autogenerada, del sistema de producción. La otra, la
resistencia de masas, que en América Latina adquirió envergadura mayor con el
Alba y la estrategia socialista. La primera es irracional y avanza hacia el
punto de descontrol. La segunda, aunque resulta de poderes subterráneos que en
su lógica simple apuntan igualmente a la acción desesperada, más allá de la
razón, tiene en cambio la posibilidad histórica de alcanzar la conciencia,
organizarse y marchar hacia un objetivo racionalmente trazado. Tanto más cuando
en su seno, como queda dicho, late el Alba, un conjunto de países
latinoamericanos empeñados en alcanzar el socialismo del siglo XXI.
En el centro
de este dilema para la humanidad están las izquierdas. Así, en plural,
indicativo de tal diversidad que, como sucede con ciertas especies, resulta
difícil definir si pertenecen al reino vegetal o al animal, si son materia
orgánica o inorgánica. La duda, en este caso, es cuáles son izquierdas para la
revolución socialista y cuáles para el mejoramiento, la supuesta humanización,
del capitalismo.
Una
contribución acaso decisiva para afianzar este primer paso dado en Caracas será
distinguir entre unas y otras a fin de potenciar una izquierda anticapitalista
a escala mundial, a la vez que se continúa sin desmayo en la articulación de
instancias de amplia convergencia para enfrentar el belicismo imperial,
sostener las libertades democráticas y los derechos civiles en todas las
latitudes, evitar a todo trance la división de pueblos y naciones en la
resistencia a la embestida global de Washington y sus socios menores del Norte
y el Sur. Ambos factores, delimitados sin ambigüedad y a la vez inseparables,
son la condición de una respuesta efectiva al desmoronamiento del sistema
vigente. No todas las direcciones autodenominadas de izquierdas asumen la
naturaleza y el carácter de la crisis en curso. El pensamiento burgués
emponzoñó el corpus teórico-político forjado por la lucha de clases. Así, a las
políticas anticrisis del capital se las identificó como “neoliberalismo” y éste
pasó a ser el enemigo, en lugar del sistema mismo. En línea con esta
interpretación, “fortalecer el Estado” y adoptar “políticas activas”, pasaron a
ser objetivos principales. El recetario keynesiano, respuesta del capital en el
siglo XX a su crisis estructural, intrínseca e inexorable, pasó a ser una
respuesta progresista, cuando no directamente revolucionaria.
Un debate
semejante dieron las fuerzas de izquierdas en las dos primeras décadas del
siglo XX. Hoy se repite como si nada hubiese pasado en los 100 años
posteriores. España se incendia. Millones de obreros, jóvenes y ciudadanos de
toda condición se lanzan a las calles, entre asombrados y asustados por la
irrupción violenta y para ellos inesperada de la crisis: desempleo masivo,
carestía, ajuste impiadoso a manos del gobierno ungido hace apenas meses por el
voto mayoritario. La represión se abate sobre ellos. Otro tanto ha ocurrido en
Grecia y se reproduce en Italia, Gran Bretaña, Portugal. El loado “Estado de
bienestar”, non plus ultra de la socialdemocracia, no sólo se desploma: muestra
desarmadas organizativa, política y estratégicamente a las masas trabajadoras y
el conjunto de la población. Son esas mismas masas las que votaron contra
gobiernos socialdemócratas en Gran Bretaña, Grecia y España, al tiempo que
ponían esperanzas en sucedáneos del mismo signo en Francia y hasta cierto punto
en Italia.
