09 de noviembre de 2014
David Hernández Martínez
Politólogo y estudiante del Máster de Economía Internacional y Desarrollo de la Universidad Complutense de Madrid
Politólogo y estudiante del Máster de Economía Internacional y Desarrollo de la Universidad Complutense de Madrid
Hace poco más de tres años surgía uno de los episodios
políticos y sociológicos más llamativos de la historia reciente, el movimiento
15-M. Sin duda alguna, los meses que siguieron a aquel mayo, estuvieron
marcados estrechamente por lo sucedido en la puerta del Sol y en las plazas de
otras localidades. Aunque es mucho lo escrito sobre ello, actualmente parece
obviarse la transcendencia que tiene en las vicisitudes del momento.
Primeramente, no hay que olvidar que la respuesta
indignada contó con el apoyo de gran parte de la población, al contrario de lo
que ciertos mensajes alarmistas buscaban indicar. Además, es indudable que en
los meses de máximo apogeo los discursos políticos estuvieron altamente
condicionados, del mismo modo que la propia vida política ha quedado marcada en
su forma de actuar y relacionarse con los ciudadanos.
Con todo ello, pronto algunos se atrevieron a vaticinar
el 15-M como una moda pasajera, a parte de los habituales reproches e intentos interesados de desprestigio. Asimismo, las
movilizaciones y acciones multitudinarias que se llevaron a cabo bajo los
eslóganes de la corriente ciudadana se fueron poco a poco diseminando en
distintos ámbitos de actuación, perdiendo la potencial visibilidad de los
primeros instantes.
No obstante, ello no supuso la desaparición de dicho
“espíritu” reivindicativo, sino que la propia lógica de la actividad social
llevo a intentar abarcar distintas preocupaciones a través de plataformas de
trabajo mucho más concretas. Gracias a ello se revalorizaron enormemente las acciones
de la PAH, se potenciaron distintas mareas, como en defensa de la sanidad y la
educación pública, y se constituyeron asambleas vecinales que han supuesto una
regeneración de las acciones colectivas a nivel local.
De este modo, poco a poco se ha ido afianzando el
reconocimiento de los herederos directos del 15-M como portavoces válidos de
las exigencias de ciertos sectores de la sociedad, obligando a que los
contornos de actuación traídos de la transición, se amplíen más allá de las
propias instituciones. Igualmente, dentro de un contexto de crisis económica y
social, ha servido para reactivar las motivaciones de contestación y actuación ciudadana.
Más aún, a nivel directamente político, las ideas
emanadas de la Puerta del Sol han ido impregnando directa o indirectamente la
vida política de este país. Más allá de la irrupción de Podemos, cuyo programa
tiene una alta correspondencia con las demandas de mayo de 2011, los clásicos
partidos políticos han ido modificando sus propuestas, intentando combinar
elementos más tradicionales con recientes reclamaciones, a la par que
reconfiguraban aceleradamente la forma de entender y hacer política.
En este sentido, somos testigos de cambios relevantes en
las instituciones, aunque podrá saber a poco, atendiendo a las quejas de mayor
transparencia y participación ciudadana. Así se entiende, que los partidos
hayan emprendido ejercicios de apertura y flexibilización de sus organigramas,
al mismo tiempo que se dan a conocer las situaciones económicas, de manera
bochornosa a veces, de las cúspides de poder.
Dicho lo cual, atendiendo a los hechos de una forma
reflexiva y no precipitada, podemos comprobar que el peso del 15M sobre la
política española ha transcendido los márgenes de las plazas de las ciudades.
Es cierto que las coyunturas coetáneas motivan respuestas de indignación y
malestar, pero el tiempo ha ido evidenciando que lo sucedido hace tres años no
ha quedado en la memoria de los libros de historia.
Por un lado, la clase política ha recibido el mensaje de
entonces; más allá del estupor inicial, les surge la angustia de saber que las
nuevas generaciones no se quedarán en esta crisis, que sus miras en cuanto a la
política van varios lustros más allá. Por otro lado, el 15-M ha dejado un peso
importante en la conciencia de muchos españoles, que ven las palabras “cambio”,
“presente” y “futuro” no sólo desde la indignación.
Fuente: www.publico.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario