Hemos empezado el año y algunos todavía nos encontramos rezagados en el
presente, haciendo análisis y balance del año que acaba. Pero la realidad
inmediata que se avecina es futuro. El nuevo año tendrá como principal
naturaleza política las elecciones. Mediante éstas se configurarán los
Ayuntamientos y Gobierno de Navarra para los próximos cuatro años. La
ciudadanía tendrá la ocasión de empoderarse momentáneamente. Como diría el
ínclito Anguita, el Soberano tendrá la palabra y construirá un nuevo futuro político.
No serán unas elecciones cualquiera. Al margen de las europeas del año
pasado, que siempre parecen que no cuentan, serán las primeras elecciones de la
postcrisis. No tanto porque hayamos salido de ella, sino porque nos permitirán
hacer un balance ciudadano, democrático, de la gestión pública realizada
en los años más duros de la crisis que nos ha tocado vivir. En estos comicios,
la ciudadanía tendrá ocasión de valorar lo acontecido y tomar decisiones
sobre las próximas políticas públicas.
Desconozco qué pasará. Los sociólogos no tenemos una bola de cristal;
si fuera así, nos dedicaríamos a otra cosa. El comportamiento electoral, en
última instancia, es inescrutable. No obstante, me atrevo a apuntar tres
tendencias principales que conforman la actitud de quien acude a votar. El voto
de castigo, el voto de esperanza y el voto de identidad. El voto de
castigo significa que una persona opta por una opción para reprobar a otra. En
su día, un partido político como HB trabajó electoralmente esta vía mediante el
slogán:” Vota a HB. Lo que más les molesta”. La actitud de ese elector no es
tanto de propuesta sino de protesta ante lo realmente existente. Por otro lado,
la actitud del voto de esperanza o altruista se basa en optar por opciones que
elector entiende resultarán convenientes para el interés general. Se trata de
poner el acento electoral en la utilidad social de su decisión. Por último, el
voto de identidad. Pase lo que pase, estos electores votarán a los suyos, que
son los que le representan y defenderán sus intereses básicos. Que pueden ser
ideológicos, étnicos o propios.
Respetando las actitudes de todos los electores, no descubriré nada
diciendo que a mí me gusta la segunda actitud; donde el elector opta por
aquello que irá mejor al País, en este caso Navarra. Máxime ante la importancia
del momento en que vivimos. Estamos ante una coyuntura; de cambio de modelo
social. La sociedad postcrisis nos conducirá a un nuevo modelo. Un nuevo modelo
por construir entre todos y todas. Donde es preciso evitar la creciente
tendencia hacia la desigualdad, la exclusión y fragmentación social. Éste
es un reto de magnitud. Estamos en tiempos intensos, graves, decisorios. Para
afrontarlo se necesita de fuerza social positiva. Por todo ello, ¿Merece la
pena votar cabreado? ¿No es acaso mejor hacerlo con esperanza y pensando en el
Bien Común?
Fuente: www.nuevatribuna.es

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