Circo
ideológico burgués, en el que todo es mentira… trata que parezca que no todo es
traidor ni falso…
Viernes, 12 de septiembre de 2014
Por FERNANDO BUEN ABAD DOMINGUEZ
/ Investig’Action -. La traición no es un terreno
reservado a los moralistas, la traición es consustancial al capitalismo, para
el cual no traicionar es perecer porque la traición es la expresión superior de
su pragmatismo y ese se aloja en el centro mismo de sus intereses mercantiles.
No todo engaño es, necesariamente, una
“traición” ni todo cambio de opinión
es, por sí mismo, un acto de “traición”.
No hay moral monolítica que resuelva ese galimatías. Dice el diccionario en sus
ambigüedades:
Traición.
1: f. Violación de la fidelidad o
lealtad que se debe.
2: Delito que se comete contra la
patria o contra el Estado, en servicio del enemigo.
3: a traición loc. adv. Alevosamente,
faltando a la lealtad.
4: alta traición. La cometida contra
la soberanía, la seguridad o la independencia del Estado.
¿Y si el estado es burgués, represor,
espía y belicista?
¿Lealtad a quién, a qué, por qué?
Todo en el capitalismo está infestado
con las traiciones que conlleva un modo de producción corrupto, por definición,
que prohíja engaños a mansalva para mantener a los pueblos ciegos y sordos
frente al espectáculo criminal de los despilfarros seriales burgueses, animados
de belicismo mercantil. “Lealtad y
filantropía tienen una misma raíz feudal” dice Iván Padilla.
El capitalismo tiene su propia “teoría y práctica” de la traición
camuflada como “doctrina del desarrollo”
para imponérnosla como la zanahoria al burro. Su aparato ideológico produce
traiciones a granel para que el pensamiento del proletariado se empantane en
las cloacas del ilusionismo y la cultura chatarra. No obstante la clase
trabajadora sabe cómo opera el cuchillo que atacará, por la espalda, porque
ataca diariamente y, a pesar de saberlo, el miedo pavimenta la autopista de la
traición y solemos quedamos indefensos en el baile de mascaradas burguesas que
quieren imponernos como “ bonita tradición”. Desfalcar los principios acordados
y mandatados socialmente es traición.
Una “traición” que duele es aquella que proviene de alguien en quien
confiamos o creemos. No es el caso del capitalismo en el que ni creemos ni
confiamos. “Sobre aviso no hay engaño”. No obstante ha operado como una
maquinaria de “traiciones”, que ha humillado la confianza que algunas veces los
trabajadores han tenido en la palabra dada o escrita.
No obstante, nunca está de más cuidarse
las espaldas, mientras se viva en un sistema especialista en traicionarlo todo,
incluso a sí mismo con sus baluartes, como en las luchas inter-burguesas y en
el desarrollo de los monopolios. Característica suprema de la fase superior del
capitalismo.
La puñalada no siempre vendrá por la
espalda, no hay honor en la burguesía donde cada cual atiende su juego de
intereses, donde el otro es un estorbo, una amenaza o un enemigo. La lucha de
clases está plagada con traiciones que la burguesía planea día y noche en lo
objetivo y en lo subjetivo. Circo
ideológico burgués, perverso y paranoico, en el que todo es mentira…
incluso lo que hace para que parezca que no todo es traidor ni falso. Para
muestra están los botones reformistas.
Las organizaciones de la burguesía se
construyen para sabotear la fuerza social revolucionaria. Hay que desconfiar
del capitalismo, de sus “mitologías” y de sus deseos consagrados
sistemáticamente a la alienación de los trabajadores. La ideología de la clase
dominante es precisamente una bestia nómada que transita y muta permanentemente
entre anti-valores.
Hay que combatirla en todo terreno (y de
todas las maneras) porque siempre quiere sedentarizarse en las conductas y los
pensamiento de la clase trabajadora. No aceptemos a los traidores que siguen
prometiéndonos más “felicidad” burguesa. El verdadero cambio político consiste
siempre en suprimir la propiedad privada, devolver a los pueblos su derecho a
la propiedad que otorga su trabajo y derrotar en toda la línea a la ideología
de la clase dominante. Que mande la voluntad mayoritaria del proletariado. No
hay engaños.
La traición no es un terreno reservado a
los moralistas, la traición es consustancial al capitalismo, para el cual no
traicionar es perecer porque la traición es la expresión superior de su
pragmatismo y ese se aloja en el centro mismo de sus intereses mercantiles. El
modelo de traiciones burguesas exige tener adaptación constante de los
espejismos en la conciencia de los pueblos y de las fuerzas subterráneas de los
intereses bancarios. Requiere la traición como sistema de gobierno. El Alma
Mater de los Reformistas. Hasta Judas se asusta.
En la mercancía habita una trama de
traiciones al trabajo y esto significa, en primer lugar, que cada vez tenemos
más falacias de mercado infiltradas por el sistema como su maquinaria de
espejismos. Si queremos desnudar al capitalismo hay que aferrarse a evidenciar
su sistema de traiciones. Una clave interesante sería la noción de “verdad” que tanto manipula el buen
burgués y en lo que, para ocultarla, gasta fortunas permanentemente.
Dicho de otra manera, la traición es
exactamente la estrella narcisista fabricante de miedo entre “traiciones internas” “Altas traiciones” planeadas detrás de
la máscara del “buen burgués”, de sus moralistas, de sus abogados de un modo de
producción degradante ideado para no cumplir con otra cosa que con sus
intereses y exudar demagogia que no es otra cosa más que la hija perversa de la
democracia burguesa, del poder de las armas y de sus mass media. El colmo de
las traiciones.
No hay novedad. Para la burguesía la
traición a los trabajadores es un logro moral cuya naturaleza es la expresión
de su cobardía criminal. La traición es una necesidad imperiosa del Capitalismo
y debe hacer gala de elasticidad para intervenir en los sus intereses donde la
traición es elemento cotidiano del ejercicio de su poder.
La traición es, pues, una conducta
permanente de la irracionalidad. Infidelidad y mentira del el traidor es
proceso disfrazado de legitimidad para destruir a la clase trabajadora y suprimir
su fuerza revolucionaria.
Estamos obligados a luchar contra la
burguesía especialista en traicionar todo a punta de engaños y balazos. Luchar
contra la burguesía y su partidos “nacionales” que anhelan dirigir a los
trabajadores hacia el abismo y sacrificarlos, en cuerpo y alma, en la
trituradora humana que es la guerra imperialista, que es el comercio burgués,
sólo que por otros “medios”. Abel y Caín
parecen niños de pecho.
Fuente: www.canarias-semanal.org

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