El elefante que desnudó al rey
La cacería
de Bostsuana abre con fuerza el debate sobre el futuro de la Corona. Los
expertos consideran que el viaje y el perdón real suponen un punto de inflexión
que estimulará los cambios en la máxima institución del Estado. La Zarzuela
asegura que "continuará e intensificará" su política de
transparencia.
A todo perdón le sucede la penitencia. Es lo
que ordena la tradición cristiana, así que es razonable esperar que a una
familia que no ha roto jamás sus lazos umbilicales con la Iglesia católica
cumpla con el imperativo divino. Es de esperar, por tanto, que al rey, a la
monarquía, pasado el momento del arrepentimiento y la contrición, caducado
el efecto balsámico de la rectificación, le toque ahora librar tal contienda,
aplicarse al sacrificio y al propósito de enmienda. Al cambio y la reconversión
hoy ya ineludibles.
El periodo
de duelo y la necesaria y paulatina transformación de la Corona a los nuevos
tiempos no es un aserto retórico o una conclusión ligera. El desgaste de la
monarquía se ha acelerado enormemente, y ya nadie lo niega. El Centro de
Investigaciones Sociológicas (CIS) reveló en octubre el primer suspenso a la
monarquía (4,89). La cadena de escándalos y recias polémicas que han puesto
a la Casa del Rey en el epicentro del huracán no se ha detenido en los últimos
años. El caso Urdangarin ha extendido una mancha muy difícil de limpiar sobre
la institución. El tiro en el pie de Felipe Juan Froilán ha dejado en
evidencia las peligrosas (y burguesas) aficiones del nieto mayor de Juan Carlos
y Sofía. Pero ha sido un elefante el que ha desnudado al monarca ante los
ciudadanos, el que ha destapado con crudeza el amor de un rey a un hobbyque
disgusta a los españoles, el que le ha retratado como un jefe del Estado que,
en una de las semanas más críticas para el país, se marcha a un safari de lujo
en Botsuana invitado por el empresario saudí Mohamed Eyad Kayali. El elefante
que embarró su presunta preocupación por el paro juvenil y le situó del lado de
la frivolidad y la despreocupación. El elefante que obligó a Juan Carlos a
protagonizar un gesto histórico, sin precedentes en sus 36 años largos de
reinado: la petición de perdón. "Lo siento mucho. Me he equivocado... y
no volverá a ocurrir".
El episodio
cinegético ha marcado un punto de inflexión. Otro más tras el espinoso asunto
del todavía imputado Iñaki Urdangarin. Los expertos anticipan que el accidente
real no pasará en balde. Que obligará a cambiar costumbres, areforzar los
flancos más débiles de la Corona –como la transparencia o la comunicación–, y a
preparar, a medio y largo plazo, el relevo en la Jefatura del Estado a favor
del príncipe. Diversos analistas desmenuzan para Público las consecuencias
de la unánimemente calificada como "inoportuna" e
"inapropiada" cacería del monarca en Botsuana.
01. LA DIMENSIÓN
Herido por el desencanto
Los
quebraderos de cabeza de la Zarzuela no se desatan por el safari. O no sólo. El
hecho capital que estentóreamente abre la crisis es, a ojos de los expertos, el
caso Urdangarin, el que "quiebra de facto la relación entre la Casa y
los medios de comunicación", el que definitivamente despoja a la monarquía
de todo blindaje y el que la equipara con otra institución del Estado, sometida
al ojo público, como sostiene Fernando Vallespín, catedrático de Ciencia
Política de la Universidad Autónoma de Madrid y expresidente del CIS. "Ese
es realmente el asunto serio, gravísimo, porque sobre la monarquía no puede
planear la sospecha de la corrupción, no puede existir ni la más mínima
posibilidad de que pueda llegar a reinar una persona que haya sido
condenada", apuntalaAntonio Torres del Moral, constitucionalista de la
UNED y estudioso de la Corona española. El escenario se complicó esta semana
cuando trascendió que el soberano pudo haber hecho gestiones, a favor de su
yerno y a través de la infanta Cristina, ante el expresidente Francisco
Camps.
