Cuando la Casa Real dice transparencia, en realidad dice que va a
desvelar alguna cosilla y lo poco que cuenta acaba oscureciendo aún más lo
mucho que calla.
22/09/2013 - 21:02h
En este mundo moderno y raro una institución sabe que ha
tocado fondo cuando tiene que andar negando oficialmente hasta lo que suelta
cualquier badanas en las redes sociales. Zarzuela ha dado una rueda de prensa
para acallar a Twitter, Facebook y Tuenti y desmentir tajantemente la
abdicación. Zarzuela no ha tocado fondo, directamente se hunde en la Fosa de
las Marianas. Con ese entusiasmo tan monárquico que caracteriza a la mayoría de
los medios, se nos ha informado de que era la primera rueda de prensa convocada
jamás por la Casa Real. A nadie se le ha ocurrido pensar que tanta opacidad
constituya parte del problema y mejor sería no insistir en un dato tan poco
edificante.
"Váyase Don Juan Carlos, váyase"' corea la parte
más rancia de los monárquicos y la derecha ultracasposa. "Aguante, Don
Juan Carlos, sea fuerte", anima otra parte de los monárquicos, inquietos
ante la figura de un príncipe de quien nadie sabe bien cómo o qué piensa sobre
política o economía. Solo sabemos seguro que habla inglés fluido, algo que está
muy bien y resulta muy útil, pero solo impresiona a quien no sepa inglés.
El problema mayor hoy no reside en quién ocupa el trono. El
problema está en la institución. Quién piense que cambiando al monarca, se
limpia, fija y da esplendor a la monarquía, no se ha enterado de que España no
es lo que era. Las instituciones deben generar equilibrio, reglas y
certidumbre. Si no lo hacen, se vuelven inútiles y como todo lo inútil, antes o
después, desaparece.
La monarquía hoy crea más desequilibrio que equilibrio.
Cuando la Casa Real dice transparencia, en realidad dice que va a desvelar
alguna cosilla y lo poco que cuenta acaba oscureciendo aún más lo mucho que
calla. Una conseguidora internacional puede iniciar una tormenta institucional
armada solo con un Vanity Fair. En las comparecencias reales, cada vez
más gente mira alrededor buscando la cámara oculta.
Las reglas que rigen el funcionamiento de la Casa Real
siempre han sido discrecionales y arbitrarias. Pero ahora se percibe con mayor
claridad. El caso de la infanta y sus sucesivos exilios dorados en Washington y
Suiza representa el ejemplo más acabado de arbitrariedad incomprensible para la
mayoría. Pero no el único. El encubrimiento de Urdangarin, o los negocios y
trapicheos en una corte que se nos decía que no existía emergen como esa basura
que nunca se acaba de sacar. Si algo sabemos hoy es que la Justicia no es igual
para todos, majestad.
La monarquía española se ha convertido en una fuente
constante de incertidumbre. Nadie sabe donde saltará el próximo escándalo, o la
siguiente boutade, o la próxima frivolidad. Estamos todos muy cansados y hartos
de tonterías. Mientras la monarquía no se sacuda el pasmo y entienda eso, solo
perderá su tiempo y el nuestro.
Fuente: http://www.eldiario.es/politica/


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