sábado, 23 de junio de 2012

"CURIOSIDADES DE LA HISTORIA"

El Borbón republicano




El infante Enrique María de Borbón.  Levante-EMV
Perdió su condición de infante. El infante Enrique de Borbón se ofreció como rey consorte para democratizar la dinastía y fue postulado como presidente republicano por la masonería. Desterrado en A Coruña, fue uno de los cabecillas de la revuelta progresista que marcó el nacimiento del nacionalismo gallego en 1846.
SANTIAGO ROMERO A CORUÑA Domingo 10 de junio de 2012.- Los últimos acontecimientos ocurridos en la Casa Real, con la cacería de elefantes en Botsuana, donde el rey Juan Carlos se rompió la cadera, y la posterior petición de disculpas a la sociedad española, así como la situación del duque de Palma, Iñaki Urdangarín, en la investigación del caso Palma Arena, aún en proceso de investigación, ha puesto el foco también en los antecedentes más extravagantes de la historia de la Corona. En la crónica insólita de la dinastía borbónica destaca una figura cuyas revolucionarias andanzas se produjeron en la convulsa sociedad coruñesa de la segunda mitad del siglo XIX.
Enrique María de Borbón, nieto del rey Carlos IV y sobrino de Fernando VII, quien pasaría a la historia con el apodo de El Borbón republicano, perdería su condición de infante de España y sería desterrado en A Coruña por su oposición al reinado de su prima Isabel II, que llevaría hasta el punto de convocar en 1848 a los ciudadanos españoles a tomar las armas parta proclamar la República. El mismo que escandalizó a las casas reales europeas cuando ese mismo año festejaba así la caída de la corona francesa: "La República se alza vigorosa sobre las ruinas de las monarquías Europeas ¡A las armas, ciudadanos!".
Lo menos conocido del Borbón republicano es la estrecha relación que mantuvo en la década de 1840, durante su destierro, con los ambientes revolucionarios y galleguistas de A Coruña, cuyo epicentro se encontraba en el círculo progresista de Juana de Vega, condesa de Espoz y Mina. Su implicación llegó hasta el punto de convertirse en uno de los principales referentes de la llamada Revolución de 1846, considerada históricamente como el nacimiento del galleguismo político. Enrique María de Borbón fue uno de los padrinos del levantamiento gallego de 1846 en el que se reclamó la independencia de Galicia.

Contactos con Espartero
Durante su destierro en Galicia a partir de 1842, el infante don Enrique conecta en A Coruña con el activo movimiento liberal y republicano gallego a través de la condesa de Espoz y Mina, a quien conoció durante su época de aya y camarera mayor de la reina Isabel II y cuya residencia era el epicentro de la conspiración contra el gobierno conservador de Narváez. Juana de Vega actuaba de "estafeta postal" con los exiliados y con Espartero.
El historiador Manuel Seijoso documenta la presencia de Enrique de Borbón y su buque Manzanares, fondeado en la isla de Tambo, así como la asistencia del Infante disfrazado de paisano, acompañado por José María Santos, presidente del grupo liberal de Pontevedra y futuro líder de su junta revolucionaria, a una reunión de conjurados. Los espías de Narváez consideraron al Infante como uno de los cabecillas de la revuelta que se prepara en Galicia por lo que el Gobierno lo cesa en el mando y lo deporta a Francia. Esta medida y el aborto del levantamiento en A Coruña y Ferrol fueron clave para que el levantamiento gallego de 1846 no prosperase.
El Gobierno bloqueó el puerto de Vigo con una flotilla para impedir la llegada de un barco procedente de Inglaterra con armas y municiones para los sublevados. Se especuló con la presencia a bordo de ese buque del infante e incluso algún periódico dio por hecho el desembarco de Espartero en la ciudad.
Desde su destierro en Bayona, Enrique de Borbón mantuvo comunicación permanente con Espartero, exiliado en Inglaterra, y aunque hay quien sostiene que llegaron a encontrarse, no está demostrado. "Aunque hay autores que matizan la participación de Enrique de Borbón en el alzamiento gallego de 1846, bastaría la lectura de los primeros bandos de los sublevados, donde manifestaban públicamente su adhesión y lealtad al Infante, para entender que en origen él era la persona prevista para encabezarla, conjunta o alternativamente con Espartero", asegura Manuel Seijoso, que ha documentado todo lo relacionado con la revolución de 1846 y el duque de Sevilla.
La revuelta gallega finalmente fracasó y sus cabecillas fueron fusilados en Carral -en juicio sumarísimo que se evitó celebrar en A Coruña o Santiago por miedo a los simpatizantes de los rebeldes-.

Trágica muerte
Paradójicamente, los Borbones deben su continuidad en la Corona al trágico colofón de la frenética vida de Enrique, que murió en 1870 en duelo con Antonio María de Orleans, hijo del rey de Francia, quien echó así por tierra sus grandes posibilidades de instaurar la dinastía de los Orleans en España tras la fugaz primera República de 1873 que liquidó el impopular reinado de Isabel I. La muerte violenta de Enrique María de Borbón, que se había postulado a sí mismo como rey consorte para democratizar la monarquía con el apoyo de la masonería, cerró la puerta a los Orleans, cuya instauración en el trono había sido fraguada por Isabel II.
Enrique de Borbón fue uno de los pretendientes para contraer matrimonio con Isabel II, pero fue descartado por ser liberal, especialmente tras sus declaraciones de que esa fórmula democratizaría a la Corona española. El elegido fue Francisco de Asís de Borbón, duque de Cádiz, una persona manejable, de claras tendencias homosexuales. Galdós rememoró en 1909 en uno de sus episodios nacionales -España trágica-, la violencia de 1870 -"que empieza con la muerte en duelo de Enrique de Borbón y termina con el vergonzoso atentado contra Prim por bandoleros orientados por los republicanos pero pagados con el oro de los negreros borbónicos cubanos"-, como premonición de un estallido revolucionario en España

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