Entonces, si
la médula del problema se halla en los amaños presuntamente delictivos del
duque de Palma, ¿por qué el resbalón de Juan Carlos en Botsuana ha gozado de
unarepercusión mayor? Los investigadores apuntan como primera razón obvia esta:
no es un familiar colateral del monarca el centro de la polémica, es el propio
rey el que ha patinado ostensiblemente. Según arguye Vallespín, se ha cernido
la sombra del "desencanto" sobre una figura que "se
percibía como intachable en el ejercicio de sus funciones constitucionales".
Agrega que ha indignado a la ciudadanía que se trate de un safari de lujo en
una coyuntura crítica, la afición "poco estética" de cazar elefantes
y la consciencia popular de que Juan Carlos ha sido "explícitamente
pillado" en un renuncio y de que ha trascendido sólo porque se fracturó
la cadera y tuvo que ser operado de urgencia en Madrid.
Alfredo
Retortillo, politólogo de la Universidad del País Vasco, remacha el elenco de
argumentos: "La cacería ha dejado al rey al desnudo y la población se ha
dado cuenta. Aunque el perdón pueda servir para algunos, no deja de ser un
parche. Se ha roto el halo el halo que le protegía. La monarquía se enfrenta a
la necesidad de hacer algo y no le vale con el arrepentimiento. Eso vale para
salir del paso. Pero lo sustancial es que el rey se ha cargado el
juancarlismo, que este suceso le ha debilitado socialmente. Con el caso
Urdangarin, ya la gente miraba la Casa Real con el ojo torcido, y ahora se
atraviesa el límite". Retortillo insiste en la caída del mito, de la imagen
idílica fuertemente labrada en la Transición: "Era Juan Carlos quien
protegía a la monarquía, era su parapeto, y no al revés. Por tanto, cuando él
comete un error, la monarquía es la que queda expuesta y a él no lo puede
salvar nadie. Está desnudo ante una opinión pública que no es monárquica".
Dicho de
otra forma: el soberano que en su último discurso de Navidad hablaba del
comportamiento "ejemplar" como estricta regla que debían observar
todas las personas con responsibilidad pública, y también la Corona, sintió la
recriminación ciudadana por su actitud nada "ejemplar". Como poco
"ejemplar" había sido para la Corona la conducta de Urdangarin. "No
descubre la desconexión del jefe del Estado con la realidad, es que su realidad
es distinta a la realidad de mucha gente, por mucha aureola de campechanía.
Quizá se ha mostrado la parte más obscena de esa desconexión", apunta el
profesor de la UPV. Torres del Moral avisa de que, justo por estar desprovisto
de funciones ejecutivas, "el rey es rey los 365 días del año y las 24
horas del día". "Dado que la Jefatura del Estado tiene más valor
simbólico que otra cosa, debe cuidar al milímetro esos símbolos",
expone.
La Zarzuela
se había dado cuenta de que el percance era muy grave. El mismo jefe del Estado
se convenció el lunes pasado, 48 horas después de su operación y conocido el
río incesante de críticas a su actitud, de que tenía que pedir disculpas a los
españoles. "Y lo hizo, salió a decir 'lo siento', no lo minimicemos",
puntualiza José Apezarena. Este periodista especializado en temas de la Corona
suele hablar de las "muescas" en el prestigio de la Casa, de los
"desconchones" progresivos que ensucian la fachada de una institución
cuya imagen pública se asienta en la estabilidad de la familia y en su
prestigio, confianza y credibilidad. Por ello, atribuye a la cacería un
elemento de "desgaste": "Pero nos hemos emocionado en exceso.
Seamos fríos. El rey se fue a cazar elefantes, un gesto inapropiado,
inoportuno, nada estético... aunque no ilegal".