Teoría y
acción
El debate
ideológico y político entre revolucionarios y socialdemócratas no puede ser
relegado y mucho menos soslayado. Es un imperativo para avanzar. Pero ese
debate de ideas no puede ir separado de la clase en que explícitamente se
apoya. Las izquierdas están dispersas y sin brújula porque así está el
proletariado mundial. Enraizarse en la moderna clase obrera exige, más que
nunca antes, ideas claras, científicamente fundadas. Ya a mediados del siglo
XIX Marx y Engels denunciaban en el Manifiesto Comunista a lo que llamaron
“socialismo pequeño burgués”:
“Este
socialismo ha analizado con gran agudeza las contradicciones del moderno
régimen de producción (...) Pero en lo que atañe a sus fórmulas positivas, este
socialismo no tiene más aspiración que restaurar los antiguos medios de
producción y de cambio, y con ellos el régimen tradicional de propiedad y la
sociedad tradicional, cuando no pretende volver a encajar por la fuerza los
modernos medios de producción y de cambio dentro del marco del régimen de
propiedad que hicieron y forzosamente tenían que hacer saltar. En uno y otro
caso peca, a la par, de reaccionario y de utópico”.
Otro tanto
hacían con el “socialismo burgués o conservador”: “Una parte de la burguesía
desea mitigar las injusticias sociales, para de este modo garantizar la
perduración de la sociedad burguesa. Se encuentran en este bando los
economistas, los filántropos, los humanitarios, los que aspiran a mejorar la
situación de las clases obreras, los organizadores de actos de beneficencia,
las sociedades protectoras de animales, los promotores de campañas contra el
alcoholismo, los predicadores y reformadores sociales de toda laya. Pero,
además, de este socialismo burgués han salido verdaderos sistemas doctrinales.
Sirva de ejemplo la Filosofía de la miseria de Proudhon”.
Hoy,
propuestas reformistas y múltiples variantes anarquistas remedan al socialismo
burgués y pequeño burgués de entonces. Con palabras semejantes, se puede
marchar en sentido inverso. La reivindicación del socialismo científico no es
un acto de dogmatismo, mucho menos de sectarismo. Es la búsqueda de continuidad
con la experiencia de dos siglos de lucha de clases y su decantación en el terreno
de las ideas y la estrategia. Sin teoría revolucionaria, no habrá acción
revolucionaria. Y sin acción revolucionaria no habrá respuesta efectiva y el
agravamiento de la crisis capitalista provocará inenarrables sufrimientos a la
humanidad.
¿Exageraciones?
¿Catastrofismo? Para desechar tales condenas basta observar la invasión
mercenaria a Siria, las amenazas israelíes a Irán, la previa invasión a Libia,
las guerras en Afganistán e Irak, los golpes en Honduras y Paraguay, el
despliegue bélico estadounidense en América. Latina. O simplemente leer
titulares como estos: “Estados Unidos despliega sus aviones más avanzados cerca
de China”; “Naves de guerra rusas entran en el mar Mediterráneo”; “Gran Bretaña
lanza misiles desde Malvinas”...
Definir una
estrategia y alcanzar capacidad de acción a escala global son las claves para
poner en pie de combate inmensas fuerzas actuales y potencialmente
anticapitalistas, capaces de detener esta demencial carrera hacia el abismo.
Eso no podrá hacerlo una concepción, una política, una estrategia
socialdemócrata. En cambio, como bien lo prueba la historia de entre guerras en
el siglo XX, el trazado de una línea clara y rotunda con certeza aglutinará
cientos de millones de voluntades, incluyendo la de inmensos contingentes de
hombres y mujeres hoy atrapados en la telaraña de la internacional
socialdemócrata y sus socios socialcristanos. La constante búsqueda de unidad
de acción no se contradice con la imprescindible necesidad de nociones claras y
definiciones netas.
Eso requerirá
la multiplicación de reuniones e instancias que viabilicen el debate profundo y
la acción resuelta, en lugar de limitarse a consensuar una declaración. Los
partidos de los países que componen el Alba y las fuerzas que en todo el mundo
acompañan sus pasos pueden ser el motor de este movimiento de alcance mundial.
Se trata de poner en marcha organizada una decisiva batalla de ideas. Prólogo
de la respuesta victoriosa al capitalismo en su decadencia final.
Fuente:
América XXI http://www.americaxxi.com.ve/notas/...
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