Dos menores y dos mujeres, una de
ellas embarazada, entre los represaliados
Raúl Limón Sevilla3 AGO 2012 - 18:00 CET
Historiadoras y arqueólogas desentierran restos de represaliados en la fosa común de Gualchos. / AGRMH
De nuevo la tierra ha guardado la verdad. La Asociación
Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica (AGRMH) ha
confirmado el hallazgo de una fosa común donde el franquismo enterró a 11
personas asesinadas y a las que acusó falsamente de ser "bandoleros".
Uno era guerrillero de la resistencia; el resto, entre los que se encontraban
dos adolescentes y una embarazada, víctimas del terrorismo del Estado
franquista en 1947.
El trabajo del historiador José María Azuaga a
partir de investigación documental y testimonial llevó a la asociación
memorialista hasta el lugar exacto de la fosa común donde el régimen de Franco
intentó ocultar sus crímenes. Tras un mes de excavaciones,
han hallado ya restos de dos cuerpos donde se encuentran, al menos, nueve
cadáveres más de represaliados.
Estos crímenes han cumplido este mes de agosto 65
años. Lo detalla Azuaga en su libro de próxima publicación Granada-Málaga:
represión, resistencia y guerrilla (1939-1952), donde se pone de
manifiesto la importante labor de resistencia contra la dictadura en Andalucía.
Sus actuaciones llevaron hasta Granada al jefe de la Guardia Civil Julián
Lasierra, cuya crueldad será determinante en este y otros sucesos.
El origen de la matanza es la detención de un joven
por un robo en una casa rural. Tras los interrogatorios de los agentes, el
sospechoso termina señalando a un colaborador y asegurando que hay guerrilleros
en el cortijo de Pablo Martín, conocido como Paulo, en Los Tablones.
En ese lugar se presenta durante la madrugada del
31 de julio con un numeroso grupo de la Guardia Civil el teniente Francisco
Morales Rodríguez. Pablo Martín se niega en principio a facilitar el acceso,
pero cuando abre se entabla un tiroteo en el que muere este, Serafín Lorenzo de
Cara y Francisco Frías López. Sobrevive el maquis Antonio Fernández Ayllón, que
será detenido y fusilado poco después con los otros 10 represaliados
La violencia del régimen era mucho mayor,
intencionada y planificada desde arriba. El único objetivo era sembrar el
terror
José
María Azuaga, historiador
En la refriega, de la que se ven obligados a huir
guerrilleros que intentaron auxiliar a los vecinos que se encontraban en el
cortijo de Paulo, resulta gravemente herido el agente que dirige el asalto,
quien muere finalmente en Granada. “Llévense dinamita y gasolina. No quiero
detenidos. Orden de Madrid”. Fueron las palabras de Lasierra que desencadenaron
la matanza de Gualchos y que demuestran, según Azuaga, que “la violencia del
régimen era mucho mayor, intencionada y planificada desde arriba”.
Sin juicio, sin investigación y con el “único
objetivo de sembrar el terror”, señala el historiador, la Guardia Civil detiene
el último día de julio a Manuel Rubiño y a su esposa Juana Correa, embarazada y
con un hijo enfermo de sarampión al que se ve obligada a dejar. Rubiño forma
parte del PCE y, pese a la evidente amenaza para su vida y la de su familia,
según relata Ernesto Rosales, responsable
de exhumaciones de la AGRMH, no delata a ningún miembro del partido, lo que
permite seguir a sus compañeros con la actividad política cinco años más.
Manuela Correa y Pablo Martín, de unos 16 años,
esposa e hijo del fallecido horas antes en el cortijo durante el tiroteo con la
Guardia Civil también son detenidos. Como Emilio García, Juan Moreno y su hijo
Manuel —dos agricultores que estaban arando—, Manuel Castillo —que intenta
huir— y los dos jóvenes acusados de robo: Francisco Correa y Cecilio Moreno.
En las primeras horas del 1 de agosto, en el cruce
de la carretera entre Motril y Gualchos con Lújar, fueron asesinados y
rematados posteriormente, como demuestran los tiros en la cabeza de los
primeros cráneos encontrados. Para tapar el crimen, los agentes colocan armas
viejas y balas sin explosionar. La versión oficial: eran bandoleros que no
respondieron al alto de la guardia civil.
Pero la asociación memorialista granadina, a
instancia de dos familias de víctimas deseosas de sacar a la
luz la verdad y con una ayuda de 45.800 euros del antiguo Ministerio de
Presidencia, ha conseguido “conocer la verdad”, según Francisco Vigueras,
vicepresidente de la AGRMH. “Cada fosa abierta cierra heridas. Es una cuestión
de derechos humanos, además de una labor de documentación histórica importante.
Tenemos que conocer la verdad”, concluye Vigueras
Ofrenda en la carretera
María Centeno
“Se están cumpliendo con creces las expectativas”, confirmó ayer Jordi Estévez, antropólogo que trabaja en la exhumación de la fosa de Istán (Málaga). En la carretera que une este municipio con Marbella, están desde el jueves 25 voluntarios recuperando los restos de cuatro vecinos fusilados a manos de un pelotón falangista el 11 de febrero de 1937.
Los restos de los cuatro hombres quedaron ayer
casi al descubierto. “Uno de los cuerpos se encuentra un poco encajado y está
costando su recuperación”, confirmó un miembro de la Federación Estatal de
Foros por la Memoria, que colabora con el Ayuntamiento (IU) en la exhumación de
la fosa. “Ha sido complicado montar el campo de trabajo en la curva porque
tiene una pendiente de 40 grados”, explica el presidente de la Federación, José
María Pedreño.
A las siete de esta tarde habrá un homenaje en la
llamada Lomilla de los Muertos, donde sonarán el himno de Riego, A
las barricadas y La internacional en memoria de los represaliados
del pueblo. Acudirán familiares, voluntarios y el director general de Memoria
Democrática, Luis Naranjo.
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