02. EL MURO DE PROTECCIÓN
Cae el velo, se abre la veda
No corren
los tiempos de la Transición, ni mucho menos. Pudo comprobarse esta semana. El
runrún sobre la achacosa salud del soberano se reavivó una vez más. La nube de
comentarios sobre su cansancio y fatiga (ya lo evidenció en público cuando
dormitó en una conferencia) resurgió. Los medios de comunicación, que
durante tres décadas habían extremado el celo sobre la familia real, se
prodigaron en las críticas al monarca. No faltaron las amonestaciones, incluso,
de la prensa conservadora, ni pasó desapercibida la demoledora censura que
firmó José Antonio Zarzalejos, exdirector del diario Abc, en dos artículos en
ElConfidencial.com de expresivo título: "Historia de cómo la Corona ha
entrado en barrena" y "La operación don Felipe, en
marcha". Zarzalejos, monárquico declarado, ahondaba en los problemas
familiares de los Borbón: señaló que la reina se escapa con frecuencia a
Londres y se atrevió a reprochar a Juan Carlos su "estrecha e íntima
amistad" con la alemana Corinna Zu Sayn-Wittgenstein. Este viernes,
incluso circuló en varios medios fotos de ambos juntos. Los informadores
incidieron asimismo en que Sofía determinó no interrumpir su estancia en Grecia
cuanto tuvo conocimiento de la caída de su esposo y en que su primera visita al
hospital USP San José duró apenas 20 minutos. Las cámaras ya habían recogido el
mes pasado otra huella de la crisis de la pareja: "¡Déjame hablar!",
le espetó el monarca a su esposa, a la vista de todos. En suma, varias piezas
que arrojan la imagen de un matrimonio real reducido a un paripé. Apezarena
advierte del peligro de traspasar la raya, porque en España nunca se ha
enjuiciado a los políticos por sus affaires de cama. "No me parece bien,
no hemos aireado siquiera los que pudiera tener el presidente del
Gobierno",
De camino, se
cruzó el debate de las amistades del soberano y de sus negocios. Previo al
desplazamiento a Botsuana, en Semana Santa, Juan Carlos había viajado a Kuwait
para pedir al emir Sabah Al Ahmad Al Sabah que exporte petróleo a España,
aprovechando sus excelentes lazos con las monarquías del Golfo Pérsico. No voló
con miembros del Gobierno –obligado en un acto oficial–, aunque la Moncloa sí
estaba informada de todos los movimientos. Al Estado africano fue invitado por
Kayali, empresario hispanosaudí de origen sirio que impulsa y promociona en
España los negocios de la Casa Real saudí y uno de los hombres clave en la
adjudicación a nuestro país del AVE entre La Meca y Medina. Kayali es, además,
íntimo amigo de Juan Carlos. El coste de la excursión se desconoce.
"Es
evidente, el pacto de silencio se ha roto. No existe. Incluso hay cierta
delectación en contar cosas de su vida privada, algo impensable hace años. El
rey había tenido bula hasta ahora y se ha acabado. Cualquier cosa que le suceda
a la Casa está al segundo en Internet. Es imparable", analiza Torres del
Moral. Su visión es compartida por todos los expertos. La protección que los
medios imponían sobre la Jefatura del Estado durante la Transición comenzó a
agrietarse "con el noviazgo del príncipe con Eva Sannum" y se rompió
en los últimos años, conforme se alimentaba el debate sobre la opacidad de
sus cuentas, se agravaban los problemas familiares –divorcio de la
infanta Elena–, se desvelaba el pensamiento conservador de la reina en un
libro, corría como la pólvora el "¿Por qué no te callas?" o
estallaba el caso Urdangarin. No hay urna de cristal ni misericordia de los
medios.
"El
velo ha caído, la información fluye. Antes había un pacto no escrito para
salvaguardar a la Corona. En la medida en que el espectro de la Transición se
aleja y se aleja el temor a un golpe de Estado, se hace más difícil que la
Corona escape a la presión informativa. Y es positivo", estima Göran
Rollnert, constitucionalista de la Universitat de València. Vallespín y Abdón
Mateos, presidente de la Asociación de Historiadores del Presente y catedrático
de la UNED, coinciden en que la "madurez y consolidación" de la
democracia explican el fin de la "autocensura" en los medios, así
como el distanciamiento que las nuevas generaciones sienten hacia una
Transición que no vivieron. Factores todos ellos que, según los analistas,
obligan a la Zarzuela, con más razón, a acometer los cambios y a adaptarse
rápidamente a los nuevos tiempos.Yolanda Gómez, catedrática de Derecho
Constitucional de la UNED, clava el diagnóstico: "Ninguno éramos como
somos hoy tras 30 años. Ni la sociedad, ni las personas, ni las instituciones.
Es el cambio inevitable".
La Casa Real
cuenta no obstante con dos potentes aliados, los dos grandes partidos. PP y
PSOE han vetado obstinadamente todas las preguntas incómodas, no exigieron al
rey que enseñara el desglose de su asignación presupuestaria ni impulsaron en
los últimos 30 años una Ley de la Corona. En la pasada semana, los socialistas
sí deslizaron medidas críticas por la cacería en Botsuana. El Gobierno, más
impermeable, se resiste a incluir a la Zarzuela en su Ley de Transparencia.
