domingo, 10 de junio de 2012

¿DÓNDE ESTA UN MÍNIMO DE RESPETO AL DOLOR AJENO I?



¿QUÉ VERGÜENZA?
08 junio de 2012

 Ante las presiones y coacciones que impidieron la exhumación de una fosa en Santa Cruz del Valle (Ávila), se ha vivido una situación entre esperpéntica y dramática fruto del inapropiado comportamiento de una serie de individuos que han actuado al margen de los objetivos y deseos de una parte de los familiares de las víctimas, pese a contar con todas las autorizaciones y permisos pertinentes para extraer los restos de sus seres queridos. Una fosa en la que al parecer permanecen los restos de cinco desaparecidos. Un grupo de individuos logró el objetivo de evitar la apertura de la fosa común


 Hay comportamientos y ocasiones en las que uno siente vergüenza de pertenecer al género humano. Como me ocurrió mientras escuchaba el vergonzoso caso sufrido por la familia de Daniela y cómo había sufrido el bárbaro comportamiento de un grupo de incalificables individuos. No tengo fuerzas, nunca creído en la violencia ni la ejercería incluso contra una serie de personajillos indeseables que han insultado
miserablemente la memoria de las víctimas del franquismo –y existen víctimas en ambos bandos-. Espero que estas breves palabras sirvan de apoyo, solidaridad y desagravio a la familia y haga recapacitar a todos aquellos individuos que están a favor de la violencia, la intolerancia y la falta de respeto hacia el dolor ajeno.
Hoy no quiero exponer ninguno de los cientos de casos de desaparecidos durante la pasada guerra civil, ni exponer los diferentes motivos que llevaron a que se produjeran aquellos injustificables episodios. No quiero hablar de bandos, -aunque es evidente que hubo uno, el vencedor de la contienda- que tuvo cuarenta años para restañar sus heridas. Ni de la actuación de los ejércitos, armamento, torturas, ilegalidades… Tampoco quiero alabar las cualidades que adornaban a aquellos serenes humanos que fueron cruelmente arrancados de sus seres queridos vejados y asesinados. Sin derecho a un juicio, a una defensa. Ni mencionar a aquellos que fueron eliminados por opinar, pensar o expresarse de forma diferente o que lo fueron por una pequeña rencilla al margen de cualquier motivación política o de cualquier otro tipo. No quiero volver a mirar a aquella mísera sociedad ni analizar sus carencias políticas, morales, económicas… Ni siquiera pretendo averiguar de dónde procedían sus miedos y ese brutal desprecio por la vida y los derechos de los demás ciudadanos.
Hoy quiero hablarles de nosotros, de la sociedad del siglo XXI. De una sociedad que se supone es dialogante, solidaria, moderna, preparada. Quiero que nos miremos un poco y observemos como somos y nos portamos los españoles con aquellos que sufren a consecuencia de los errores y violencia de un conflicto que nunca debió existir. No es momento de buscar culpables, ni los motivos por los que se produjo aquella cruel guerra civil; ni del comportamiento de los vencedores y los vencidos. Para empezar a subsanar cualquier herida conviene saber que existe. Para empezar a curar el drama que han vivido los familiares de desaparecidos es preciso ponernos en su lugar, al margen de si se pertenece al bando vencedor o vencido. ¿Cómo hubiéramos actuado si nos hubiese desaparecido un hijo, una madre, una esposa…? ¿Si hubiera desaparecido una mala mañana y no hubiésemos vuelto a tener ninguna noticia de él? ¿Estaríamos moral y humanamente obligados a buscarle –al margen del tiempo que pasara-? O, por el contrario le olvidaríamos, en cuyo caso cabe preguntarse: ¿Qué tipo de seres humanos somos?
Mientras Daniela, viuda de Venancio y madre de Antonio, enterrados en esta fosa, observaba como un grupo de persona de un pueblo vecino formaba una pandilla de matones para evitar que se cumpliese su sueño ¿Qué pensó Daniela del género humano? Y he hablado de sueño porque en este caso la viuda contaba con todos los requisitos legales –que son muchos- para la recuperación de su marido y de su hijo.
Lo más grave de este suceso es el comportamiento incívico y violento de un grupo de personas que lejos de ayudar a localizar los restos y comprender el dolor de Daniela -fallecida a los 87 años sin haber podido recuperar los restos de su marido y de su hijo y que se ha pasado toda su vida intentando desenterrar a sus seres queridos- mantuvieron una actitud hostil y agresiva hacia ella.
El estilo de este grupo de personas de Santa Cruz del Valle, probablemente nada tiene que ver con la mayoría de la población de esta villa pero denota la existencia de un grupúsculo incapaz de asumir la historia y mantener un mínimo respeto al dolor ajeno.
Todos los ciudadanos de una sociedad moderna, con un cierto grado de humanidad y con un mínimo de misericordia deberían entender y trabajar por apoyar el cierre de las heridas provocadas por un conflicto bélico. Es preciso que no siga brotando pus por una herida mal curada que puede contaminar y dañar a personas inocentes.
Esperemos que el sentido común, el humanismo y la generosidad se impongan a viejos resentimientos que a nada conducen. Es preciso que salga de nuevo el sol para todos limpio y las familias de las víctimas puedan gozar de sus legítimos derechos de ver descansar a sus seres queridos y sepan donde se encuentran depositados sus cuerpos y rendirles el homenaje que se merecen.
* Debido a las presiones que han sufrido las personas involucradas en estos sucesos y por respeto a su intimidad los nombres de este artículo son ficticios.. Los hechos narrados se ajustan fielmente a las situaciones reales que padecieron los protagonistas de estos acontecimientos.
Autor: Alejandro Bozada
                                                                                              Fuente:  www.publico.es

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