domingo, 16 de noviembre de 2014

LOS "CINTURONES DE CASTIDAD" NO SERVÍAN PARA LO QUE SIEMPRE HEMOS IMAGINADO



La verdadera historia de un artilugio vejatorio
Jueves, 13 de noviembre de 2014
Cuenta J.G.Barcala que  en su infancia un libro que trajo su madre le causó una gran sensación. Se trataba del libro titulado "Eva en Camisón", del autor mexicano Marco Aurelio Almazá.  Uno de los capítulos que más le llamó la atención  fue uno titulado “El Cinturón de Castidad”, en el que relataba las medidas que un caballero medieval tomaba antes de partir a las Cruzadas, para evitar que su esposa le regalara un adorno cornamental en la testa de los que ya nunca se pueden quitar.  
      Pero el defensor de la civilizacion cristiana y occidental  cuando volvió de las Cruzadas, comprobó que durante su viaje de retorno había perdido las llaves  que abría las puertas del paraíso. El hombre, desesperado, había perdido el  tino cavilando acerca de cómo resolver aquel complicado entuerto. Fue su propia mujer, sin embargo, la que vino a resolverle el problema con una simple insinuación: "Querido, hay un guardia en el muro oeste que lo puede abrir en menos de un minuto…" 
       "Esa es la idea con la que me quedé en la cabeza, - cuenta J.G.Barcala - que el cinturón de castidad era un invento de aquellos caballeros medievales que siguieron la llamada para rescatar Tierra Santa de los infieles, y para que sus doncellas no les fueran ídem, recurrían a esos armatostes de complejas cerraduras. Esa es la idea también de la mayoría de personas a las que he preguntado, y de otras que no conozco, pero que han escrito al respecto: era un invento de los cruzados para evitar la infidelidad.
        Pero hete aquí que hace unos meses, mientras leía un libro sobre Saladino, me acordé del cinturón de castidad, y me entró curiosidad por saber a quién se le había ocurrido tan inoperante invento, y me encontré con una sorpresa. Según parece, nunca, ningún caballero cruzado instaló un sistema de seguridad en la entrepierna de su esposa, probablemente porque ni siquiera conocían el aparato en cuestión. En todo caso, y aún creyendo que fuesen funcionales y realmente evitaran los escarceos extramatrimoniales, a juzgar por los diseños existentes y sus materiales, las pobres portadoras terminarían muriendo de alguna llaga infectada. Y toso esto suponiendo que alguna mujer aceptara llevarlo como muestra de fidelidad a su sacrificado esposo. No me lo trago. 
       La primera aparición en la historia de un cinturón de castidad, no ocurre sino hasta el siglo XV, esto es, al menos cien años después de la última Cruzada. En 1405, Konrad Kyeser publicó un libro sobre tecnología militar, donde describe e ilustra catapultas, ballestas, arietes, instrumentos de tortura y, sin saber por qué, incluye el diseño de un cinturón de castidad, el primero del que tenemos Cinturón de castidad en el libro Bellifortisnoticia. El dibujo está acompañado por comentarios que más que técnicos parecen sardónicos: “Estos son los calzones de hierro cerrados por el frente que llevan las mujeres florentinas. Candados en las criaturas de cuatro patas, calzones en las mujeres de Florencia. Una broma que enlaza esta preciosa serie; se la recomiendo a la noble y obediente juventud.” Es muy difícil descifrar el verdadero significado de estas frases, pero según los historiadores expertos en el tema, se trata de una simple Palacio del Dogoinsinuación al hecho de que las mujeres de esa ciudad no aceptaban tan fácilmente las insinuaciones de un soldado. En todo caso, no existe ninguna evidencia fehaciente de que los artefactos existieran en aquella época.  . Entonces, ¿Cuándo aparecieron realmente?
      A pesar de que desde el Renacimiento se hacía mención a ellos en relatos y poesías, los primeros cinturones aparecieron en la primera mitad del siglo XIX, y no precisamente para evitar las relaciones sexuales entre dos personas. Los dos objetivos en mente de los usuarios y de aquellos que les obligaban a llevarlos, era evitar la masturbación, y proteger a las mujeres de intentos de violación cuando estas comenzaron a acudir a lugares de trabajo, especialmente en las fábricas donde los obreros no eran lo que podríamos considerar caballeros. Y no es de extrañar, si la Era Victoriana se distinguió por algo, es por su mojigatería. Además, desde comienzos del siglo XIX y hasta bien entrado el XX, la medicina occidental consideraba la práctica como dañina para la salud.". 
         "Alguno me reprochará - concluye Barcala el haberle destruido uno de los mitos más divertidos de la Edad Media, a mí mismo me ha resultado un palo, pero la historia es lo que es, y es nuestro deber separar la verdad de la leyenda, dentro de nuestras posibilidades. Aún así, creo que la imagen del caballero luchando con las ganzúas para abrirse camino hacia el pubis de su princesa, permanecerá en mi mente para siempre. Hay cosas que a veces es mejor no borrar, aunque sean fantasiosas, o precisamente por ello".

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