Para Vallespín, que PSOE y PP hayan mantenido el blindaje obedece a que Juan
Carlos "ha puesto en cuestión sólo sus funciones simbólicas", no
políticas y a un cierto "pragmatismo", a una renuencia a dar a
entender que se quiere cambiar la forma de gobierno del Estado. IU y el resto
de fuerzas de izquierda sí han fustigado al monarca por su comportamiento, han
pedido un control parlamentario de sus actos y de los de su familia y han
demandado un referéndum.
03. LA HORA DE LOS CAMBIOS
Regulación y más transparencia
Tras el
perdón real, el temporal ha amainado, pero no ha cesado. El episodio de
Botsuana, cree Mateos, marca un claro punto de inflexión, porque ha abierto
debates hasta ahora soterrados, como la abdicación. Puede servir de palanca,
añade Gómez, para dotar de más transparencia a la institución. Ha de funcionar
como "estímulo", opina Torres del Moral, para introducir un
"elenco de retoques" de puertas para dentro y para fuera de la
Zarzuela. ¿Cuáles?
Todos los
analistas consultados por este diario anticipan que, visto el desconcierto y el
oscurantismo con que la Corona y la Moncloa manejaron la cacería en las
primeras horas, y la contundente respuesta de los ciudadanos, la Corona
"ha tomado nota y actuará". Y juzgan que el avance hacia una mayor
transparencia es ineludible e imparable. Citan que debe trascender, con más o
menos detalle, la agenda privada de los reyes y de los príncipes. Que la
interlocución entre la Zarzuela y el Gobierno sobre viajes y otros asuntos ha
de ser más diáfana. Que la comunicación con los ciudadanos sea directa y clara.
Que las finanzas y patrimonio de Juan Carlos deben publicarse, como se hizo en
diciembre con los dineros procedentes de los Presupuestos. Que las amistades y
negocios del soberano no pueden quedar ajenos al escrutinio público.
Apezarena:
"Transparencia, toda. Yo soy partidario de cuanta más, mejor, pero también
soy partidario de que no haya desigualdades. Exijamos a la Corona lo mismo que
a otras instituciones del Estado, no más. Porque de las Cortes Generales, del
Consejo de Estado o del Consejo General del Poder Judicial apenas conocemos
detalles de sus cuentas". Idéntico rasero demanda Gómez. Torres del Moral
no sugiere tales objeciones: "Adaptar la monarquía a las exigencias de un
Estado de derecho cuesta trabajo, pero se puede, se puede hacerla más racional
que emocional".
Retortillo
camina un paso por delante. A medio plazo, se impondrá "la única solución
posible": laabdicación de Juan Carlos. "La crisis es seria, no es
agua pasajera. La monarquía no puede hacer como si no hubiera pasado nada. La
renuncia a favor de Felipe llegará, y no creo que pase de 2013. Es
aconsejable distanciar ese momento de la crisis de Botsuana, porque plantear el
recabio en plena debilidad del rey garantizaría un muy mal acceso del príncipe
a la Jefatura del Estado. Pero yo no veo otra salida, y no creo que se
postergue ad calendas graecas", defiende. ¿Por qué esa vía tan rupturista
es la única posible? "En una situación como esta, con una autoridad en
peligro, esta tiene muy difícil recuperar el favor popular".
Podría
pensarse que preparar el relevo –alternativa apuntada también por Zarzalejos–
abriría un debate incontrolable sobre monarquía o república. Retortillo aduce
que los "costes de no hacer nada son mayores que el hipotético riesgo de
una sucesión controlada". Mateos considera que, aunque la muerte del rey
siempre se ha concebido como una "parte fundamental" de los ritos
dinásticos, sería "bienvenido" que el recambio se produjera en vida,
antes de esperar a la "degeneración biológica del jefe del Estado".
"No hay que abrirse las carnes, conviene una sucesión ordenada",
alega. Rollnert contempla la abdicación como una "posibilidad"
plausible, teniendo en cuenta las circunstancias y la "cualificación"
del príncipe, "limpio de cualquier asunto que degrade la imagen de la
Corona". A lo que se añade la imagen de renovación, estabilidad y unión de
la pareja de Felipe y Letizia. Apezarena se remite a lo expresado por el propio
Juan Carlos el miércoles, en su acto de contrición: "Estoy deseando
retomar mis obligaciones". Y también a lo manifestado por la Casa
anteriormente. "¿Abdicar? ¡Nunca! ¡El rey no abdicará jamás!",
exclamó la reina ante la periodista Pilar Urbano. "Pero sí pondrá cada vez
más en primera línea a don Felipe. Lo veremos a tope. Ese rodaje como futuro
rey ya está viendo, y desde tiempo atrás", reflexiona el periodista.
El vacío
legal
En la
Zarzuela no quieren oír hablar de abdicación. Reconocen el mayor protagonismo
del príncipe, su mayor actividad institucional. Niegan, sin embargo, cualquier
"revolución". "Continuaremos e intensificaremos la política de
transparencia. No será de un día para otro y no tenemos aún decidido cómo se hará",
explica un portavoz, remiso a detallar si se divulgará al menos la agenda
privada del monarca: "Ya se comunicará. El accidente de Botsuana no
supondrá un terremoto. No se va a poner la Casa patas arriba. Se avanzará en
transparencia igual que estaba previsto antes. O, por ejemplo, se remodelará la
página web. La incidencia de este suceso se está exagerando".
Mucho se ha
hablado toda esta semana del vacío legal. España, 33 años después de aprobada
la Constitución, no ha desplegado el Título II, el que afecta a la monarquía.
No ha impulsado una Ley de la Corona que delimite la familia real y regule sus
actividades. Ni ha aprobado el Estatuto del príncipe, de suerte que el heredero
no tiene ninguna función constitucional atribuida. Ni ha tasado el
procedimiento de la abdicación y renuncia del rey, como ordena el artículo 57.
5. Para Torres del Moral, las tres piezas son claves y "urgentes", a
lo que se añadiría la reforma de la Carta Magna para preservar la igualdad de
hombre y mujer en el acceso a la Jefatura del Estado, aplazada sine díe.
Apezarena entiende que es un asunto "urgente", aunque "no una
prioridad para el país", dada la emergencia de la crisis. Gómez sostiene
que el desarrollo por ley orgánica del 57. 5 debe hacerse sólo si Juan Carlos anunciase
su intención de retirarse. "No es igual abdicar por enfermedad que por
otra razón, como cuando Eduardo VIII de Inglaterra dejó el trono a su hermano
en 1936 para casarse con Wallis Simpson". La catedrática de la UNED sí
juzga necesaria una norma relativa a la Corona, pero niega que Felipe actúe sin
cobertura legal, pues desde que juró como príncipe de Asturias ante las Cortes
en 1986, puede asumir funciones de representación.
No obstante,
la regulación no depende de la Zarzuela. Torres del Moral o Retortillo creen
que la monarquía sí debe animar a los dos grandes partidos a promover los
cambios legislativos, porque tiene "margen para actuar". "No hay
masa crítica suficiente en las bases de PSOE y PP como para mover las cosas. La
Zarzuela no es tonta y debe llevar la iniciativa". Apezarena, Gómez o
Mateos entienden que el liderazgo no puede partir de la Corona, pues se vería
como una interferencia. Distinto es que toda modificación del estatus de la
institución debe hacerse "con el rey", no a sus espaldas. Un portavoz
de la Casa refrenda esa versión: Juan Carlos tiene las manos atadas, tienen que
ser el Gobierno y las Cortes los que alienten y consensúen las reformas. El
caso más inminente es la Ley de Transparencia. Todos los expertos subrayan que
la monarquía, por muy distinta que pueda ser a la Administración Pública, no
puede quedar fuera.
¿Pero qué
ocurrirá si no hay cambios, si la Corona no se moderniza? "O se adapta, o
sucumbe. No puede haber en el siglo XXI poderes ocultos, hereditarios y sin
funcionalidad. El nuevo rey deberá granjearse la auctoritas, el prestigio, la
adhesión y el reconocimiento, y ganárselo cada día. Si no hace nada, sucumbe
aquí y en cualquier sitio, porque la República siempre tiene las de ganar,
porque cuenta a su favor con la savia de las urnas, el principio de
racionalidad de que carece la monarquía", augura Torres del Moral. No
obstante, el desgaste de la Casa no es directamente proporcional a la demanda
de un cambio de régimen. Retortillo insiste en que no existe "masa crítica
suficiente" salvo si la institución "se sigue pudriendo".
Rollnert sostiene que es prematuro hablar de "crisis institucional"
tras la aventura de Botsuana: "Los ciudadanos pueden perdonar
excentricidades, extravagancias... pero no la implicación de la Corona en un
escándalo de corrupción como el caso Urdangarin". "No creo que se
exacerben los ánimos. Muchos ciudadanos pueden sentir que el rey les ha
defraudado, pero ello no significa que se vuelquen a favor de la
República", tercia Vallespín.
El tiempo
hablará. El tiempo dirá si el rey ha comprendido la necesidad del cambio,
cumple su penitencia y se dispone a poner su casa a punto para el siglo XXI o
si el prestigio de la Casa sigue yéndose por el desagüe. Y también dirá si los
partidos son capaces de desbrozar por fin el camino que la Constitución marcó
hace más de tres décadas. De lavar la cara y regenerar una institución con
andares históricamente paquidérmicos. Como los del elefante.
Que dice la
Constitución
El Título II
de la Carta Magna de 1978 es el que desgrana el estatus y funciones de la
Corona. Atribuye al rey la Jefatura del Estado, la más alta representación del
país y el mando "supremo" de las Fuerzas Armadas y enumera sus
competencias, más simbólicas que otra cosa (sancionar leyes, convocar y
disolver las Cortes a propuesta del presidente del Gobierno, proponer el
candidato a la Moncloa, ejercer el derecho de gracia...).
Pero aparte
de la Constitución y de reales decretos dispersos –dedicados a dibujar el
organigrama de la Casa, el Registro Civil de la familia real o los títulos de
sus miembros–, no hay más. No hay una Ley de la Corona, como han pedido
insistentemente los constitucionalistas. Así, no está regulado quiénes forman
parte de la Casa Real y quiénes son familiares del rey, qué actividades
privadas son compatibles o no, qué negocios pueden emprender. En definitiva, un
texto que limite y estipule con claridad qué puede hacer y qué no la familia
reinante. El vacío legal volvió a resultar llamativo cuando estalló el caso
Urdangarin y no se sabía cómo podía el monarca separar al duque de Palma. Al
final, fue por la vía de los hechos: se le apartó de la agenda oficial y se
declaró su conducta poco "ejemplar". No está aprobado ni tan siquiera
un Estatuto del príncipe heredero, o de la reina consorte o el consorte de la
reina. Por ejemplo, el rey sí goza de aforamiento, es inviolable y, en
consecuencia, no se le puede imputar. Sin embargo, cualquier miembro de su
familia, incluidos Sofía o Felipe, sí puede ser acusado por un juez.
Los problemas
de la reforma
Sobre la
retirada del monarca, la Carta Magna incluye una referencia sucinta en el
artículo 57. 5: "Las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o
de derecho que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se resolverán por una
ley orgánica". Tal norma no existe, de forma que no está tasado el
procedimiento. La Constitución sólo se explaya en los casos de inhabilitación
del soberano (artículo 59): si el jefe del Estado estuviera inhabilitado y así
lo ratificasen las Cortes, ejercería inmediatamente la Regencia el príncipe
heredero, si fuera mayor de edad. La incapacitación de Juan Carlos no se ha
planteado con ocasión de las diversas operaciones quirúrgicas que ha
sufrido.
Viejo es el
debate de reforma del Título II de la Constitución, necesaria para eliminar la
prevalencia del varón sobre la mujer en el acceso al trono. Sin embargo, tocar
este apartado implica una reforma agravada de la Carta Magna (artículo 168):
las Cortes estudian el proyecto de revisión, se disuelven las Cámaras y se
convocan nuevas elecciones. El nuevo Parlamento analiza y aprueba la reforma y
pone fecha a un referéndum. Torres del Moral aconseja que, si se enmienda el
Título II, se hagan otros dos retoques: que el rey deje de ejercer el mando
supremo del Ejército, pues "la defensa es una política del Gobierno, no de
la Corona", y que el monarca no tenga potestad para declarar la guerra o
hacer la paz (artículo 63. 3), puesto que España se configura como un Estado
que promociona la paz.
Juanma Romero
Fuente: www.publico.es
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